¡La banca siempre gana! Helena Resano
Hace nueve meses de la catastrófica dana del 29 de octubre y del cúmulo de negligencias previas y posteriores que la jueza a cargo de esclarecerlas poco a poco va confirmando.
No he vuelto a la zona cero desde noviembre, a pesar de ir con regularidad a València, porque soy de allí. En mi última visita hace unos días me encontré y pasé ratos holgados con gente muy querida. En muchas de las conversaciones irrumpía un asunto aparentemente anodino: “el ascensor”.
Mi hermana y sus vecinas, por ejemplo, están enfrascadas en la sustitución del ascensor del edificio de siete plantas en el que residen para cumplir con la normativa vigente desde hace un año, el Real Decreto 355/2024, de 2 de abril, por el que se aprueba la Instrucción Técnica Complementaria «Ascensores», que regula la puesta en servicio, modificación, mantenimiento e inspección de los ascensores, así como el incremento de la seguridad del parque de ascensores existente. Según les han informado, necesitan doce semanas, un plazo que más que duplica el habitual porque aprovechan a instalar uno más grande y supone más obras.
Mis paisanas que residen en Sedaví, Paiporta, Massanassa, Catarroja, Benetússer, Alfafar y muchos otros municipios arrasados llevan desde el 29 de octubre de 2024 con el de su vivienda aún en siniestro total. Fueron 15.000 los afectados, la mitad de ellos totalmente inutilizados, de los que 1.000 hoy siguen en esa situación. No he encontrado estadísticas oficiales, pero sí conclusiones de reuniones de administradores de fincas y técnicos de ascensores, y he escuchado muchos testimonios de personas afectadas.
Hace unas semanas el Ministerio de Industria y Turismo anunció una ampliación del plazo para que los ascensores valencianos cumplan con algunas de las nuevas medidas del Real Decreto y, de este modo, priorizar esfuerzos en resucitar esos 1.000 equipamientos imprescindibles. Esa ampliación de plazos equivale a liberar unas 14.000 horas de trabajo de personal técnico especializado en la instalación de ascensores.
He consultado el informe anual 2024 de la Federación Empresarial Española de Ascensores, un hilo del que tirar que afirma representar al 80% de las empresas que operan en España y ser responsable del 90% del parque de ascensores. Parque que asciende a más de 1.146.000 unidades de los que en 2024 se instalaron algo más de 17.000, casi todos en obra nueva, con 20.690 personas empleadas en el sector que podemos asumir para los cálculos que todos ellos y ellas son técnicos instaladores de ascensores.
Liberar 14.000 horas equivale, en la unidad de medida o “campo de fútbol” horas /persona / año, a 8,2 técnicos/as trabajando a jornada completa durante un año, teniendo en cuenta que el número de horas anuales trabajadas en una jornada completa en España es de unas 1.700. Equivale también a 16 técnicos/as durante 6 meses, o a 96 durante un mes.
Le pregunto a una amiga afectada qué tiempo está llevando arreglar su ascensor en la zona cero, y me dice que, entre pitos y flautas, totalmente operativo y certificado, pero sin acceso a garajes que esa es otra historia, en torno a un mes.
Calculo que en ese mes teóricamente liberado a 96 técnicos/as podrían reconstruirse 96 ascensores. Por tanto, serían necesarios diez meses a ese frenético ritmo para reconstruir 1.000 ascensores, y eso asumiendo que están garantizados el resto de los requisitos más allá del tiempo de trabajo, o sea, que hay suficientes ascensores y piezas fabricadas y disponibles, que los permisos están concedidos, la financiación asegurada, los acuerdos de comunidades de propietarios adoptados, etc.
Esas 14.000 horas son manifiestamente insuficientes. Hacen falta 140.000 horas que son “el chocolate del loro” si se comparan con los miles de horas de sufrimiento acumulado por las personas que siguen sin ascensor operativo.
Es una irresponsabilidad obligar a revivir día a día, varias veces al día, el shock y el horror de aquél fatídico día
Un ascensor en una vivienda tipo en España da servicio, de media y según la tasadora Tinsa, a 15 viviendas, aunque el dato va por barrios, como todo. Teniendo en cuenta que el tamaño medio del hogar en España, según el INE y asumiendo que una vivienda alberga un hogar, es de 2,5 personas, mil ascensores dan servicio a más de 37.000 personas, bebés y personas de movilidad reducida y directamente sin movilidad, incluidas. Los nueve meses transcurridos desde la dana son 270 días, y cada día son numerosas las actividades de la vida diaria, rutinas imprescindibles e irrenunciables, que implican salir de tu casa en un sexto piso y volver a subirlos para regresar a ella.
Desde un sexto piso puedes portear un bebé en brazos y bajar y subir muchos tramos de escaleras con esfuerzo y cierto riesgo, pero puedes. A una persona adulta, no. Cargar con la compra (que en València contiene varios litros de agua embotellada) o salir a la calle a cualquier gestión es incómodo y agotador en diferentes grados, según el estado físico y emocional de la persona que realiza la tarea, y el peso de la carga.
Es una irresponsabilidad obligar a revivir día a día, varias veces al día, el shock y el horror de aquél fatídico día, tanto a las decenas de miles de personas que se ven obligadas a realizar tal sobre esfuerzo cotidiano como, sobre todo, a las personas con movilidad reducida a quienes se les ha impuesto un larguísimo confinamiento cruel. Así no hay como subir la moral.
Si las estimaciones se quedan cortas, revísense y corríjanse.
En este anodino asunto de los ascensores es materialmente imposible aspirar a una idílica sincronía entre reconstrucción y adaptación, porque son innumerables los incentivos perversos que la imposibilitan. Además, lo urgente coincide con lo importante, que es reconstruir vidas, así que no nos dejemos confundir con falsos dilemas.
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