El derecho a despedirse es una política de salud mental
El reciente acuerdo del Ministerio de Trabajo y Economía Social para la ampliación de los permisos vinculados al acompañamiento y al duelo supone un avance relevante en salud laboral y salud mental. Se trata de un reconocimiento institucional: la pérdida, la despedida y el acompañamiento al final de la vida son momentos críticos que requieren protección pública. Ignorarlos es invisibilizar el sufrimiento, la enfermedad y, con frecuencia, cronifica el malestar psicológico en una sociedad que pretende negar emociones naturales como la tristeza, y que se sostiene sobre un mantra de hiperproductividad claramente insostenible.
Durante décadas, el mundo del trabajo ha tratado el duelo como un paréntesis incómodo, un tiempo improductivo que debía resolverse con rapidez. Sin embargo, la evidencia científica muestra que la negación o la interrupción abrupta de los procesos de duelo incrementa el riesgo de ansiedad, depresión, trastornos adaptativos y bajas laborales prolongadas. Facilitar tiempos suficientes para afrontar la pérdida es una intervención preventiva en salud mental.
En un contexto de creciente preocupación por la salud mental, avanzar en permisos de duelo más amplios es una decisión que conecta ética y política pública. Gobernar también consiste en cuidar
Desde esta perspectiva, cuidar el final de la vida y garantizar tiempo para despedirse no es un gasto, sino una inversión. Una inversión en bienestar psicológico, en cohesión social y en sostenibilidad del sistema sociosanitario. Los costes derivados de las diferentes patologías vinculadas a la no elaboración del duelo —mayor utilización de recursos sanitarios, incapacidad temporal y pérdida de productividad a medio plazo— seguramente superan los de una política laboral que respete los ritmos humanos ante la muerte.
Permitir estos tiempos reduce el impacto psicológico del duelo no elaborado, previene problemas de salud mental comunes asociados al estrés y favorece procesos de afrontamiento más saludables. Además, humaniza las relaciones laborales, refuerza la dignidad humana en el final de la vida y envía un mensaje claro: nuestros vínculos importan.
Este enfoque es coherente con las orientaciones actuales en salud mental, que subrayan la importancia de los determinantes sociales y laborales del bienestar psicológico. El trabajo no es solo un espacio de producción, sino un entorno que puede proteger o deteriorar la salud mental. Reconocer el duelo dentro de las políticas laborales implica asumir que la vida cotidiana es un asunto político.
En un contexto de creciente preocupación por la salud mental, avanzar en permisos de duelo más amplios es una decisión que conecta ética y política pública. Gobernar también consiste en cuidar.
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Vanessa Vilas-Riotorto es socia de infoLibre.