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Activismo LGTBI

Trans, autodeterminación del género y feminismo clásico: las claves para entender un debate que abre la caja de los truenos en la izquierda

Imagen de la bandera LGTBI y la bandera trans.

Las personas trans vuelven a ser objeto de debate mientras batallan por ser sujeto de derechos. La polémica brota esta vez en torno al Partido Socialista y su argumentario feminista, hecho público el mismo día en que Pablo Iglesias presentó su Ley de Infancia, que habla de la "orientación sexual e identidad de género sentida o expresada" de los niños y adolescentes. "Argumentos contra las teorías que niegan la realidad de las mujeres", reza el texto socialista en su encabezado. "Estamos en contra de los posicionamientos que defienden que los sentimientos, expresiones y manifestaciones de la voluntad de la persona tienen automáticamente efectos jurídicos plenos", exponen desde el partido. Lo hacen en clara alusión a las leyes que ya han tramitado desde el Gobierno de Pedro Sánchez pero también respecto a aquellas que han prometido impulsar: la ley trans y la ley de igualdad LGTBI.

El conflicto no es nuevo. De manera más reciente estalló, el pasado mes de febrero, con la expulsión del Partido Feminista de España (PFE) del seno de Izquierda Unida (IU), después de que la líder del primero criticara las normas por la despatologización de las personas trans. Antes, en julio del año pasado, una conferencia celebrada en Gijón abroncó el debate en torno a los derechos de las personas trans. La controversia emerge de nuevo y enfrenta a dos partes separadas por un cisma que se antoja irreparable.

La escritora Carmen Domingo explica los términos de la disputa. "Hay gente que entiende que la biología es una ciencia y gente que cree que la Tierra es plana" y esta última posición "se aplica al feminismo, siempre bajo la influencia del patriarcado". Se refiere a aquellos postulados que abogan por "dejar de hablar de sexo y empiezan a hablar de género". Domingo recuerda, en este contexto, la raíz biológica que hace del sexo algo indiscutible, mientras que el género es un constructo social y cultural. "Esto ha hecho que dentro de las filas del feminismo se cuelen personas, que son hombres, que apelan a que la Tierra es plana y que dicen ser mujeres". Son las personas transgénero, aquellas que no han pasado necesariamente por un proceso de hormonación o por una operación quirúrgica. "Si tú tienes entre las piernas una cosa distinta a una vagina no te van a violar ni a hacer ablación de clítoris", resume la autora.

El PSOE, explica, "es el único hasta la fecha que tiene claras las directrices del feminismo tradicional" y lo que ha hecho, defiende, es "advertir de que si empezamos a incluir a estas personas, el movimiento se desdibuja". El colectivo trans, a su juicio, ha de seguir un camino distinto al del movimiento feminista. "Juntarlos diluye los objetivos del feminismo", pero además sirve para "invisibilizar a las mujeres y negar los escasos derechos conquistados".

Libre determinación del género

Marta Reina es transexual y activista. En conversación con este diario, reconoce igualmente que el "activismo queer desdibuja a las mujeres". A su entender, conviene diferenciar a las personas transexuales de las transgénero. "Nosotras somos mujeres no porque nos sintamos mujeres, sino porque los somos", explica. "Venimos desde pequeñas luchando contra un cuerpo que no es el nuestro, luchando contra ciertos ítems que gracias a la medicina podemos resolver", sostiene en relación a las intervenciones quirúrgicas como principal signo de distinción en el colectivo trans. "La ley trans aspira a la libre determinación de género, sin ningún tipo de seguimiento y acompañamiento médico", critica.

La Ley de Igualdad, que data de 2007, permite un cambio registral sin necesidad de operación pero con un diagnóstico psicológico y un tratamiento hormonal de al menos dos años. Requisitos que Reina entiende del todo necesarios porque se trata de personas que "van a ocupar espacios privados, no mixtos, donde no puede entrar cualquier persona que diga sentirse mujer". Es fundamental, a su entender, que exista un "control médico estricto para que una mujer sea verdaderamente una mujer" y la libre autodeterminación no tenga cabida sin garantías. Lo contrario, defiende la activista, acarrea problemas en el plano jurídico pero también en la esfera social: "Se está intentando desdibujar la raíz del feminismo, luchar contra la desigualdad de género que existe".

Marcos Ventura es transgénero y coordina el grupo trans de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (Felgtb). "Nuestras identidades, nuestras vidas, nuestra dignidad y nuestros derechos no son debatibles", dice al otro lado del teléfono y advierte de que se trata de "un debate falaz y peligroso que contrapone los derechos de las personas trans y de las mujeres". "No es cierto que darle derechos a un colectivo minoritario e históricamente muy oprimido suponga algún perjuicio para las mujeres cis", remacha. El movimiento feminista y el colectivo LGTBI, insiste la activista, comulgan en la necesidad de "proteger a las más vulnerables" y de hecho "el feminismo es el germen que permite el activismo LGTBI". Las mujeres trans "siempre han estado presentes en el movimiento feminista", recuerda y recupera el nombre de Kim Pérez, histórica activista transexual.

