El asesinato de Charlie Kirk evidencia una izquierda desnortada ante la violencia política de Trump

Fotomontaje de Donald Trump y un tuit de Elon Musk.

Patricia Neves (Mediapart)

Nueva York (Estados Unidos) —

Quienes vieron los canales de noticias la noche del 10 de septiembre fueron testigos de una escena que se ha vuelto habitual en Estados Unidos. El presidente Trump, con rostro serio, lamentó “el horror” en el que se había sumido su país ese mismo día, cuando el militante de extrema derecha Charlie Kirk, de 31 años, uno de los estrategas y aliados más jóvenes de la Casa Blanca, fue asesinado a sangre fría.

Pero, a diferencia de presidentes que se enfrentaron a otros asesinatos, Trump no hizo un llamamiento a la unidad. No se situó “por encima de la refriega”. Por el contrario, prometió venganza. Antes incluso de que se detuviera al sospechoso o se conocieran sus motivos, Donald Trump ya había encontrado al culpable.

“Durante años, la izquierda radical ha comparado a americanos maravillosos como Charlie con los nazis”, explicó el miércoles por la noche, en un breve discurso desde el Despacho Oval. “Este tipo de discurso es directamente responsable del terrorismo que vemos hoy en nuestro país. [...] “Mi Administración”, prometió Trump, “perseguirá a todos los que han contribuido a esta atrocidad y a otros actos de violencia política, incluidas las organizaciones que los financian”.

Señaladas con el dedo, las grandes figuras del Partido Demócrata han encajado el golpe sin dar realmente ninguna respuesta, salvo una condena firme y unánime del recurso a la violencia. Pero tanto en la izquierda como en la derecha, y en general en la sociedad civil, se plantea la misma cuestión: cada uno “debe decidir ahora cómo va a reaccionar”, dice a Mediapart Jonathan Laurence, profesor de Ciencias Políticas en el Boston College. Estados Unidos se encuentra hoy “ante una prueba increíble”.

Mientras la izquierda estadounidense permanece discreta e inaudible, Donald Trump parece dispuesto a atacar. “Él toma el pulso en otra parte”, continúa Jonathan Laurence. “Trump es más visceral, menos apegado al Estado de derecho. Eso es lo que lo convierte en un político tan poderoso.” El espantoso asesinato de Kirk puede, en cierto modo, “darle una nueva oportunidad para atacar a sus enemigos”. Por otra parte, la ira creció rápidamente en las filas de la derecha conservadora estadounidense.

“Es la guerra”

En las redes sociales, y en particular en las cuentas pertenecientes a la galaxia Maga (Make America Great Again, eslogan del presidente), no tardó en surgir una expresión: la certeza, para algunos en la derecha, de que a partir de ahora están en “guerra”. “No se equivoquen, estamos en guerra”, declaró, por ejemplo, Alex Jones, gran adepto a las teorías conspirativas. “Es la guerra”, publicó Chaya Raichik, famosa escritora de la cuenta de extrema derecha Libs of TikTok (más de cuatro millones de seguidores en X).

En X, uno de los principales altavoces del trumpismo, se mencionó el término “guerra civil” casi 130.000 veces solo durante el miércoles. El propio Elon Musk, al frente de la red, no dudó en calificar al Partido Demócrata de partido de “asesinos”. En Washington, en los pasillos del Congreso, el ambiente no era muy diferente.

“Es culpa vuestra”, acusó Anna Paulina Luna, diputada republicana por Florida que debe su carrera política a Charlie Kirk y a su organización, Turning Point USA. Pero hay, por supuesto, voces discordantes en el Partido Republicano, como la del gobernador de Utah, Spencer Cox, cuyos equipos se encargan de investigar y llevar ante la justicia al presunto asesino. “Se puede responder al odio con odio, pero ese es el problema de la violencia política, que se extiende como un cáncer”, alertó Cox unas horas antes de que la intervención del presidente Trump en el programa matutino de Fox News del viernes acabara por ahogar por completo este insólito llamamiento a la unidad.

