La UE cuenta con lenguas oficiales con menos hablantes que el catalán, el gallego o el euskera
El reciente fracaso del Gobierno español en Bruselas en conseguir la oficialidad del catalán, gallego y euskera en la UE vuelve a mostrar el diverso mapa lingüístico de Europa. Un continente cargado de riqueza y variedad, con más de 50 idiomas minoritarios, muchos de ellos no oficiales en sus Estados y donde el monolingüismo es rara avis, pero en el que las lenguas siguen condicionando la agenda de autoridades y las políticas estatales desde hace décadas, o siglos.
Las dificultades de España para lograr el uso oficial del gallego, euskera y catalán en las instituciones comunitarias muestran objeciones más profundas que los recelos de varios países ante el coste financiero de esa labor de interpretación y traducción de cientos de normas, documentación y bases de datos de la UE. Son los muros lingüísticos de una política nacional que entra en terreno pantanoso cuando salta a la escena europea. Francia es reacia a la regularización de las tres lenguas porque en su seno también se habla el euskera y el catalán, además del bretón, occitano, corso o normando pero su Constitución establece que el francés es el único idioma del país.
Igual de complicadas son las implicaciones políticas de la realidad lingüística en las repúblicas bálticas. Estonia fue otro de los países contrarios al reconocimiento solicitado por el Gobierno español. En su territorio el ruso es la lengua materna de una cuarta parte de la población, pero desde la invasión de Ucrania ha puesto en marcha una política de priorización absoluta del estonio como única lengua oficial. Una reforma educativa está eliminando gradualmente el ruso de la escuela y para 2030 dejará de ser lengua de enseñanza.
Una Europa de Estados plurilingües
Dentro de la UE, el ruso no sólo tiene una fuerte presencia en Estonia. En la vecina Letonia es la lengua materna de un tercio de la población, la mayor proporción entre los 27, y hasta hace unos años contaba con su propio sistema educativo paralelo. Desde 2025, el letón es la única lengua enseñada desde preescolar y el ruso sólo una asignatura optativa. En Lituania o Finlandia, las minorías rusoparlantes son más pequeñas, del 8% y el 5% de la población respectivamente. Los gobiernos de Estonia, Letonia, Lituania y Finlandia temen que un impulso a las lenguas minoritarias españolas siente un precedente para el ruso en la UE.
De momento, la UE seguirá contando sólo con 24 lenguas oficiales es sus instituciones. Cada una de ellas corresponde, principalmente, con la única oficial en uno de los 27 Estados Miembros, con excepciones. La salida del Reino Unido no supuso la eliminación del inglés, pues es también lengua oficial de Irlanda y Malta, mientras que el neerlandés lo es en Países Bajos y Bélgica, donde también lo son el alemán y el francés, igual que en Luxemburgo. El luxemburgués de este país no es oficial en la UE.
El maltés disfrutó de un periodo de transición en la UE de tres años tras la adhesión de ese país para la redacción de todos los actos comunitarios hasta la plena oficialidad en las instituciones, lograda en 2007. Mientras que el irlandés, o gaélico, no lo hizo hasta 2005 pese a que cuando la República de Irlanda se incorporó a la Comunidad Económica Europa en 1973 los tratados comunitarios sí se redactaron en esa lengua.
El alemán es la lengua materna más hablada en la UE, un 20% de la población, con casi 80 millones de personas, seguido del francés y el italiano, en torno al 15% y unos 55 millones de hablantes, y por el castellano con un 9%. Mientras, idiomas oficiales como el irlandés cuentan con 1,6 millones de hablantes de los que realmente sólo medio millón lo hace con cierta frecuencia, el estonio con apenas un millón y el maltés no llega a los 400.000 hablantes. Frente a ellas, el catalán roza los nueve millones de hablantes en España, el gallego tiene tres millones y el euskera cerca del millón.
En Europa, la realidad es aún más plurilingüe y diversa, con 60 lenguas minoritarias y regionales en 25 Estados, habladas por cerca de 50 millones de personas. Excepto Portugal o Hungría, el resto de países disfrutan de la diversidad lingüística. En Reino Unido se hablan lenguas célticas en Gales, Escocia y en Irlanda del Norte, el albanés está presente en Grecia y Macedonia, Rumanía cuenta con una región donde el magiar, la lengua de Hungría, tiene una fuerte presencia y es motivo de disputas políticas o en Italia hay siete idiomas regionales, considerados lenguas por los lingüistas y dialectos por sus instituciones, entre los que destaca el napolitano con once millones de hablantes. Las lenguas sami, o laponas, con apenas unos pocos miles de hablantes, están presentes en Noruega, Suecia y Finlandia.
