EEUU ATACA IRÁN
El ataque de Trump a Irán pone a Oriente Medio rumbo a lo desconocido
Los peores augurios se han hecho realidad. Durante la madrugada de este domingo, EEUU ha cruzado la gran línea roja que aún le quedaba en Oriente Medio: atacar directamente Irán. Lo ha hecho con un bombardeo dirigido hacia los tres pilares fundamentales del programa nuclear iraní: las plantas de Fordow, Natanz e Isfahán. Ha sido de forma rápida, un ataque dirigido y que, según el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha resultado un “espectacular éxito militar”. Así, de un plumazo, el magnate, ha terminado con las especulaciones de los últimos días sobre un posible ataque de EEUU en la región. Y secunda los bombardeos que Israel llevaba realizando desde hace una semana contra Teherán y contra instalaciones nucleares, en los que han perdido la vida desde científicos a importantes personalidades de la Guardia Revolucionaria. Con su ataque, Trump abre otro capítulo en el enfrentamiento del que nadie puede predecir cuál será el final.
Fiel a sus formas, ha ordenado el ataque sin contar con nadie. Ni el Congreso, ni sus aliados (salvo Israel) ni mucho menos el Consejo de Seguridad o la ONU, al que Trump ve tan solo como un mero adorno sin autoridad, han tenido ni voz ni voto en la escalada emprendida por el presidente. Su clásica impulsividad y la forma tan errática con la que ha desarrollado su política internacional marcan un nuevo hito con este ataque a la república islámica. Irán es el gran enemigo de EEUU en la región, pero también uno de los más poderosos.
Desde que en 1979 se instituyera el régimen de los ayatolás, terminando con la dictadura del sah de Persia (más cercana a los intereses occidentales), Irán se convirtió en la némesis de EEUU, no solo por su forma de ver el mundo, sino también por su rechazo a la existencia de Israel. Sin embargo, durante todos estos años, ningún presidente estadounidense se había atrevido a romper la calma tensa que había reinado en las relaciones entre los estadounidenses y los iraníes.
Hasta la llegada de Trump. El presidente dio carpetazo a la estrategia que puso en marcha Barack Obama en la región, plasmada en el acuerdo nuclear con Teherán que el magnate rompió ya durante su primer mandato. A partir de ese momento, aumentó las sanciones y apostó por una estrategia de confrontación que, pese a todo, nunca había llegado a la escalada bélica. Ahora, con este ataque –que según el secretario de Defensa de EEUU, Pete Hegseth, ha destruido “las ambiciones nucleares” de Irán sin buscar “un cambio de régimen” en el país–, la tensión aumenta más que nunca. Todo ello, a la espera de la respuesta que adopte Irán, que ya ha amenazado con “consecuencias duraderas”.
Ni siquiera dentro de Estados Unidos las acciones del presidente han contado con un respaldo unánime. Una encuesta express de YouGov, realizada este domingo a más de 2.000 personas, desvelaba que un 46% de los estadounidenses desaprueban la decisión de Trump de atacar Irán, mientras que un 35% estaban de acuerdo con lo que su presidente había hecho. Una división que también se ha trasladado a los congresistas y a algunos miembros del Partido Republicano. En EEUU es la Cámara de Representantes quien tiene la facultad de declarar la guerra, y varios congresistas ya han calificado de “inconstitucional” el bombardeo a Irán, ya que lo consideran un acto de guerra sobre el que el presidente debería haberles consultado. La mayor parte de ellos son demócratas, pero algún republicano, como Thomas Massie, también se ha expresado en los mismo términos.
De hecho, el partido al que pertenece Trump ya ha tenido en el pasado conflictos internos a este respecto entre la parte más aislacionista, que defendía una menor intervención de EEUU en el mundo, y los halcones o intervencionistas, que abogaban por todo lo contrario. En teoría, el magnate se ubica en el primer grupo, al igual que todo su movimiento, el MAGA (Make America Great Again). Pero ahora, con un nuevo volantazo, todo vuelve a cambiar. Si durante la campaña electoral Trump repitió una y otra vez que todas las guerras finalizarían cuando llegara a la Casa Blanca, presentándose a sí mismo como un “hombre de paz”, ahora, ese mismo Trump es quien ha efectuado uno de los movimientos más intervencionistas en Oriente Medio de la historia reciente de EEUU.
La tensión entre esas dos caras se vio perfectamente en una reciente entrevista entre el senador trumpista Ted Cruz, favorable a la idea de atacar Irán, y Tucker Carlson, expresentador de Fox y conocido por sus postulados ultras, contrario a la intervención. Ambos muy cercanos a Trump, terminaron enzarzándose en una agria discusión donde Carlson puso entre la espada y la pared a Cruz acusándolo de no saber absolutamente nada de Irán, lo que llevó al senador a perder los nervios. Más allá de la anécdota, la discusión entre ambos puso de manifiesto, ya antes del ataque, las grietas internas con respecto a la política internacional dentro del propio movimiento MAGA.
Irán: responder en plena debilidad
Ahora todo queda a la espera de la respuesta de Irán. Teherán sin duda es uno de los actores más potentes de la región, aunque su declive en los últimos años se ha hecho patente y su situación interna determinará cómo responder a la agresión estadounidense. Por lo pronto, el Parlamento iraní ha recomendado cerrar el estrecho de Ormuz, lugar por el que pasa el 20% del petróleo que se comercia a escala global, lo que podría desatar un incremento en los precios que afecte a todo el comercio mundial. Una medida de presión que, sin embargo, podría tener una contraparte para la propia república islámica: “Uno de los puntos fuertes de Irán está en el comercio, y cerrar Ormuz podría hacer que China, uno de sus principales aliados y cuyo interés en Oriente Próximo está precisamente en comerciar, se distancie de ellos. Además de los problemas económicos que podría acarrear para la república islámica”, afirma Álvaro de Argüelles, analista de El Orden Mundial y doctorando en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad Autónoma de Madrid.
