Raquel Martos: "Betty es el amor con patas"

Raquel Martos junto a Betty

La carrera profesional de Raquel Martos (Madrid, 1971) es diversa. La madrileña desarrolla su trayectoria como periodista a la vez que es escritora, guionista y creativa. Así como colaboradora de diferentes programas, como Julia en la Onda para Onda Cero o la columna Muy Fan para infoLibre. Su fiel compañera durante las horas de teletrabajo es su perrita Betty, quien la acompaña desde que comienza su día. "El paseo es la primera actividad de la mañana y después duerme a mi lado mientras yo escribo o monto mis sonidos para la radio. También presencia mis clases de pilates que, desde el confinamiento, son online. Mi profesor Santiago flipa porque a veces cuando me tumbo en la esterilla, Betty se lanza a darme besos o se me sube encima y hago el puente con peso extra”, comenta la periodista.

La perrita tiene cinco años, fue adoptada a través de una querida vecina de la madrileña. “La familia con la que vivía Betty ya no podía cuidarla y estaban buscando un hogar para ella. A mí me rondaba la idea de adoptar, así que fui a conocerla, me dio un lametazo en los morros y hasta hoy”, cuenta Martos. Además, expresa con emoción que Betty entró en su vida "gracias a mi rubia Marichú". "Ella murió demasiado joven y aunque se lo dije en su momento, lo digo aquí, te estaré eternamente agradecida. Muchas veces, cuando achucho a mi perrita, pienso en mi amiga y en el regalo impagable de vida que me hizo”, cuenta Martos. 

La comunicadora tiene diferentes apodos para Betty, dependiendo de su estado de humor. “'Mi cosa bonita' cuando le hago mimos, 'mi muñeco chiquitito' cuando me pongo muy tonta y 'Beatriz', cuando me enfado con ella”, explica la madrileña, aunque señala que el nombre de su mascota ya venía de casa. “Ella antes vivía con otra familia y tenía una hermana que se llamaba Vilma. Soy muy fan de esa serie de dibujos animados, Los Picapiedra, me encanta su nombre y además le quedaba perfecto. No quise cambiárselo cuando la conocí, ella ya era Betty de pezuñas a cabeza”.

Betty llegó para mejorar su calidad de vida y colmarla de alegría y ternura. “Es el amor con patas. Nos reímos muchísimo con ella, nos acompaña tanto… Es un motor de energía para todos. En momentos muy duros ha sido un apoyo emocional inmenso, porque pase lo que pase, ella sigue jugando y demostrándote su cariño. Esos siete kilos de ser vivo tienen una enorme fuerza para tirar de ti, para sacarte a pasear, para convencerte, sin palabras, de que hay que continuar”, cuenta la periodista. La decisión de adoptarla, comenta Martos,  fue “tomada en pareja, de mutuo acuerdo, pero nos costó mucho. Lo habíamos pasado tan mal con la muerte de nuestro gato que teníamos miedo al dolor, pero nos gustan tanto los animales que al final nos animamos”, apunta.

Martos hace referencia a Manolín, su gato que durante 15 años la acompañó tras descubrir, siete años después de acogerlo, que era muy alérgica a estos animales. “El alergólogo me aconsejó deshacerme de él pero me negué rotundamente, antes me hubiera deshecho del alergólogo. Manolín era un miembro de mi familia  y vivimos juntos hasta que murió, aunque supe que después de él no habría otro, era incompatible con mi salud. Los perros también me encantan y es muy bajo mi grado de alergia a ellos. De hecho, el especialista me explicó que la convivencia con un perro podía actuar de barrera y reforzar mi inmunidad, así que me lancé”, rememora la guionista. 

La comunicadora recuerda que se produce un cambio de vida al introducir en la rutina una mascota. Martos reseña que "hay que desempeñar todas las tareas que exige su cuidado y es una responsabilidad. No es un peluche, es una vida que requiere atenciones y dedicación, te genera preocupación y conlleva asumir algunas renuncias. A la hora de hacer planes, por ejemplo, hay que contar con ella también y algunos no son factibles”.

Sin embargo, esta experiencia es única. “Ellos si te quieren lo hacen de un modo incondicional y eterno”, comenta. Y aunque haya quienes aman a los animales por encima de los seres humanos, Martos apunta: “No he dejado de creer que las personas valen la pena, soy humanista convencida. Lo malo de los seres humanos es que somos muy capaces de decepcionarnos entre nosotros, de traicionarnos, de no corresponder al amor de otros, o a la amistad. Los animales no”. No obstante, cualquier persona que demuestre amor a Betty, se gana el corazón de su dueña: “Quiero un poco más a los humanos que quieren a mi perra”.

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