50 años: el principio del fin de la dictadura

La resistencia también tuvo nombre de mujer: cinco antifascistas que pelearon a la sombra de la dictadura

Tomasa Cuevas, Concha Pérez, Mercedes Núñez, Esperanza Martínez y Ana Sirgo.

Muchas pasaron a la historia como madrinas de cárcel o como mujeres de preso. Eran las que cuidaban, las que sostenían y las que trataban de reparar el dolor infligido por las garras de la dictadura sobre la disidencia política. Las que llevaban cartas a los presos y las que lavaban su ropa fuera de las prisiones. Pero también fueron las torturadas, las encarceladas y las que aprendieron a leer en el exilio. Quienes han investigado su historia, saben bien que la oposición al régimen no habría sido posible sin ellas. A pesar de que la mayoría de sus nombres siguen sin encontrar su lugar los libros.

Precisamente para tratar de corregir esa ausencia trabajan las autoras del libro Represión franquista, resistencia antifranquista y memoria histórica democrática de las mujeres (Plaza y Valdés Editores, 2025), un manual con vocación didáctica que busca recuperar "la memoria histórica de las mujeres como sujetos de acción". Así lo señala Desirée Rodríguez, doctora en estudios interdisciplinares de género por la Universidad de Alcalá, quien lleva tiempo buceando en los archivos militares para recuperar los nombres de las mujeres represaliadas por el franquismo. 

"Es importantísimo que la gente conozca" a todas estas mujeres, razona al otro lado del teléfono, porque sólo de esta manera podrán construir su "conciencia política y decidir en concordancia", especialmente los más jóvenes. "Uno es coherente cuando es conocedor de lo que se ha vivido. Los cuarenta años de dictadura taparon toda su memoria, rescribiéndola a su antojo". 

Asiente Beatriz García, coautora del libro, doctora en Historia y profesora en la Universidad de León. Ellas "siempre han estado relegadas a un segundo plano, ligadas al ámbito doméstico y excluidas de la vida pública", reflexiona, una marginación simbólica y material que se ha hecho extensiva a la hora de recordarlas. Incluso para que ellas "dejaran su propio testimonio, han tenido que pasar muchos años".

García se detiene en todas las acciones populares lideradas por mujeres que pasaron desapercibidas a ojos de la historia. "Las mujeres de preso dejaban notas clandestinas a los encarcelados y hacían cola en los mercados pidiendo bajadas de precio. Estaban protestando contra el régimen y quizá sin ellas la dictadura no se habría ido deteriorando hasta desaparecer", clama la historiadora. Reconstruir sus historias, coinciden ambas, es una forma de reparar las grietas de la desmemoria.

Tomasa Cuevas, la voz de las presas

Casi al mismo tiempo que prendía la mecha de la revolución rusa, resonaba a miles de kilómetros el llanto de una recién nacida. En un pequeño pueblo de la provincia de Guadalajara nacía Tomasa Cuevas (1917-2007), a quien le envolverían enseguida los vientos de cambio que llegaban desde el otro lado del globo. Con catorce años comenzó a militar en la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) y con el estallido de la guerra se incorporó a tareas de retaguardia en defensa de la República.

En 1939 fue condenada a treinta años de prisión, llegando a pasar hasta por cinco cárceles distintas. Tras estar recluida durante un lustro, fue desterrada a Barcelona, donde pasó a engrosar las filas del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), hasta ser detenida en 1945. Los hermanos Antonio y Vicente Juan Creix serían los encargados de someterla a las brutales y tristemente célebres torturas que marcaron con sangre la sede policial de Via Laietana.

En 1946 se casó con su compañero Miguel Núñez. Desde entonces, ninguno de los dos dejaría de pelear en clandestinidad. El PSUC facilitó su salida del país, primero con destino a Francia y después a Praga. Hasta 1969 no pudo regresar. No sólo vivió en primera persona el horror de las cárceles, sino que fue una de las militantes antifranquistas claves a la hora de cosechar los testimonios de las mujeres que perdieron la libertad entre los barrotes de las celdas.

