Héroes

Maria Blasco, bióloga molecular y directora del CNIO: "A las mujeres no se nos puede pedir ser perfectas"

Eva Baroja

Como todos los días, ha desayunado con su hijo Ariel, de trece años, y lo ha dejado en el colegio. Él la ve como una heroínaque lucha incesantemente contra la enfermedad más letal, pero para el resto de la familia sigue siendo la “misma de siempre, con las mismas vulnerabilidades de siempre”. Son las nueve y media de la mañana y María Blasco baja de su despacho apresurada. En sus manos y en las de su equipo está encontrar la cura contra el cáncer y cada minuto cuenta. La ciencia hace tiempo que dejó de ser un mundo de hombres y ella ha hecho mucho por conseguirlo. “Ahora, hay muchas mujeres, muy buenas, haciendo investigación en primera línea. Es un alivio no estar siempre viendo a los mismos señores”, comenta con una sonrisa.

Durante el tiempo que dura la entrevista, se va relajando poco a poco, pero la preocupación no se va de su mirada. Están siendo meses duros. Este año, el Día Mundial de la Investigación en Cáncer va a ser atípico, como casi todo. Lo celebrarán con un evento online, en el que han invitado al candidato al Nobel, Francis Mojica: “No podemos olvidar que la solución a los grandes retos de la humanidad que tenemos por delante, como el coronavirus, pasa por la investigación”. El teletrabajo ya funcionaba en el CNIO antes de la pandemia, pero los congresos en el extranjero en los que María compartía los últimos avances con sus colegas quedan ya muy lejanos en el tiempo. Los echa tremendamente de menos.

Su obsesión, desde hace veinte años, es descubrir por qué las células del cáncer son inmortales a través del estudio del material genético: los telómeros y la telomerasa. Son muchos los pacientes que tienen puestas todas sus esperanzas en ella. “Hace un tiempo, una persona a la que le diagnosticaron un tumor incurable, que tiene una supervivencia de, como mucho, dos años, vino a hablar conmigo. La vi llena de vida y positividad, y me di cuenta de que era un tumor del que se sabía muy poco, así que decidí abrir una línea de investigación. Esto le ayudó muchísimo a intentar superar la enfermedad”, recuerda esperanzada.

No sin esfuerzo, ha cruzado todas las barreras y techos de cristal que le imponía “una sociedad todavía patriarcal” y ha sentido en su propia piel el peso del paternalismo y los micromachismos: “Nosotras tenemos que tener, como los hombres, la preparación suficiente para estar en un puesto, pero no se nos puede pedir ser perfectas. A mí eso me da mucha rabia. Veo a mujeres que están muy arriba, que son buenísimas en lo que hacen y encima tienen que tener una apariencia y un look atractivo, cuidar muchas cosas… En cambio, los hombres van con sus trajes y no tienen que preocuparse de nada. Yo no soy así. Voy como me da la gana”.

Rodearse de mujeres feministas

Si se hubiese dedicado a la Ingeniería o al Periodismo, algunas de las opciones que barajaba antes de elegir Biología Molecular, muchas niñas y adolescentes que hoy quieren ser científicas se habrían perdido un ejemplo impagable. Ella, a su edad, cuando correteaba por las calles de Verdegás, un pequeño pueblo de Alicante, prefería dibujar y jugar a las construcciones que a las muñecas. Sus padres no hicieron una carrera universitaria, pero le inculcaron desde pequeña el ansia por querer aprender: “Mi padre trabajaba en la oficina de una empresa y mi madre era ama de casa, pero siempre han tenido como valor la cultura y el conocimiento. Me decían que lo único que no me iba a quitar nadie en esta vida era el saber”.

Empezó a trabajar en el laboratorio de una mujer pionera, la histórica bioquímica Margarita Salas, cuando solo era una veinteañera y todavía no había terminado la carrera. En aquellos años, ir a laboratorios dirigidos por mujeres era algo muy poco común: “Fui a hablar con ella y fue un flechazo. Me habían dicho que era la mejor investigadora del país. Me enseñó a ser científica y a nunca tirar la toalla”. Ese espíritu de lucha también lo compartió, en Estados Unidos, con la hoy Premio Nobel, Carol Greider, a quien María recuerda como “una mujer joven, fuerte y con muchísimo empuje”. “He tenido mucha suerte de trabajar con mujeres feministas, porque para mí han sido un modelo de que podemos llegar a donde queramos. Es algo que recomiendo a todas las chicas, que si pueden elegir, se vayan con una mujer”, aconseja a las más jóvenes.

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Su lucha por la igualdad

Los mensajes no dejan de entrar permanentemente en la bandeja de entrada de su correo electrónico. A veces, no da abasto, pero la gestión del CNIO siempre la ha compaginado con el trabajo en el laboratorio, porque “si desconectase del mundo de la investigación, nunca podría dirigir bien un centro como éste”. Se convirtió en directora en un momento muy difícil, en plena crisis económica y, aun así, ha conseguido que se mantenga como uno de los mejores centros de excelencia a nivel mundial.

Además de la innovación, una de sus grandes causas ha sido siempre fomentar la igualdad dentro y fuera del laboratorio: “Ahora, a nadie se le ocurre decir un comentario machista porque yo soy la directora y saben que eso me molesta mucho”. Creó una Oficina de Mujer y Ciencia, impulsó que todos los seminarios y órganos asesores fuesen paritarios y tomó la decisión de no poner reuniones importantes después de las cuatro de la tarde para facilitar la conciliación a mujeres, pero también, y lo remarca especialmente, a hombres. Tener tiempo libre para leer, ir al cine y ver crecer a Ariel, que es “superfeminista”, es algo de lo que presume orgullosa: “Yo me he tenido que ir a las cuatro y media a trabajar desde casa para estar con mi hijo. Si no lo hago yo, ¿cómo va a ser creíble para el resto de la gente del CNIO que esto se puede hacer y no pasa nada?

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