Los domingos: el patriarcado es dios (y el mito del amor romántico multiplicado por mil)

No voy a detenerme en la dirección de la talentosísima Alauda Ruiz de Azúa ni en las magistrales interpretaciones del elenco de Los domingos. Tampoco en los silencios, ni en las tensiones de poder que recorren las relaciones familiares que la película retrata con tanta sutileza.

Como feminista, a medida que avanzaba la película, no podía dejar de poner el foco en cómo la “llamada” de Dios y todo lo que la rodea encarna la máxima expresión del mito del amor romántico: relaciones tóxicas, manipulación emocional y una figura divina que simboliza el patriarcado en su forma más pura.

Los argumentos con los que convencen a Ainara para que escuche esa llamada reproducen punto por punto la retórica del maltrato: “te ha elegido a ti entre todas”, “no puedes resistirte”, “cuando descubres ese amor tan inexplicable solo puedes rendirte y dejarte llevar” … Frases que en otro contexto reconoceríamos enseguida como señales de una relación de control y dependencia emocional.

Hemos teorizado mucho sobre el amor romántico y sobre las dinámicas de poder y sumisión (que Querer retrata también de forma extraordinaria), pero Los domingos pone negro sobre blanco algo que no siempre vemos de forma tan obvia: la llamada divina o la vocación como una relación de poder, de amor tóxico y de maltrato simbólico ejercido en nombre de un “Padre nuestro”.

Un “señor” al que debes entregarte sin rechistar. Que te exige estar disponible, aunque no te responda. Que a veces te habla y otras guarda silencio (te hace ghosting). Que te pone a prueba constantemente para verificar si tu amor es “auténtico”, manipulándote y haciéndote dudar de ti misma (luz de gas). Que te aleja de tus seres queridos, como hacen los maltratadores cuando aíslan a sus víctimas de familiares y amigos. Red flags por todas partes, disfrazadas de “amor de Dios”.

¿Y si la figura de Dios fuera, en realidad, la representación máxima del patriarcado? No solo lo es, es el molde en el que se forjaron los pilares de nuestra cultura

Tampoco se libran las frases del cura que guía espiritualmente a Ainara o las de la priora de la orden. “Es muy madura para su edad, muy lista…”, repiten. Son las mismas palabras con las que muchos hombres justifican relaciones asimétricas con chicas mucho más jóvenes: una estrategia clásica de manipulación. En la película, los integrantes de la iglesia adoptan el mismo rol, captando y sometiendo a una adolescente vulnerable.

Sin olvidar una escena aparentemente trivial entre las monjas que ya están en el convento. En una conversación entre “hermanas” se desliza la comparación de Dios con “un matrimonio que no te deja malgastar dinero”. En una sola frase, la religión y el matrimonio patriarcal quedan hermanados: control, austeridad impuesta y violencia económica en una relación romántica. 

Porque un amor en el que solo él llama y tú obedeces, en el que solo él marca las reglas, en el que el consentimiento nace de la coacción, no es amor. Es maltrato.

¿Y si la llamada de la vocación fuera la encarnación más evidente del mito del amor romántico? ¿Y si la figura de Dios fuera, en realidad, la representación máxima del patriarcado? No solo lo es, es el molde en el que se forjaron los pilares de nuestra cultura. 

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Ana Martínez Villar es consultora de comunicación y socia de infoLibre.

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