Concha Pérez, miliciana libertaria

Entre los conocidos como los Aguiluchos de les Corts, había siete nombres de mujeres. Uno de ellos era el de Concha Pérez Collado (1915-2014). La miliciana anarquista comenzó a participar en el movimiento libertario cuando era solo una adolescente, fiel heredera de la tradición anarquista que había atravesado la vida de su padre. Concha no dudó en decantarse por la lucha armada como vía hacia la liberación de la clase trabajadora, se formó conscientemente para enfrentar los horrores de la guerra desde primera línea y participó en acciones revolucionarias como el ataque a la prisión del Modelo para liberar a presos políticos. 

En 1937 fue capturada en los aledaños de Plaza Catalunya y, un año después, la caída de Barcelona precipitó su salida del país. Fue una de las muchas que acabaría en el campamento de refugiados de Argelès, donde asistió a sus compañeras ejerciendo voluntariamente como enfermera.

Consiguió regresar a su tierra a principios de los años cuarenta. En el Mercado de Sant Antoni, bajo la aparente sencillez de un inocente puesto de barrio, instaló una parada que funcionó durante la dictadura como punto de encuentro clandestino para el movimiento anarquista de su ciudad. Militante de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), la sindicalista fue además un icono de un movimiento al que dieron sentido las mujeres: el activismo vecinal y antifascista. 

A finales de los noventa, con ochenta años cumplidos, fue una de las encargadas de dar vida al colectivo memorialista Mujeres del 36. Fue no sólo una de las protagonistas de la historia, sino también una de las voces que de forma tenaz e insistente mantuvo su compromiso por recuperar la memoria colectiva de las mujeres. 

Mercedes Núñez, una superviviente de los campos nazis

Mercedes Núñez Targa (1911-1986) no experimentó las miserias propias de las clases populares. Nació a principios del siglo pasado y recibió una educación completa, casi privilegiada, el puente a través del que canalizaría un interés genuino por el arte y la política. Tras pasar por el tejido cultural y asociativo de su ciudad, ingresa con veinte años en las filas de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Era abril de 1936.

Tras el golpe fascista, entró en el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), donde contribuyó realizando labores administrativas durante la guerra. Cuando las tropas franquistas tomaron Barcelona, su partido le encargaría reorganizar la estructura en A Coruña. Meses después, sería detenida y en noviembre de 1939 se produciría su primera entrada en la cárcel. Fue juzgada en consejo de guerra y condenada a doce años y un día por "auxilio a la rebelión". 

Un error administrativo sería el responsable de darle una oportunidad: en enero de 1942, obtuvo la libertad condicional. Mercedes sabía que debía ser rápida y hábil preparando su huida clandestina, así que en julio cruzó los Pirineos bajo una falsa identidad. Llegaría a Francia, pero sería detenida y encarcelada en Perpiñán, para ir a parar después al campo de Argelès. En enero de 1943, se incorpora a la resistencia francesa como enlace.

Su experiencia en las cárceles españolas sería sólo una aproximación al horror que viviría después en las prisiones y campos de concentración nazis, tras ser deportada a suelo alemán. La comunista pasaría cuarenta días en el campo de Ravensbrück, ocupado exclusivamente por mujeres. En julio de 1944 fue enviada al Kommando Hasag, un complejo industrial situado en Leipzig (Sajonia), donde es obligada a trabajar en una fábrica de armamento destinado a abastecer al ejército alemán. Cuando fue liberada por las tropas aliadas, la española agonizaba en el campo de Leipzig, asediada por la enfermedad y a la espera de un final que parecía inesquivable en la cámara de gas. 

Regresar a España se entretejía como una tarea imposible, pero su militancia le llevó a tender la mano a migrantes españoles y a colaborar con publicaciones clandestinas en oposición al régimen. Con la muerte del dictador, pudo atravesar las fronteras y asentarse definitivamente en Galicia. Pasó el resto de sus días peleando por el reconocimiento institucional a los deportados. Aquella sería su última batalla.