Por eso, desde la Red Europea por la Igualdad de las Lenguas (ELEN, sus siglas en inglés), destacan que es “vital” que el catalán, gallego y euskera “alcancen el estatus oficial en la UE”. “No sólo porque atraerá inversiones financieras significativas a las industrias de la lengua en cada país o aumentará su prestigio”, explica su secretario general Davyth Hincks a infoLibre, sino porque “rompería muchas barreras a todas las lenguas y sus hablantes romperían un techo de cristal en los países plurilingües que sólo permiten a uno de sus idiomas ser oficial en la UE”.
En términos institucionales, la realidad gala es extrapolable al continente. Mientras el francés disfruta de una posición privilegiada y de autoridad, el estatus de las otras cinco lenguas de su territorio es diferente. El corso sí cuenta con protección como idioma en Córcega, al contrario que las otras, y es impartido en la Universidad de Corte y en escuelas. Sólo recientemente bajo la presidencia de Emmanuel Macron, pero sin su apoyo, la Asamblea Nacional aprobó una ley para reconocer a las otras lenguas, lo que les ofrecerá un estatus jurídico y su incorporación al sistema educativo.
Este tipo de trabas que erosionan la vida de las lenguas minoritas están presentes en la mayoría de Europa. Polonia no ofrece la enseñanza del lemko en primaria, secundaria o formación profesional; Reino Unido deja en manos de las autoridades locales y voluntariamente la enseñanza de las célticas gaélico o córnico y de la germánica scots; mientras que el frisio en Alemania es sólo una asignatura optativa de reciente creación. Los hablantes de estas lenguas disminuyen desde hace décadas.
Lenguas en peligro de extinción
El Consejo de Europa, la organización internacional con sede en Estraburgo para la promoción de la democracia y los Derechos Humanos cuenta con un capítulo especial sobre las lenguas minoritarias y regionales, “el único tratado en el mundo que busca proteger y promover” estos idiomas. España, junto a otros 24 países más, fue uno los firmantes en 1992 y lo ha ratificado, un proceso no culminado por Francia, Italia o Portugal.
Contactado por infoLibre, el Comité de Experto de Lenguas Minoritarias del Consejo de Europa “no tiene una posición” sobre el esfuerzo político y diplomático español ante la UE ya que “se trata de otra organización”, pero sí destaca que su último informe sobre el país muestra que “el sistema español de protección de las lenguas regionales y minoritarias está bien desarrollado” pese a la persistencia de algunas “lagunas” en los ámbitos judiciales, sanitarios o de la administración pública.
La valoración positiva del Consejo de Europa sobre la realidad lingüística española contrasta con su informe general sobre el continente, de abril, con la alerta de que “algunos Estados siguen teniendo dificultades sistémicas para aplicar” el capítulo sobre la protección y promoción de estas lenguas. Especialmente advierte “sobre la importancia de promover y enseñar lenguas minoritarias y regionales a todos los niveles educativos para garantizar efectivamente su protección y transmisión a las siguientes generaciones”.
Es “uno de los muchos problemas que afectan a las lenguas minorizadas europeas” critica Davyth Hicks, secretario general de ELEN, quien advierte sobre la “erosión gradual en la transmisión idiomática intergeneracional, la erosión en el uso en algunas comunidades y el envejecimiento demográfico en algunos casos”.
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Ante esta realidad, el documento del Consejo de Europa pide realizar “más esfuerzos” para “llegar a los jóvenes e involucrarlos activamente en la promoción y protección de las lenguas minoritarias y regionales, como una expresión de riqueza cultural”. Existen situaciones nacionales con lenguas minoritarias próximas a la extinción, como el árabe maronita en Chipre.
Los peores casos, sin embargo, explican desde la Red Europea por la Igualdad de las Lenguas, son “los Estados granuja, como los llamamos, de Francia y Grecia, ya que tienen políticas lingüísticas diseñadas para erradicar sus lenguas propias minoritarias”. Davyth Hicks, denuncia ante infoLibre que estos países “contravienen regularmente las leyes internacionales de derechos humanos en este área”.
En Italia, país que tampoco apoyó la iniciativa española sobre el reconocimiento del catalán, gallego y euskera, el sardo de Cerdeña disfruta de una protección como lengua minoritaria pero no se incentiva su reconocimiento por las instituciones regionales y sigue sin enseñarse en las escuelas. Según la Unesco, está en “grave peligro de extinción”, igual que el gaélico escocés, el normando de Francia o el casuvio, una lengua eslava de Polonia.