Paco Guarido, el alcalde comunista que busca su tercer mandato en la conservadora Zamora

Paco Guarido en un banco del parque León Felipe de Zamora durante la entrevista con infoLibre.

A Paco Guarido le decían que duraría dos meses en la Alcaldía de Zamora y lleva ocho años. La mitad de los que estuvo haciendo una oposición inasequible al desaliento a un PP que durante dos décadas gobernó la ciudad como todavía gobierna la provincia: con un voto adepto sea quien sea el candidato. Zamora pasó de feudo conservador a única capital de provincia liderada por Izquierda Unida (IU).

Más del 80% de sus votos son "prestados": del PSOE, de Ciudadanos, del PP e incluso de Vox. Lo dice, convencido, en un banco del parque León Felipe de Zamora, donde durante hora y media de conversación le saludan casi todos los que pasan. Se siente "muy querido" a pesar de que las encuestas del 28M reflejan un desgaste que le haría perder la mayoría absoluta del último mandato y tener que pactar con los socialistas como en el primero.

En sus ocho años de alcalde, IU apenas ha pasado en las generales de un 5% a un 7% del voto en Zamora. Guarido cree que con su grupo municipal se han "normalizado" las siglas del partido en una ciudad profundamente conservadora donde no hay voto obrero y el ideológico es "muy pequeño". Pero es consciente de que esta ciudad de hosteleros y comercios que vive del campo de la provincia, esta ciudad sin industria, no vota Izquierda Unida sino Paco Guarido. Es tan consciente de eso, que se presenta por tercera vez a los 65 años cuando lo que quería era jubilarse. Lo hace, después de haber dicho que no lo haría, por la "presión" de su equipo y de la gente.

Contrario a "la disolución" de IU en confluencias "batiburrillo"

Guarido está seguro de que habría sido su "ruina electoral" haberse presentado en coalición con Podemos u otros grupos. "Si yo me presento con otro partido pierdo toda mi historia, mi bagaje", sostiene. Respeta a la actual dirección de IU, pero dice claramente, sin que haya que preguntarle demasiado, que desde 2014 el partido "se ha ido disolviendo y disolviendo". "Tú preguntas a un chico de 19 años y no ha oído ni hablar de nosotros. Nos han ido comiendo completamente, somos un grupo sin proyección teniendo militantes, sedes y programa. Nos hemos ido diluyendo en confluencias batiburrillo", lamenta.

Que Izquierda Unida se presente con Sumar en las generales no es su "opción ideal" pero le parece "el mal menor". Yolanda Díaz le gusta más que Pablo Iglesias. Dice sin reparos que ella "cae bien, llega mejor, es más tranquila y empática", mientras que él "cae fatal" y tiene "poca empatía". Considera que Díaz es una buena vicepresidenta que "ha hecho muchas cosas" en el Gobierno. Pero no está de acuerdo con las formas. "La base de ningún partido la ha elegido a ella. Creo que ella es consciente de que tiene una situación muy precaria, estamos empezando la casa por el tejado. El batiburrillo que tenemos a la izquierda del PSOE es endémico", zanja con resignación.

Guarido es un firme defensor de que los políticos sean leales a unas siglas y los partidos congruentes con su tradición. Afea los cambios de chaqueta a sus adversarios y cree que eso genera desconfianza en el ciudadano. Ve muy difícil triunfar en la política española sin el respaldo de un partido, de la militancia, de los que pegan carteles, de quienes hacen las cuentas, de quienes van asociación por asociación a hablar con la gente.

El alcalde "decente" con el sueldo más bajo en una capital de provincia

Cuando Paco Guarido llegó a la alcaldía en 2015, se bajó el sueldo a la mitad. Lo mantiene: con unos 36.500 euros anuales es el alcalde de España que menos cobra en una capital de provincia. Su criterio para fijar esa cuantía fue sencillo: ganar lo que ganaba con su trabajo anterior como conserje de un instituto, es decir, personal laboral de la Junta de Castilla y León. No critica a su predecesora, Rosa Valdeón (PP), por ganar más. "Ella era médica, desde luego más que yo ganaba", dice.