El ataque llega a Irán en medio de un clima social enrarecido. Desde que en 2022 se desataran las manifestaciones en favor de Mahsa Amini, la mujer asesinada por la Policía de la Moral por llevar mal colocado el velo, la brecha entre el Gobierno y la ciudadanía se ha acrecentado. “Las protestas pusieron de manifiesto el contraste entre una sociedad que se estaba modernizando y que deseaba nuevos horizontes y un cambio para el país con un régimen que se ha ido cerrando”, explica Óscar Monterde, historiador, profesor de la Universidad de Barcelona y especialista en Oriente Medio. Aun con todo, los ataques estadounidenses, como ya hicieron anteriormente los israelíes, pueden provocar que, lejos de rebelarse, la sociedad iraní se una a su Gobierno ante una agresión externa.
Pese a esa posibilidad, las contradicciones internas siguen presentes y han debilitado la cohesión social de la república islámica. Los sucesivos gobiernos no han sabido atajar el problema, combinando mínimos gestos de apertura a la población, como la presunta desaparición de la Policía de la Moral, con exhibiciones de mano dura y de crueldad. Una situación social que se une a una crisis económica que también ha profundizado en el descontento de la población. “Ahora mismo, el gran problema que tiene Irán es la inflación, que está escalando hasta un 50%. Esto hace que la población pierda calidad de vida, que aumente el número de iraníes bajo el umbral de la pobreza y que la clase media no acabe de despegar. A todo ello hay que sumarle las sanciones internacionales, que igualmente suponen un lastre para su economía”, describe De Argüelles.
A esa debilidad interna se le añade la soledad internacional que ha dejado a la república islámica expuesta a los ataques de sus enemigos. El llamado Eje de la Resistencia, formado por los principales aliados de Teherán en la región y que tenían en común el rechazo a Israel, ha desaparecido prácticamente. Tanto Hamás como Hezbolá han quedado reducidos a cenizas tras la brutal invasión de Israel a Gaza y a Líbano y al asesinato sistemático de toda su cúpula dirigente. Por su parte, la Siria de Al-Asad es ya historia y el nuevo régimen no es tan cercano a Irán como lo era su predecesor, por lo que a Teherán solo le quedan los hutíes del Yemén como un aliado más o menos fuerte en la zona.
Aún así, no se debe infravalorar las capacidades de Irán para responder a los bombardeos de EEUU. Durante esta semana de intercambios con Israel, la república islámica ha mostrado que aún tiene capacidad y, aunque Washington atesore uno de los arsenales más poderosos del mundo, Irán puede hacer mucho daño a los estadounidenses con ataques a las bases que tiene el país estadounidense en esa zona. “Por un lado, Irán tiene un arsenal militar potente, y por otro, no se han producido divisiones internas, sobre todo, en las Guardias Revolucionarias, que siguen siendo leales a Jamenei. La clave para ellos será gestionar y equilibrar sus acciones militares con la estabilidad interna. Es una cuestión de supervivencia política”, señala Daniel Bashandeh, analista internacional experto en Irán.
Una Europa desaparecida
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El escenario que se abre con todo ello es enormemente disruptivo e imprevisible, pero uno de los puntos que parece evidente es que, una vez más, el papel de la Unión Europea en el conflicto será mínimo. Desde que comenzaran las agresiones israelíes, los Veintisiete no han tenido apenas voz en el conflicto, sin capacidad de intervenir, divididos y siempre al son de las posiciones de Trump y de Israel. Durante los últimos días, el presidente francés, Emmanuel Macron, había intentado dar un espacio al diálogo y reactivar las negociaciones sobre el programa nuclear, pero, con lo acontecido este domingo, queda claro que su efecto ha sido mínimo.
Desde las instituciones comunitarias, la respuesta no ha podido ser más tibia, ni siquiera condenando explícitamente el ataque al Derecho Internacional cometido por Trump. Tanto la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, como la alta representante para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, han pedido contención y diplomacia, sin que, previsiblemente, ninguna de las dos peticiones se vaya a trasladar a algún hecho sustancial. De hecho, ambas han replicado el argumento estadounidense de que Irán no debe tener la bomba nuclear, sin mencionar nada al respecto de las acciones llevadas a cabo por Trump y culpando a Irán de la escalada en la región: “Ahora es el momento de que Irán emprenda una solución diplomática creíble. La mesa de negociaciones es el único lugar para poner fin a esta crisis”, ha escrito Von der Leyen en X.
El resultado final lo marcará la respuesta de Irán y las posteriores acciones tanto de Trump como de Netanyahu, que ya ha demostrado su capacidad de marcarle la agenda a EEUU, y que desea por encima de todo erigirse como el actor preponderante en Oriente Medio a la vez que conserva su poder interno. Aunque muchas veces Netanyahu ha hecho referencia a que lo que desea es hacer caer el régimen iraní, invitando incluso a los propios ciudadanos a rebelarse, según Bashandeh, las ambiciones del primer ministro son aún más profundas: “Israel busca la desestabilización de Irán más allá de quien gobierne el país. Quiere la hegemonía regional. Esa es la clave geopolítica de esta guerra: el objetivo no es la República Islámica, es Irán”.