calidad del aire

El "ozono malo" amenaza la calidad del aire este verano lejos de las ciudades

Cartel informativo de una autovía durante un episodio de contaminación en Madrid.

Con la llegada del verano, llegan los episodios de contaminación atmosférica en las ciudades, cara visible de un fenómeno persistente durante todo el año y que cada vez va a más. La ausencia de precipitaciones y de inestabilidad en general evita que se disipen los gases contaminantes y los Ayuntamientos de urbes como Madrid y Barcelona comienzan a tomar medidas para reducir el impacto de los picos. Pero con el calor el fenómeno se multiplica y aparece un agente que en otras estaciones no es tan frecuente: el ozono troposférico (O3), llamado en ocasiones "ozono malo" para diferenciarlo del "ozono bueno", el estratosférico, que protege a la Tierra de radiaciones dañinas.

El ozono troposférico se forma en una compleja reacción química en la que intervienen, entre otras sustancias, el dióxido de nitrógeno (NO2) procedente en su mayoría del transporte y la radiación solar. Por eso se detecta con más frecuencia en estos meses del año. Ecologistas en Acción advirtió el pasado miércoles en su informe sobre calidad del aire que prácticamente todo el territorio nacional supera los niveles de O3 que la autoridad mundial en materia sanitaria, la OMS, considera aceptables.

Sus características físicas provocan que este agente contaminador se extienda por facilidad por todo el país, muy lejos a veces de donde se genera; que sea difícil de combatir porque no se emite directamente desde la industria o desde los tubos de escape de los coches, sino que es producto de una reacción química en el aire; y que no se lleve las miradas ni las prioridades de los planes de calidad del aire nacionales, autonómicos o municipales en una suerte de resignación colectiva ante un problema de salud pública. Así lo denuncia Ecologistas en Acción, que dedica un capítulo entero de su informe de contaminación atmosférica en explicar la inacción de las autoridades ante esta sustancia dañina en concreto.

Cuando la radiación solar en altas dosis reacciona (junto a otras sustancias) con el dióxido de nitrógeno, el principal enemigo de la calidad del aire en las grandes urbes, se genera ozono troposférico. Sin embargo, cuando las cantidades de NO2 son muy elevadas, el ozono se destruye, por lo que este contaminante suele concentrarse en parques o en la periferia de las grandes concentraciones urbanas, donde el NO2 es menos denso. Y puede volar a otras zonas muy alejadas, como el caso de Extremadura, con niveles por encima de lo que recomienda la OMS por la influencia de las áreas metropolitanas de Madrid y Lisboa. El investigador del Instituto de Salud Carlos III y uno de los mayores expertos en España en calidad del aire, Julio Díaz, explica que estas circunstancias explican que cuando el dióxido de nitrógeno se reduce, aumenta el ozono, por lo que las reducciones del tráfico puntuales para mejorar la salud de los ciudadanos son un tiro en el pie en este caso.

Díaz acaba de publicar junto a su compañera Cristina Linares un artículo que repasa a la baja las cifras de mortalidad prematura por causa de la contaminación atmosférica. No con una intención de minusvalorar el problema, ni mucho menos, sino con la intención de ofrecer una estimación mucho más precisa y adaptada a la realidad española que las cifras de la Agencia Europea de Medio Ambiente. En conversación con infoLibre, explica que las muertes asociadas al ozono son unas 500 al año en España, una cuarta parte de los fallecimientos vinculados a las peligrosas partículas en suspensión. Sin embargo, Díaz rechaza relativizar su peligro, ya que "la mortalidad es el efecto más grave y más visible, pero no el único". Está relacionado con asma, con enfermedades cardiovasculares y respiratorias, con problemas en el nacimiento, e incluso "con enfermedades a nivel mental y suicidios, aunque esto aún no ha sido suficientemente confirmado porque no se han hecho suficientes estudios", aclara Díaz. Los números son más bajos porque afecta a comunidades rurales con menos concentración población, aunque su mancha de influencia se extiende con más amplitud que otros contaminantes más cosmopolitas y menos volubles.

El ozono troposférico es el único contaminante de entre los comunes en la atmósfera que afecta a la vegetación: a los cultivos (ya de por sí amenazados a medio plazo por la desertificación y la sequía fruto del cambio climático), a los bosques y a los ecosistemas. Hace descender la capacidad fotosintética de las plantas, por lo que disminuye su crecimiento, las envejece prematuramente y disminuye su productividad en la agricultura. "Las lluvias ácidas de hace 20 o 30 años las provocaba el carbón. Con la reducción del uso de centrales térmicas se redujo su impacto. Pero el ozono está estabilizado y está en muchas zonas al alza", explica Miguel Ángel Ceballos, coordinador del informe de Ecologistas en Acción.

Sin planes

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Por todas estas características únicas y peligrosas, la organización asegura no entender la ausencia de planes específicos contra el ozono troposférico. El principal señalado es el Gobierno nacional y su Plan Aire II, aprobado en diciembre de 2017, que "limita las actuaciones sobre el ozono a la realización de estudios y a la mejora de su medición, llegando a plantear como objetivo 'la futura puesta en marcha de medidas que contribuyan a la mejora de la situación actual', lo que constituye un retroceso sobre el planteamiento de los últimos años y contraviene la normativa de la calidad del aire", denuncia Ecologistas en el documento presentado el pasado miércoles.

Los activistas ponen el foco, seguidamente, en las comunidades autónomas, asegurando que "los planes de mejora de la calidad del aire elaborados en la década pasada han omitido sistemáticamente la adopción de medidas frente a este contaminante", incluyendo otros agentes nocivos como NO2, dióxido de azufre y partículas y dejando fuera el ozono troposférico. Es por ello que la organización presentó en julio de 2016 una denuncia al Reino de España ante la Comisión Europea para que incluyera al país entre los incumplidores de las directivas de calidad del aire, igual que hizo con otras sustancias. El Ejecutivo comunitario la rechazó. El argumento pasó por la complejidad de la generación del ozono, que se forma a través de la interacción de varios elementos, por lo que Bruselas cree que una disminución de los niveles de NO2 llevará a una disminución del ozono y que, por tanto, con vigilar el NO2 basta.

El problema es que, según Julio Díaz y como reconoce, además, la propia Agencia Europea de Medio Ambiente, esto no es cierto. Depende de la geografía y la situación de cada ciudad, pero por lo general, niveles más bajos de dióxido de nitrógeno son el caldo de cultivo para el ozono troposférico, porque se destruye cuando el NO2 está en concentraciones altas. Por lo que no valen las tibiezas. Díaz asegura que los planes de ciudades como Madrid y Barcelona para mitigar los picos de contaminación "valen para cumplir la ley, pero no para mejorar la salud de los ciudadanos". Planes que, por cierto, no incluyen al ozono. Cuando el Ayuntamiento de Manuela Carmena decidió restringir el acceso al centro a la mitad de los vehículos, solo se redujeron los niveles de contaminación un 15%, cifra el investigador. Solo valen medidas ambiciosas y a largo plazo. Sacar al coche de la ciudad y que la opinión pública lo vea como algo normal y deseable, opina Díaz, en un cambio paulatino de la percepción como el de la aceptación de la ley antitabaco. "Hay avances, pero hay que seguir. Poco a poco", concluye.

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