"El feminismo de base, el real, no el de las catedráticas de universidad, es mayoritariamente transinclusivo y se demostró en las manifestaciones del 8M con eslóganes a favor de los derechos trans", lanza Ventura. Subraya, asimismo, que en el feminismo "como en cualquier movimiento político, ha habido mujeres que han tenido que abrirse camino: pasó con las mujeres obreras, con las mujeres negras, con las mujeres lesbianas y ahora con las mujeres trans", pero en todas "estas luchas" el movimiento ha salido "fortalecido gracias a la inclusión de realidades que lo hacen más rico".

Para Saida García, portavoz del colectivo Euforia familias trans-aliadas, el uso que de la biología realiza el extremo opuesto es similar a la argumentación que desarrolla el patriarcado. "Que las mujeres estamos sujetas a una realidad biológica y que eso marca nuestra posición en la sociedad". García insiste en que no hay oposición alguna a la biología, pero sí niega "la conexión de la corporeidad con la identidad". Lo explica la socióloga y activista Fefa Vila. "La teoría siempre está en relación con la realidad" y tiene que ver con "a quién reconoces y a quién no, porque en definitiva eso es el derecho". La biología, expone, "existe y existen los cuerpos", pero también "existen los efectos discursivos que modulan y crean expectativas sobre esos cuerpos", un conglomerado que deriva en "una realidad interesada y dicotómica".

Los derechos humanos, continúa la socióloga, han avanzado "reconociendo a personas que no eran sujetos de derecho". Hay por tanto un "debate muy potente en torno a una interpretación de la ciencia que es altamente regresiva y colisiona con la ampliación de las libertades y derechos humanos de las personas trans". A juicio de Vila, el problema se agrava "porque hay un conflicto interno en el Gobierno", que finalmente decide "sobre leyes que van a influir en las vidas de las personas". Y un problema teórico que "escinde, limita y desorganiza a un movimiento como el feminista".

Derechos humanos y consecuencias jurídicas

Violeta Assiego, activista y abogada, se detiene en el plano de los derechos humanos. "Sobre el asunto de la autodeterminación de género no hay debate desde una lógica de derechos humanos", aclara. "Exigir a una persona que se hormone, que se someta a una operación quirúrgica o a años de tratamiento psiquiátrico es un trato degradante o vejatorio". Para la activista, "la identidad de género es algo que existe y nadie un día se va a levantar de un sexo determinado" con el único objetivo de incurrir en algún abuso. Resguardarse bajo esa hipótesis, además, conlleva una lectura muy concreta que impone la "desconfianza en la palabra de las personas trans, en que tienen una genitalidad y se sienten diferentes a lo que su sexo biológico o su partida de nacimiento señala".

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Ahí es donde abundan las voces socialistas que han tejido el manifiesto: "No se trata de cuestionar si una persona se siente hombre o mujer, independientemente de su sexo biológico o el aspecto físico que quiera manifestar, sino cómo se traslada un sentimiento y su expresión –especialmente cuando no se mantiene estable en el tiempo– al ordenamiento jurídico y qué implicaciones tiene hacerlo".

Para Carmen Domingo y Marta Reina las implicaciones son claras. "Hay toda una serie de problemas derivados que dan lugar a muchos peligros", advierte la escritora. Se refiere a que la Ley contra la Violencia de Género quede sin efectos sobre un maltratador, si el este se declara mujer, o a que las mujeres pierdan ayudas sociales como consecuencia de un aumento de solicitudes por parte de hombres que dicen ser mujeres. "Hay personas que han violado, luego han dicho que se sentían mujeres y han entrado en cárceles femeninas para seguir violando", señala la activista, quien recuerda que se trata de "casos muy extremos pero que son reales y que existen". A menor escala, "el hecho de ocupar espacios comunes, como por ejemplo un vestuario, puede generar problemas".

Marcos Ventura opina, en cambio, que el debate sobre los efectos jurídicos está superado. "Cualquier ley se puede usar para hacer la trampa, pero el artículo 6.4 del Código Civil prevé el fraude de ley", expone. De esta manera, si un individuo utiliza una norma para violar el espíritu de otra, sus pretensiones quedan invalidadas. "El matrimonio en este país no requiere de criterios previos que acrediten la existencia de amor, pero si algún funcionario sospecha de que se está usando para esquivar la Ley de Extranjería, ese matrimonio será nulo de pleno derecho". La activista repara además en el paralelismo entre el presunto abuso de la futura ley trans y el argumento de las denuncias falsas en cuanto a violencia machista. "¿Existen denuncias falsas? Sí. ¿Es ese un argumento suficiente para cargar contra la Ley de 2004? En absoluto", señala y concluye subrayando que "el ordenamiento jurídico dispone de herramientas" para blindar las normas y evitar comportamientos que persigan fines espúreos.

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