EDUCACIÓN

Cómo (no) se cuenta el franquismo en la escuela española

Alumnos en un aula al comienzo de un examen, en la Universidad de Alcalá de Henares, , Madrid.

Iván Muñoz

¿En qué momento un acontecimiento pasa a ser histórico? ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que ese suceso se pueda estudiar? ¿Cuándo un evento es digno de estar en los libros de historia de los escolares? 

Parece que el franquismo, pese a que se cumplen 50 años desde las muerte del dictador y casi 90 desde que Francisco Franco dio un golpe de Estado contra la democracia, no cumple con los estándares para que se enseñe con criterio en los institutos y, la mayoría de las veces, es por falta de tiempo según cuentan profesores de institutos de la Comunidad de Madrid como Carlos García.  

La enseñanza sobre la Guerra Civil y el franquismo se imparte principalmente en 4º de la ESO y 2º de Bachillerato, aunque también en 6º de primaria. Suele situarse, según García, entre los últimos epígrafes y apartados del temario dado que “está entre los sucesos más recientes de la historia de España”. Si se llega justos a Franco, “no te digo cómo llegamos al fin de ETA”, añade.

Además, como explica Jagoba Álvarez, profesor e historiador en el País Vasco, "a esto hay que añadirle que no todos los alumnos y alumnas hacen bachillerato, por lo que los que se van a grados medios no tienen el refuerzo de los que hacen bachillerato. Eso provoca que el conocimiento sobre la cuestión sea escaso".

Los contenidos sobre franquismo incluyen el análisis de las causas y consecuencias de la guerra, la intervención internacional, el curso de los acontecimientos y la represión durante la dictadura franquista como marca la ley de memoria democrática de 2022. Sin embargo, la profundidad y extensión de esta enseñanza varía según los centros educativos y los docentes que la imparten.

La adolescencia, como recuerda Jorge García Ocón, profesor de Historia del Centro de Estudios Villanueva, es una etapa “complicada en la que muchos jóvenes se sienten atraídos por los totalitarismos, al igual que en la infancia, muchos niños sueñan con el espacio o los dinosaurios” y la figura del docente “es la de explicar qué pasó, el por qué de su ascenso y evitar que los jóvenes terminen radicalizándose”. Y ahora, con las redes sociales y las fórmulas de partidos de ultraderecha, el problema está más patente que nunca. 

El director del área de colegios CEU, Raúl Adames, en una entrevista con EFE apuntaba a una polarización, pero no solo por las redes, sino también por los planteamientos: "Si se cargan mucho las tintas en una edad como la del adolescente y no se dan razones objetivas, se provoca esa radicalización”. 

"La sobrecarga de posicionamientos provoca efectos contrarios a lo que se busca", incide, mientras apuesta por un "análisis riguroso y honesto de esa etapa para que los alumnos hagan un juicio correcto de la historia".

Las redes sociales

Los profesores tienen que lidiar con demasiados estímulos, desde “lo aburrida que puede ser la asignatura”, como dice Rocío Langa, profesora de Historia y arqueóloga, “hasta lo que los alumnos hablan en casa, y entre ellos, o lo que ven en las redes sociales”. Pero para Langa, la Historia se debe impartir con metodología científica

Langa cree que "el profesor debe enseñar sin ningún tipo de ideología política, porque la historia es la que es”. Con el tema del franquismo y la ultraderecha, las redes están obligando a muchos profesores a “adelantar temario para explicar las cosas bien y parar cuanto antes” la posible ola reaccionaria.

"El problema es que creen más a un 'reel' de Instagram o a un vídeo de TikTok que a un profesor o a un libro de historia", señala otra profesora de Historia de un instituto público burgalés que también adelanta el temario para hablar de estos temas cuanto antes. "Las redes sociales son un caladero de información y desinformación de 24 horas durante los 7 días de la semana con las que el sistema educativo no puede rivalizar", dice Álvarez.

El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) refleja en una encuesta que el 21,3% de los españoles considera que los años de la dictadura fueron buenos o muy buenos. “Un serio problema”, asegura la profesora Rosa Mateo, “lo que supuso la dictadura se debe de hablar en casa, en los colegios y en los espacios públicos”.

Los alumnos llegan con 16 años a 4º de ESO sin conocimientos sobre qué ocurrió en la guerra, escuchando noticias sobre Memoria Democrática y, en los mejores casos, hasta final de curso no se explica nada ni se profundiza en el tema. Además, Álvarez señala un problema y es la presencia de simbología franquista en colegios, "no ha sido hasta 2022 cuando se ha retirado simbología franquista del colegio Manuel Mallo Mallo de Nadela (Lugo). En 2017 se hizo lo propio con el relieve franquista del colegio público Santa Teresa (Cádiz)".

Por ello, profesores ya jubilados de diferentes institutos en diferentes provincias, apostaban y apuestan por una enseñanza transversal y tratar temas de Historia, Filosofía o Arte en otras asignaturas, porque tal vez así “se puede aprender y hacer pedagogía antes de que un joven llegue con 16 años de nuevas y se aborde el totalitarismo”, con lo que esto supone.

