Directo
Ver
La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

La derecha es desorden

Ver estos días en España golpes de abanico en el pecho, manos en la cabeza y teatralidades varias ante un nuevo asalto de un parlamento por parte de la derecha que llega a gobernar no deja de ser política e intelectualmente sonrojante. Esta derecha política y mediática (una diferenciación que habría que dejar de hacer, pues nadie diferencia autores intelectuales y ejecutores en ninguna acción política cuando interesa) lleva tiempo haciendo un ejercicio de filibusterismo tremendo: si tienen que elegir entre la injusticia y el desorden, se quedan con los dos.

La derecha que gobernó en Brasil, la bolsonarista, igual que la derecha que antes gobernó en los Estados Unidos, la trumpista, y que fue desalojada por las urnas en una legislatura, considera que es necesario un movimiento violento y armado para echar a un presidente que sufrió una condena injusta que fue anulada, que pasó por prisión y, sin instar a la violencia, siguió los cauces democráticos para recuperar el poder que le fue hurtado. Atacó la injusticia desde el orden. Enfrente, se defiende la injusticia con el desorden y la violencia. No debería haber duda de qué bando escoger. Para nadie.

Que la derecha parlamentaria de España asuma mover el andamio de las instituciones o acariciar los cuernos a los que se disfrazan de toro para arrasar los parlamentos para conseguir el poder no deja de ser un movimiento peligroso, pero lícito

Pero allá, como acá, estas cosas no ocurren porque sí. Si se deslegitima un gobierno democráticamente elegido (que si no ha cumplido con el programa con el que llegó al poder será democráticamente desalojado por las urnas sin perder su legitimidad), si se habla de Lula como un condenado por corrupción sin contar que sufrió una acción de lawfare que corrigió la propia justicia brasileña, si se blanquean y hacen pasables perfiles políticos que se referencian a Bolsonaro o Trump, si se mete en el mismo saco protestar a las puertas del Congreso que invadirlo, si se sigue el juego del cuestionamiento básico de las instituciones, si se considera que quienes ocupan puestos de poder democráticamente no tienen derecho a hacerlo porque, directamente, no les corresponde, si antes de condenar un golpe lo utilizamos para retorcer lo ocurrido y navajear al presidente de aquí... luego, por favor, ahorrémonos los golpes en el pecho ante lo que pasa en Brasil. Y, sobre todo, no se siga ligando a la derecha al monopolio del orden. Hoy, desorden es sinónimo de derecha. No de una derecha extemporánea echada al campo: derecha que gobierna. Derecha que va a gobernar en este país. Derecha a la que regresan perfiles moderados al calor del futuro poder a lavarle la cara a los ultras.

Que la derecha parlamentaria de España asuma mover el andamio de las instituciones o acariciar los cuernos a los que se disfrazan de toro para arrasar los parlamentos para conseguir el poder no deja de ser un movimiento peligroso, pero lícito. Pero, por favor, que se acabe ya el discurso de que los izquierdistas somos los de la algarada y la protesta. Ese eje ha cambiado y no parece que vaya a amainar el temporal mientras la derecha no consiga el poder político al calor del mediático, que ya ostenta. 

La pregunta es: si en las próximas elecciones generales no gana la derecha, ¿podemos tener garantizado un país en orden y en paz? Los antecedentes en otros países y las reacciones que hemos visto aquí, además de las amistades de los de acá con los de allá, no garantizan un sí como respuesta. La derecha es desorden. Se acabó ese cuentito.

Más sobre este tema
stats