INCENDIOS FORESTALES
Los bomberos forestales se exponen a un "cóctel de cancerígenos" durante horas protegidos solo con un pañuelo
La lista (no oficial) de riesgos a los que están expuestos los bomberos forestales es interminable. Algunos hablan de que alcanza el 90% de todos los accidentes y enfermedades catalogados como riesgos profesionales. Quemaduras, descargas eléctricas, estrés térmico, atropellos… son solo algunos de ellos y ocurren en misión. Pero también respiran, tragan y tocan gases y partículas que se ha demostrado que son irritantes y cancerígenos. Estos profesionales relatan a infoLibre que cuando acuden a incendios en bosques pasan buena parte del tiempo —en turnos dobles y triples— con unas gafas, un casco y un pañuelo. En el mejor de los casos, con una mascarilla de farmacia.
"Llevo 20 años apagando fuegos y parece que soy fumador en el reconocimiento", dice Marcos Gómez, portavoz la Asociación de Trabajadores de las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales (ATBRIF). Cuenta que se plantan cara a cara con el fuego con una mascarilla FFP2, pero que es muy común que directamente vayan a cara descubierta o con un pañuelo. "No podemos llevar nada más porque estamos corriendo y cortando madera. Con una mascarilla puesta te desmayas; no hablemos de un equipo de respiración externa con bombona, que son 20 kilos".
Terminar el día con picor de garganta, tos, mareos, vómitos o flemas negras es lo habitual, y está demostrado que en todas sus salidas un bombero forestal sufre intoxicaciones leves por inhalación de humo, que si se agravan pueden terminar en hospitalización. Pero los bomberos también reivindican que se exponen a daños que les persiguen toda su vida: más de una decena de cánceres, lesiones de espalda y articulaciones, o problemas crónicos de pulmón y corazón.
A pesar de tener una exposición casi diaria a estos riesgos, las enfermedades profesionales no están reconocidas, como explica Jordi Julià, técnico del cuerpo de bomberos de Cataluña y experto en salud laboral de UGT. El cuadro de enfermedades profesionales de la Seguridad Social, elaborado en 2006, solo reconoce a los bomberos la exposición a óxidos de carbono, pero no entran en la categoría de la silicosis, la asbestosis o el cáncer de pulmón, enfermedades relativamente comunes en el sector.
Algunas comunidades autónomas incluyen en la evaluación de riesgos laborales la exposición a partículas tóxicas y humos para sus bomberos, pero no ocurre a nivel nacional. Julià añade que en ningún caso se reconoce que estas labores dejan secuelas que pueden aparecer con los años. "Lo que necesitamos ahora es que se hagan chequeos constantes, incluso cuando se abandona la profesión, porque algunos desarrollan cánceres años después", señala.
Marcos Gómez, de las BRIF, relata cómo un compañero murió de manera repentina el año pasado. "Un bombero que comía muy bien, hacía deporte… Le detectaron una leucemia y murió en cuestión de semanas. No tengo pruebas de que esté relacionado con la profesión, pero desde luego nadie se molestó en comprobarlo". Y añade: "Nosotros nos exponemos cada día y asumimos el riesgo dando el 100%, lo único que pedimos es que se reconozca en las leyes y en el sueldo",
El colectivo presiona ahora más que nunca, dado que la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) elevó en 2022 a rango 1 (el más alto) el nivel de certeza que relaciona la profesión con la posibilidad de sufrir un mesotelioma y un cáncer de vejiga. Y se cree también que hay riesgo de cáncer de colon, próstata o testículo, entre otros. La razón es que los bomberos forestales están sometidos a lo que llaman "un cóctel de cancerígenos" formado por hollín, monóxido de carbono, compuestos orgánicos volátiles, hidrocarburos aromáticos policíclicos, humos diésel, amianto y radiación solar. Dos estudios realizados hace una década en los países nórdicos y en Bélgica concluyeron que los bomberos viven de media entre siete y ocho años menos que el resto de la población.
La principal vía de entrada de estos tóxicos es la inhalación de humo y de material particulado, que puede prevenirse con las máscaras adecuadas, pero que simplemente es inviable porque no les permiten trabajar. Las FFP2 y similares pueden frenar el hollín, pero los gases como el monóxido de carbono requieren de máscaras de filtros laterales o un equipo de bombona, que no son viables para trabajar en el campo. Los bomberos de ciudad, al trabajar en entornos más controlados, sí que emplean estos equipos.
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A todo esto se suma que, salvo los bomberos funcionarios, el resto se expone a perder el trabajo si sufren una incapacidad laboral. Cada año se someten a un examen médico, y los que no lo pasan están obligados a abandonar la profesión. El estatuto del bombero aprobado en noviembre del año pasado por el Gobierno introduce la obligación de la llamada "segunda actividad", que consiste en reubicar a los profesionales que no superan el examen, pero todavía no se ha desarrollado en ninguna comunidad autónoma. Solo se ha incluido en la actualización del convenio de las BRIF, dependientes del Ministerio de Transición Ecológica, publicado esta semana.
"Llegamos limpios y salimos limpios"
El lema "Llegamos limpios y salimos limpios" también se ha popularizado en la profesión porque el riesgo de intoxicación no está solo durante el propio incendio, sino que el hollín y las partículas cancerígenas se pegan a la ropa y la comida, y entran en el organismo a través de la piel y la digestión horas después de la labor. Por ejemplo, situaciones tan comunes como masticar chicle durante un incendio para tener saliva en la boca o comer un bocadillo en una zona con humo conllevan que las partículas acaben en el estómago, según los expertos en salud laboral.
Es habitual también que los forestales no se cambien de ropa hasta llegar a la base o al hotel, y ese polvo tóxico les acompaña en el camión, el helicóptero o incluso acaba en la cama en la que duermen. "Va a costar dinero y tiempo, pero hay que desarrollar protocolos y equipos encargados de encapsular la ropa y lavarla al terminar el trabajo porque estas sustancias atraviesan la piel", reivindica Carlos Martín, bombero BRIF en Cuenca y portavoz de CCOO.