Pero el principal escollo no es este, el problema del que se quejan muchos docentes es que en la enseñanza en bachillerato, momento en el que los alumnos con 17 y 18 años pueden debatir más, el programa académico está enfocado a pasar el examen de Selectividad, lo que “impide profundizar en el franquismo, en la historia reciente, en relacionarlo con lo que está ocurriendo en el día a día, porque no tenemos tiempo”, indica un docente en un colegio asturiano.

"El profesorado no tiene margen para fomentar debates y para involucrar al alumnado de forma activa y hacerle partícipe de investigaciones", coincide la presidenta de la Federación de Asociaciones de Padres y Madres - FAPA Giner de los Ríos, María del Carmen Morillas, mientras la presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnado (CEAPA), María Sánchez, señala que en bachillerato debería incidirse menos en la prehistoria, Roma o Grecia, “que ya se ha dado desde primaria, prácticamente, para centrarnos más en la historia reciente”, se queja Carlos García.

Los alumnos

Alba, alumna de un instituto de Castilla y León reconoce que le encantaría poder aprender más sobre el franquismo “para hablar con propiedad con compañeros que lo defienden”. Algunos, incluso, “dicen que con Franco se vivía mejor”. Pero Alba solo puede rebatirlos “con lo que mis padres o mis abuelos me comentan en casa” y por lo que ha podido leer en Internet y en medios de comunicación “más de izquierdas”.

TikTok e Instagram son los principales medios de información de los jóvenes y así lo certifica Antonio (nombre ficticio) que “solo se informa” por ahí y se siente representado por ‘influencers’ como ‘Un Hombre blanco hetero’, ‘Wall Street Wolverine’ y otros “liberales, diría yo, más que de derechas”, comenta. 

Antonio es uno de esos muchos jóvenes que han comprado el discurso de la derecha y la ultraderecha y piensa "que sí, que con Franco se vivía mejor” y es que en su colegio privado, el tema del franquismo “pasa un poco de puntillas, se da, se cuenta, pero es que el otro bando también mató a gente, a curas y violó mujeres”. Incluso, en su colegio, hablan de que “la República dio un golpe de Estado para derrocar al rey, así que tan malos son unos como los otros”, dice.

Esta dicotomía de opiniones no es nueva y para el profesor Álvarez "en muchos casos se busca suavizar el tema para evitar conflictos con familias o incluso los equipos directivos de los centros escolares", lo que puede acrecentar un problema porque "nazismo y fascismo son vistos como algo ajeno a España y han sido condenados, mientras que en España la dictadura "se cerró en falso por la notable falta de consenso al hablar de ello".

En ese caldo de cultivo, de dos opiniones enfrentadas, es necesario explicar la realidad “ser equidistante es identificar a las víctimas y señalar a los verdugos”, cita García a Carlos Fernández Liria, autor de ¿Qué fue la guerra civil? Nuestra historia explicada a los jóvenes, un cómic que García considera necesario para explicar la Guerra Civil.

Para Álvarez, que exista esa equidistancia es porque "se ha estudiado de forma diferente según la época, la comunidad autónoma o el libro de texto. A menudo ha sido con menos profundidad o con un enfoque más neutralizado".

Y los libros, ¿qué?

Emilio Silva, sociólogo y fundador de la plataforma Aulas con Memoria, explicaba a EFE que su proyecto nació ante la preocupación de algunos docentes por el desconocimiento que tenía su alumnado de la dictadura de Franco.

"En las aulas se llegaba a escuchar cánticos del 'Cara al Sol' (himno de la Falange)", relata a EFE tras considerar que los libros de texto han "fabricado ignorancia durante décadas".

Recuerda que hace ocho años la editorial SM publicó una foto de una fosa común del franquismo y abría el debate para que los alumnos opinaran sobre ello, pero que otra decena de editoriales ni lo mencionaban.

La editorial SM señala que sus libros han evolucionado ante el acceso a un mayor número de fuentes de investigación, más variadas y con diferentes puntos de vista y destaca que la sociedad tiene ahora "una mayor madurez y perspectiva histórica" para abordar este capítulo.

Sin embargo, cada vez son más los profesores de Historia que dejan a un lado los textos y recopilan información por su cuenta.

De hecho, el CEU ha sacado su propia línea editorial de Historia para segundo de bachillerato: "No nos sentíamos a gusto con ninguna editorial", señala Adames, mientras el profesor de la UCM recuerda que "jamás tuvo un veto" cuando trabajó en Vicens Vives, "pioneros en hablar de cifras de la represión franquista”.

Otros profesores, como García, prescinden de los libros de texto para pasarse a la literatura, el cine o los cómics, adelantándose al temario o mandando una lista de libros “obligatorios” para leerse como Episodios de una guerra interminable de Almudena Grandes, La forja de un rebelde de Arturo Barea o películas como Soldados de Salamina basada en la novela de Javier Cercas. “Esto hace más interesante el aprendizaje y son libros que se leen a lo largo del curso, para contrarrestar que lleguemos justos a esa parte del temario”, además, “montamos coloquios sobre esos libros y sobre noticias del día", dice García.

"Me da igual que demos por encima la prehistoria, a mi me importa que mis alumnos aprendan la historia más reciente por eso suelo pararme más en los temarios a partir de la I Guerra Mundial. Soy un outsider", termina Carlos García que anima al resto de profesores a centrarse más en el siglo XIX y XX, "cuna de muchos de los problemas que volvemos a repetir".

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