Porque en Fox News, Trump pareció, por el contrario, justificar la violencia política perpetrada por militantes o personas de derechas. Pasó por alto la violencia sufrida por la izquierda, en particular el asesinato este verano de una diputada de Minnesota y su marido en su domicilio. “Los radicales de derechas suelen ser radicales porque rechazan la delincuencia”, justificó Trump ante varios cientos de miles de telespectadores.

Después de esa intervención, la tensión ha aumentado aún más. La extrema derecha, siguiendo el ejemplo de la activista Laura Loomer, se ha fijado ahora el objetivo de denunciar a cualquier persona que se atreva a regocijarse públicamente por la muerte de Charlie Kirk, llegando incluso a pedir su cabeza, sobre todo si esa persona es empleada de la función pública, en el ministerio de Defensa o en el de Educación entre otros. La extrema derecha reproduce aquí, irónicamente, un mecanismo de cultura de la cancelación que constantemente reprocha a la izquierda.

¿Hasta qué punto hay que alarmarse?

“La cuestión, en el fondo, es saber qué puede hacer la derecha con toda impunidad. Sabemos que Donald Trump tiene una visión muy amplia del poder ejecutivo. Ahí radica todo el debate político estadounidense: ¿hasta qué punto hay que alarmarse?”, continúa Jonathan Laurence. “Y es que el poder ejecutivo, en algunos ámbitos, ya ha sido reforzado en el pasado por los predecesores de Donald Trump. La guerra contra el terrorismo podría dar a la Casa Blanca una estructura legal” que le permita combatir en el futuro a todos aquellos que puedan ser acusados de terrorismo interno.

“El hecho de que el presunto asesino provenga de una familia conservadora y no se declare abiertamente como militante de extrema izquierda diluye, sin embargo, el argumento de que la izquierda ‘radical’ intentaría silenciar a la derecha”, matiza Ryan Griffiths, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Siracusa, Nueva York, autor de un libro reciente sobre los movimientos secesionistas en Estados Unidos.

A corto plazo, el asesinato de Charlie Kirk permite a Donald Trump “cambiar de tema” y volver, tras la tormenta del caso Epstein, al terreno más favorable de la defensa de la libertad de expresión, tan querida por la derecha americana. En la izquierda, el Partido Demócrata acumula dificultades y apenas intenta volver a centrar el debate en la cuestión de las restricciones sobre las armas de fuego.

Los demócratas parecen seguir la única estrategia en la que han podido ponerse de acuerdo: la estrategia legalista

En primer lugar, el partido no tiene líder. En segundo lugar, ya no tiene la misma base electoral, analiza Ryan Griffiths. “Estamos asistiendo a un realineamiento de los partidos en Estados Unidos. El Partido Republicano se ha convertido en el partido de las clases populares. Además, tiene un líder que ha tomado el control de la maquinaria política. En la izquierda, por el contrario, hay muchas voces. Y por ahora no están armonizadas”.

“Gavin Newsom, gobernador de California, aparece como uno de los líderes del Partido Demócrata, pero solo representa a una pequeña parte del electorado”, explica Griffiths. Y su reacción al asesinato de Charlie Kirk no ha escapado a las críticas, incluso por parte de la izquierda. Jamelle Bouie, editorialista del New York Times, acusa a Newsom de participar en la idealización póstuma de Kirk.

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El pasado sábado escribía Bouie: “El gobernador de California, Gavin Newsom, declaró que ‘la mejor manera de honrar la memoria de Charlie es continuar su obra: dialogar unos con otros, más allá de las ideologías, a través de discursos apasionados’. No hay duda de que Kirk era influyente y contaba con millones de devotos seguidores. Pero es difícil conciliar esta imagen idealizada de Kirk como ciudadano modelo con el hombre que era”, recordando las posiciones antiinmigración, anti derechos cívicos, antiaborto y antiLGTB que Kirk defendía con vehemencia.

A falta de un mensaje claro, los demócratas parecen seguir la única estrategia en la que han podido ponerse de acuerdo: la estrategia legalista. “Se trata principalmente”, concluye Griffiths, “de comprender de qué manera puede ampliarse el poder ejecutivo [de Donald Trump]. Y de identificar las salvaguardias constitucionales para impedirlo...”.

Traducción de Miguel López

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