No quiere hacer bandera del asunto del sueldo, pero para él es importante poder justificar públicamente lo que gana "sin tener que bajar la cabeza". La decencia es la cualidad que nadie niega a Paco Guarido. En el debate electoral de este miércoles en el Teatro Ramos Carrión, sus tres rivales le reconocieron su pulcritud en la gestión de las cuentas públicas. Lo mínimo que cualquier zamorano le concede es que saneó el ayuntamiento, que no ha dado ningún escándalo, que ha hecho las cosas de una manera que gusta en esta ciudad plácida: sin sobresaltos.

Él lo sabe y se presenta con esa baza: la del Gobierno conocido, honesto, honrado, tranquilo. La oposición le reprocha falta de ambición, llevar muy bien el ayuntamiento pero no arriesgar por una ciudad que desfallece. Guarido les responde que tiene ambición hasta donde alcanza un alcalde: hacer que la ciudad salga adelante en la medida que puede el ayuntamiento, "que no es mucho", ejecutar bien las obras que le corresponden y manejar los servicios sociales con eficacia, sin listas de espera.

Denuncia que el Gobierno central no hace suficiente por la España despoblada

En el penúltimo año de su mandato Zamora bajó de los 60.000 habitantes. Un dato que sus contrincantes le intentan atribuir, pero él no se deja y los exime a ellos también (uno es presidente de la Diputación y otro vicepresidente). Guarido absuelve en esto incluso al gobierno autonómico del PP y Vox. Para él, la lucha contra la despoblación es una política de Estado y de la Unión Europea. "Un pobre ayuntamiento no puede hacer nada, esto no se soluciona con cheques bebés ni con subvenciones a empresas, ni siquiera con la fiscalidad diferenciada", considera.

No duda al concretar: el Gobierno central, del que su partido forma parte, "no hace lo suficiente" por la España despoblada. El Gobierno de izquierdas, dice, "está en debe" especialmente con el oeste y enumera algunos lugares: Zamora, Salamanca, León, Asturias. Guarido estuvo hace poco en Oviedo para operarse de un desprendimiento de retina y encontró los mismos titulares que en la prensa local zamorana. "Estamos todos igual, nos pasa lo mismo", certifica.

Los deberes que le pone al Gobierno son claros: industrializar, procurar unas buenas vías de comunicación y llevar la conectividad hasta el último pueblo del país. Ayudar a Zamora en el parque tecnológico que él quiere construir durante el próximo mandato que le otorgan las encuestas. Y salvar el campo: ayudar a la agricultura y a la ganadería de las que han vivido siempre provincias como esta y sin las que es inviable cualquier ilusión de supervivencia.

Separó sin dramatismos la política de la religión en una ciudad semanasantera

A Paco Guarido le auguraban poco tiempo como alcalde comunista en una ciudad donde la Semana Santa es sagrada. Temían lo que no sucedió: ha seguido dando subvenciones, apoya la construcción del nuevo Museo de Semana Santa y presume de ser quien más ha respaldado a la Junta Pro Semana Santa. "Hemos demostrado que somos un grupo inteligente, además de un grupo de buenas personas, y comunistas, pero solidarias, y la Semana Santa es un motor económico para el ayuntamiento de primera magnitud, apoyamos lo que es beneficioso, una de las poquitas cosas que tiene la ciudad", explica.

Lo que sí cambió el alcalde comunista fue la relación entre la política municipal y la religión. Separó "profundamente" ambos hechos. Este alcalde ya no se postra ante el Cristo de las Injurias en el juramento de la Cofradía del Silencio, ni ahora se suben nunca vírgenes a los plenos, ni ningún concejal asiste a procesiones en representación institucional. "Yo en eso radical, separado. Pero una cosa es lo del César y otra cosa es lo de Dios. Debemos respetarnos y apoyarnos en lo que nos tenemos que apoyar", dice con el pragmatismo de una persona profundamente de izquierdas que entró en el ayuntamiento como concejal con 40 años y revalidará la alcaldía por tercera vez a los 65 en una ciudad que nunca pensó tener un gobierno comunista.

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