Esperanza Martínez, Sole: la última guerrillera

Aunque nació como Esperanza Martínez (1927), pasaría a la historia con otro nombre, el que lució orgullosa como guerrillera. No fue, en realidad, una anomalía en su familia: el grueso de sus miembros había sido rebautizado como consecuencia de su compromiso político. Esperanza nació un abril de 1927, en una aldea conquense. Su padre daba apoyo a los maquis de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA) y pronto la joven seguiría sus pasos con entrega: primero como enlace, después como guerrillera. Ahí nació por segunda vez, bajo el nombre de Sole. 

En diciembre de 1949 se integra en el sector cinco de AGLA junto a sus hermanas y un año después se afilia en el Partido Comunista de España (PCE). En 1952 sería detenida, a bordo de un tren en Miranda de Ebro. Fue sometida a dos consejos de guerra y condenada por "bandidaje y terrorismo" primero, por "espionaje y comunismo" después. 

Sole se vería obligada a habitar distintas cárceles del país durante una década, hasta ser puesta en libertad provisional en 1967. Sus pasos le llevaron a Zaragoza, donde fue a dar con el Movimiento Democrático de Mujeres. En la misma ciudad, conoció al sindicalista Manuel Gil, con quien se casaría en lo que sería el primer matrimonio civil de la ciudad. El templo donde se celebró la unión fue la cárcel donde él cumplía condena. Hoy, es la única guerrillera antifranquista que sigue con vida.

El tacón de Anita Sirgo

Ana Sirgo (1930-2024) se asomó al mundo en el seno de una familia de mineros, en una diminuta parroquia de la asturiana cuenca del Nalón. El compromiso político la abrazó desde la cuna: con la caída de la Segunda República, su padre formó parte de la resistencia y su madre fue encarcelada por sus ideas políticas. Criada por sus tíos, la joven comenzó a trabajar en el campo, pero jamás rompió con su genealogía: desde los nueve años colaboró como enlace para la guerrilla y con tan sólo doce fue detenida. En 1947 vería por última vez a su padre, asesinado y enterrado en una de las miles de cunetas todavía sin localizar.

Cómo (no) se cuenta el franquismo en la escuela española

Cómo (no) se cuenta el franquismo en la escuela española

En la primavera de 1962 echó a andar la huelga minera que marcaría un antes y un después. Todos la conocerían como la huelgona. Ante la amenaza de un fracaso inminente, fueron las mujeres quienes a través de la organización y el apoyo mutuo consiguieron recuperar el ánimo colectivo. Anita participó decididamente en la coordinación de grupos clandestinos, recolectó ayuda en forma de alimentos, organizó piquetes, difundió propaganda y recogió fondos para respaldar a sus compañeros. Se atrevió a atrincherarse entre las paredes de la catedral de Oviedo junto con otras cuarenta mujeres, una acción tan visible que resonó en países como Francia o Bélgica. 

Fue una de las muchas mujeres que sufrió los efectos de la represión, siendo encarcelada y rapada tras su participación en la huelga. Perdió la audición del oído izquierdo como consecuencia de las palizas en la cárcel. Manuel Fraga, icono de la desmemoria y reivindicado por algunos como padre de la democracia, negó las torturas y se mofó públicamente de la víctima, a quien redujo a la categoría de "hija de un bandolero". 

Años después, la comunista se subiría a un tren nocturno camino a Francia, tras enfrentarse a la policía tacón en mano. Pasaría años viviendo refugiada en el país galo, donde aprendería a leer y escribir. En 1965 pudo regresar a su país y continuar luchando en las filas del Partido Comunista de España (PCE), hasta el final de sus días. Falleció en enero del año pasado. Sobre su féretro, tres símbolos: la bandera tricolor junto a la de Comisiones Obreras, un lustrosísimo zapato de tacón y un puñado de granos de maíz, como el que décadas antes había arrojado a los pies de los esquiroles durante la huelga minera que desafió a la dictadura.

Más sobre este tema
stats