TRIBUNALES
Teresa Peramato: una fiscala progresista y feminista para defender a la Fiscalía del tutelaje del Supremo
Cuando un hombre preparado defiende intensamente sus argumentos, incluso con vehemencia, es digno de elogios. Ese sujeto será "una persona de firmes convicciones", alguien "muy serio" en el buen sentido de la palabra, o con "gran capacidad argumentativa". Esas habilidades y capacidades, sin embargo, en el caso de una mujer de igual o superior formación, suelen dar lugar a comentarios despectivos. Se tratará entonces de una persona "problemática", "que se opone a todo" y "genera tensiones". Un rasgo personal que, a diferencia del caso de los varones, no da lugar a alabanzas, sino que en muchas ocasiones, suele generar sospechas y, en los ámbitos más machistas, incluso descalificaciones.
Los que conocen a Teresa Peramato (Salamanca, 1962) aseguran que esas virtudes están entre sus principales rasgos. Lo que define a la futura fiscala general del Estado, según esas fuentes, es "un extraordinario rigor técnico" y una "envidiable capacidad de trabajo" que, en sus 35 años en la carrera, la han llevado a convertirse en una de las principales especialistas en violencia machista de nuestro país. De la futura jefa del Ministerio Público –llamada al puesto tras la dramática salida de Álvaro García Ortiz tras una condena de la que todavía no se conocen las pruebas– se valora su "seriedad", pero también la "elocuencia" y el respeto que genera entre los que la rodean. El Gobierno ha elegido a una persona de perfil claramente progresista –fue presidenta de la minoritaria Unión Progresista de Fiscales– y feminista.
La preferencia del Ejecutivo de Sánchez se interpreta, en lo político, como continuista. Procedente de la cúpula de la UPF, como María José Segarra, Dolores Delgado y García Ortiz, Peramato escaló en el cuerpo de la mano de estos dos últimos. Fue Delgado quien la ascendió en 2021 a fiscala de Sala –el equivalente a magistrada del Supremo en la Fiscalía– de Violencia sobre la Mujer. En ese campo es donde ha desarrollado principalmente su trabajo en los últimos 20 años. En 2005 fue designada fiscala delegada para la sección de Violencia sobre la Mujer de la Fiscalía de Madrid. En 2010 se convirtió en adscrita a esa Fiscalía de Sala y, tras un paso de tres años por el Tribunal Constitucional (un período que la propia Peramato considera crucial para su formación en derechos fundamentales), volvió ya en 2021 como máxima responsable del Ministerio Público en ese campo.
El último gran salto lo dio el pasado 14 de enero de la mano de García Ortiz. Su antecesor en el cargo la nombró fiscala de Sala jefa de lo Penal de la Fiscalía del Tribunal Supremo, uno de los destinos en el que se encuentran varios de los adversarios más virulentos contra el anterior fiscal general (y previsiblemente contra ella) dentro del propio cuerpo, como los que se encargaron del juicio del procés y luego se opusieron a la ley de amnistía (Consuelo Madrigal, Javier Zaragoza, Fidel Cadena y Jaime Moreno). Se trata, pues, de una persona de la máxima confianza de García Ortiz. Varios fiscales consultados niegan que forme parte de su círculo personal, pero sí de su entorno profesional más valorado. Algunos se atreven a aventurar que el recién dimitido jefe del Ministerio Público habría sido quien ha sugerido su nombre como posible sucesora.
Haya o no sido García Ortiz su valedor, lo cierto es que, según las fuentes consultadas, ambos coinciden en su modelo de lo que debería ser la institución. "Un órgano que sea independiente no solo del Gobierno y del poder político, sino también del poder judicial". Un Ministerio Público "con criterio propio" y "que no se pliegue necesariamente a la doctrina del Supremo", el órgano que lo acaba de descabezar tras una instrucción y un juicio muy polémicos que han terminado desencadenado una tremenda ola de indignación con acusaciones gruesas de lawfare. Peramato es, como el anterior fiscal general, una firme defensora de que sean los fiscales los encargados de instruir las causas penales, como prevé el proyecto de ley orgánica de enjuiciamiento criminal que acaba de aprobar el Gobierno.
El aplauso de las feministas
"Una buenísima noticia". Es, en síntesis, la sensación que deja el nombramiento de Peramato entre las juristas feministas. "Una gran elección", asienten algunas de las voces consultadas. "Fantástica", claman otras. "Miedo al acantilado de cristal porque es el momento más difícil de la historia de la Fiscalía General del Estado. Pero feliz por las mujeres", reseña una jueza. El acantilado de cristal es el fenómeno, acuñado por la doctrina feminista, según el cual las mujeres tienden a asumir liderazgos en momentos de crisis.
En todo caso, la celebración es unánime y no sólo resuena en los pasillos de tribunales, sino también en el seno de las organizaciones feministas. "La mejor noticia. La mejor fiscala", asiente la directora de una de las entidades más relevantes del país. Todas coinciden en señalar el compromiso feminista de la fiscala como garantía de progreso.
Es uno de los sellos que marcan la trayectoria de Peramato. Ha recorrido las fiscalías de audiencias provinciales y tribunales superiores de justicia, aterrizando en la sección de violencia sobre la mujer del TSJ de Madrid en 2005. Caminó junto a Soledad Cazorla, la primera fiscala de sala especializada en violencia machista, quien observó con tino y preocupación la situación de los menores. Es precisamente esa misma mirada la que Peramato llevaría consigo durante sus años de carrera.
En 2021, ya como fiscala de Sala de Violencia sobre la Mujer, presumía de una de las grandes victorias para el movimiento feminista: el descenso en picado de las visitas de padres maltratadores a sus hijos, al calor de la ley de protección a la infancia. Peramato se ha expresado de forma categórica y sin titubeos contra los llamados arrancamientos de menores, insistiendo en la necesidad de aplicar perspectiva de género ante casos complejos.
Esa ha sido su principal línea de trabajo: examinar, investigar y estudiar los pormenores de la violencia de género para poder construir estrategias capaces de proteger a las víctimas. Ese tesón explica su posición ante la ley del sólo sí es sí y su voluntad expresa por huir del ruido. Peramato se dedicó a analizar el encaje jurídico del consentimiento observando la legislación internacional, su aplicación en los tribunales y su impacto sobre las víctimas. Por eso optó por la cautela ante las primeras rebajas de penas y defendió hasta el final la necesidad de evitar los automatismos.
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"No se puede hacer un cálculo simplemente aritmético para rebajar la pena", señalaba en entrevista con infoLibre. Hay que ir más allá, sostuvo entonces, mirando el contexto, las circunstancias y los hechos probados. Ese fue el espíritu de la circular emitida por la Fiscalía en 2023.
Peramato ha reconocido siempre la existencia de fallos en el sistema, pero la crítica la ha combinado con un respeto pulcro hacia la institución: "Hemos avanzado muchísimo en perspectiva de género y estamos intentando integrarla en la investigación y en las resoluciones judiciales", afirmó en la misma entrevista. Por eso, en parte, nunca ha comulgado con la idea extendida de que la justicia es en sí misma patriarcal.
Colaboró activamente en los llamados comités de crisis –las reuniones institucionales de trabajo ante la acumulación de cinco feminicidios o más en un mes–, insistiendo en la necesidad no sólo de analizar cada crimen machista, sino también de estudiar los intentos de homicidio, con el objetivo de escudriñar la actuación de los agresores y así poder prevenir los asesinatos.