Bruselas teme una oleada de productos chinos en el mercado europeo por la guerra comercial de Trump

China está lanzando una ofensiva política y diplomática para intentar atraer a la Unión Europea hacia sus intereses económicos. El movimiento obedece a la guerra comercial desatada por la Casa Blanca y encuentra una positiva acogida en Bruselas y gran parte de las capitales europeas, también inmersas en la búsqueda de nuevos y más amplios mercados para sus productos o en los que obtener sustitutos de los estadounidenses, al tiempo que intentan amortiguan el impacto negativo de las decisiones de Donald Trump en sus economías y muestran al ocupante del despacho oval que la UE vuela libre sin los Estados Unidos.
Pedro Sánchez se embarcó recientemente en un viaje a China para estrechar las relaciones políticas, comerciales y empresariales con España, una gira criticada desde Washington y que inicialmente generó dudas en Bruselas, aunque pronto fueron solventadas por los mensajes de marcado carácter europeísta del presidente del Gobierno.
Antes que él, y en medio de la guerra arancelaria, el comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, también mantuvo en Pekín reuniones con importantes dirigentes del Gobierno chino. Con el viceprimer ministro y el titular de Comercio, Sefcovic discutió “cómo mejorar y reequilibrar las relaciones empresariales y comerciales”. Posteriormente se supo que habían acordado estudiar un impuesto mínimo fijo para los automóviles eléctricos chinos y así retirar los elevados aranceles impuestos hace un año por la Comisión Europea.
En paralelo a estas visitas y negociaciones, Pekín acaba de levantar las sanciones que pesaban sobre cinco eurodiputados y sobre el conjunto del Subcomité de Derechos Humanos de la Eurocámara. Este miércoles, la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola destacaba que es su "responsabilidad asegurar que cada miembro de esta Casa puede ejercer su mandato libremente, sin restricciones” e insistía en que, aunque “nuestra relación con China sigue siendo compleja y poliédrica, la mejor manera de afrontarla es a través del compromiso y el diálogo”.
Ninguno de estos movimientos de acercamiento entre la segunda potencia mundial y la tercera –socios comerciales con unos intercambios bilaterales superiores a los 700.000 millones de euros al año– se pueden entender sin la beligerancia mostrada por la Administración Trump desde su llegada al poder. Pero como Bruselas desconfía de la política económica china, también ha activado sus sistemas de alerta y pretende seguir protegiendo a sectores empresariales considerados claves.
Un tsunami de productos chinos
Hay previsiones, como la de ING, que calculan por culpa de la guerra comercial una caída de dos dígitos en las exportaciones chinas hacia Estados Unidos, mercado que recibe un 15% de las ventas exteriores del gigante asiático. “El shock será significativo”, advierten los economistas del banco neerlandés, y “parte de ese comercio Estados Unidos-China posiblemente será redirigido a otras regiones”. La Unión Europea está en el punto de mira de esas exportaciones.
Desde el momento que el presidente Donald Trump empezó a activar las diferentes rondas de aranceles contra Canadá, México, luego la UE y finalmente a todos los países del planeta en el famoso Liberation Day, la Comisión advirtió que el mercado común europeo, el mayor en términos cualitativos del planeta, tenía todas las papeletas para recibir gran parte de los flujos comerciales penalizados desde Washington. Lo hizo públicamente el comisario Sefcovic y lo explicaron en privado desde su equipo varias veces a los periodistas.
“Más allá del impacto directo de las tarifas en el PIB de la UE, las astronómicas tarifas sobre China podrían llevar a un desvío de los bienes chinos de los Estados Unidos a la UE, una tendencia observada durante la guerra comercial de 2017-2019”, explican Madalena Barata da Rocha y Nicolas Bovin, del think tank Bruegel. La consecuencia sería una presión adicional de productos más baratos sobre los fabricantes y las empresas europeas.
Estos economistas advierten de que “la categoría de productos más preocupante para la UE es la maquinaria eléctrica, su equipamiento y componentes, cuyas exportaciones chinas a los Estados Unidos estuvieron valoradas aproximadamente en 124.800 millones de dólares en 2023”. En su estudio aparecen como amenazas las baterías de litio, igual que en los mensajes de la Comisión, y los teléfonos móviles porque, señalan Barata da Rocha y Bovin, “la UE produce virtualmente ningún smartphone... Seguro que habrá otros productos en los cuales los fabricantes europeos van a sufrir una gran competencia”.
El escudo comercial de la UE
Una task force (grupo de trabajo conjunto) de la Comisión y los 27 Estados miembros ya vigila cómo evoluciona la llegada de productos chinos al mercado común. Preocupa especialmente la irrupción de componentes para las industrias renovables, como paneles solares o baterías eléctricas, el acero y el aluminio al ser metales golpeados por las tarifas de Trump o los coches eléctricos chinos, penalizados con aranceles por la Comisión pero que ahora podrían beneficiarse del rechazo a la automovilística Tesla. Si fuese necesario, las aduanas nacionales introducirían, a indicación de Bruselas, aranceles especiales para bloquear flujos comerciales repentinos.
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En privado, fuentes de la Comisión reconocen que “tendremos que afrontar el hecho de que si los Estados Unidos cierran completamente su mercado al acero, o al menos lo cierran con una tarifa del 25%, parte de ese exceso de capacidad intentará ir a otra parte”. Este funcionario recuerda “las medidas de protección” aplicadas durante el primer mandato de Trump, como las tarifas concretas que puede implementar la actual task force.
En su estrategia ante la guerra comercial de los Estados Unidos, además de la advertencia por la posible inundación de productos chinos al mercado interior común y los aranceles concretos que podría activar el grupo de trabajo puesto en marcha, Bruselas juega el arte de la diplomacia para evitar la confrontación. En conversación telefónica, la presidenta Von der Leyen le insistió también al primer ministro Li Qiang que había que “afrontar el posible desvío del comercio por culpa de las tarifas, especialmente en sectores ya afectados por una sobrecapacidad global”, al tiempo que enfatizó el “rol crítico” de China al respecto. Bruselas espera que Pekín no se aproveche de la guerra comercial a costa del mercado único europeo si realmente quiere mejorar sus relaciones.
La Comisión mantiene sus denuncias de desequilibrio en los intercambios con China porque el gigante asiático no ofrece la misma apertura de su mercado a las empresas europeas que en sentido contrario, motivo por el que en los últimos diez años el déficit comercial europeo ha alcanzado los 304.000 millones, “impulsado por subsidios ilegales” del lado chino. A mediados de julio, la UE y China se verán las caras en una cumbre al más alto nivel en Pekín. La ocasión para conmemorar el 50 aniversario de sus relaciones bilaterales, pero también para comprobar hasta qué punto ambos bloques quieren estrechar relaciones frente a los Estados Unidos de Trump.