Estados Unidos ya no oculta su interés en el Magreb aprovechando la situación en el Sáhara Occidental
La resolución de la ONU del 31 de octubre de 2025 sobre el futuro del Sáhara Occidental, bastante favorable a Marruecos, no podía llegar en mejor momento: un mes antes, el régimen de Mohammed VI se enfrentaba a unas protestas sociales cuya naturaleza y magnitud nadie había previsto. Impulsadas por miles de jóvenes, comenzaron el 27 de septiembre en varias ciudades del reino y continuaron durante casi una semana, para ir perdiendo fuerza progresivamente.
Con la aprobación de esta resolución, que reconoce el proyecto marroquí de autonomía en el Sáhara Occidental como “base de las negociaciones, sin condiciones previas” con los independentistas del Polisario, apoyados por Argelia, la diplomacia marroquí ha logrado un importante objetivo estratégico: relegar a un segundo plano la opción del referéndum, que podría conducir a la independencia de la “República Árabe Saharaui Democrática”, favoreciendo un proyecto que podría garantizar una cierta soberanía de Marruecos sobre este territorio del tamaño de media Francia.
Pero la forma en que se redactó la resolución (exclusivamente por Estados Unidos) y la aprobación con once votos a favor y tres abstenciones (Rusia, China y Pakistán), sin que Argelia participara en la votación, obliga a relativizar el éxito diplomático de Marruecos: una victoria, sin duda, pero una “victoria incompleta”.
Aunque el texto de la ONU reconoce, en un primer momento, el proyecto de autonomía marroquí como base para las negociaciones sin condiciones previas, “olvida” sin embargo incluir la famosa fórmula “bajo soberanía marroquí”, cuyo peso jurídico y relevancia diplomática no son desdeñables.
En un segundo párrafo, la resolución pide a ambas partes, Marruecos y el Frente Polisario, que busquen una solución “mutuamente aceptable que garantice la autodeterminación del pueblo del Sáhara Occidental”. Ahora bien, uno de los mecanismos jurídicos fundamentales para la aplicación del principio de autodeterminación no es otro que el referéndum, y Marruecos considera hoy esa opción “obsoleta” y la rechaza de pleno, a pesar de que fue el rey Hassan II (1929-1999) quien la puso sobre la mesa de la ONU en 1981.
Una resolución que dice mucho, pero no lo suficiente
Incluso el enviado especial del secretario general de la ONU, Staffan de Mistura, no dudó en matizar, en una rueda de prensa en Bruselas el 5 de noviembre, lo que muchos consideraron una victoria de la diplomacia marroquí: “La resolución 2797, en sus párrafos cuidadosamente redactados, establece un marco para las negociaciones. No prescribe un resultado predeterminado”.
Eso explica sin duda la decisión de prorrogar una vez más por un año el mandato de la Misión de las Naciones Unidas para la Organización del Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO), cuando solo debía ser por tres meses.
En realidad, la redacción de esta resolución, que parece decir mucho pero no lo suficiente, refleja la aspereza de las negociaciones, incluso de los regateos que precedieron a la versión definitiva, entre el bando de los “aliados” de Marruecos (Estados Unidos y Francia) y el de los “amigos” de Argelia (Rusia y, en menor medida, China) para llegar a una redacción mínimamente consensuada. Pero si bien este ejercicio fue acrobático, el resultado no carece de interés: a pesar de todo, parece vislumbrarse una pequeña luz al final del túnel para resolver políticamente un conflicto que dura ya medio siglo.
La resolución refleja también, y sobre todo, el peso del apetito por el Magreb y el Sáhara Occidental, un territorio rico en recursos naturales, especialmente fosfatos, minerales, potencial eólico y solar y, según se dice, reservas de petróleo y gas.
“Fomentar las inversiones”
En este sentido, Estados Unidos es el primero en frotarse las manos, que ocupa un lugar destacado en lo que parece un inmenso bazar, embrionario pero cargado de promesas económicas. En un discurso triunfalista pronunciado el 31 de octubre, día de la aprobación de la resolución, convertido en fiesta nacional en Marruecos, el rey Mohammed VI evocó explícitamente este paso, al tiempo que dio prioridad implícita a su aliado americano: “Se ha extendido ampliamente el reconocimiento de la soberanía económica del reino sobre sus provincias del sur después de que grandes potencias económicas como Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Rusia, España y la Unión Europea decidieran fomentar las inversiones en estas provincias y promover los intercambios comerciales con ellas”.
Según las declaraciones de los diplomáticos estadounidenses, realizadas tanto antes como después de la aprobación de la resolución, el despliegue económico en el Magreb debe inscribirse, en primer lugar, en una lógica de equilibrio entre los dos “hermanos enemigos” y en un entorno regional apaciguado. “Washington está trabajando activamente para alcanzar un acuerdo de paz entre Marruecos y Argelia, cuya firma está prevista para dentro de dos meses”, declaró a la cadena americana CBS, seis días antes de la votación de la ONU, el enviado especial de Donald Trump para Oriente Próximo, Steve Witkoff.
En Rabat, la voluntad de apaciguamiento se expresa al más alto nivel del Estado y figura en casi todos los discursos reales, incluido el del 31 de octubre: “Invito a mi hermano, su excelencia el presidente Abdelmadjid Tebboune, a un diálogo fraternal sincero entre Marruecos y Argelia para que, una vez superadas nuestras diferencias, sentemos las bases de unas nuevas relaciones basadas en la confianza, la fraternidad y la buena vecindad.”
Tengo orígenes pieds-noirs y creo que en Argelia me aprecian
A estas nuevas circunstancias se suma otro factor: la crisis política y diplomática que dura desde hace más de un año entre Francia y Argelia, creando un vacío que sin duda reforzará aún más la presencia americana en el Magreb. Los últimos dardos lanzados por el ministro del Interior francés, Laurent Nuñez, a su predecesor, Bruno Retailleau, que había convertido el sentimiento antiargelino en un tema electoralista, reflejan un cambio de rumbo, incluso el comienzo de una revisión de la diplomacia francesa hacia su antigua colonia.
“Tengo orígenes pieds-noirs y creo que me aprecian en Argelia, país con el que siempre he trabajado mucho, tanto cuando estaba al frente de la DGSI como cuando era coordinador de inteligencia”, afirma en una reciente entrevista concedida a La Tribune dimanche. La alusión de Laurent Nuñez a las elecciones de 2027 y, por extensión, a su predecesor, no puede ser más explícita: “Mi nombramiento ha sido bastante bien recibido [en Argelia]. Los comentarios en los medios de comunicación decían: es alguien más moderado, más abierto al diálogo, que también está más cerca del presidente de la República. Y además no soy miembro de ningún partido, no tengo una postura política, no aspiro a nada para 2027.”
Por invitación de su homólogo argelino, está prevista incluso una visita de Laurent Nuñez a Argel en diciembre.
Calor y frío en Argelia
En el palacio El-Mouradia, sede de la presidencia argelina, sigue soplando frío y calor para posicionarse mejor en lo que parece una “pax americana” con reflejos muy plateados: “La cuestión del Sáhara Occidental es un caso de descolonización. No voy a abandonar el Sáhara Occidental”, advirtió el presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, una semana antes de la votación de la resolución de la ONU, ante una audiencia de altos mandos que aplaudían con entusiasmo cada una de sus frases.
Pero el 18 de noviembre llega el momento de la distensión. El tono cambia: ese día, la diplomacia argelina declara estar dispuesta a “apoyar cualquier iniciativa de mediación” entre el Polisario y Marruecos, para buscar una “solución justa, duradera y definitiva a la cuestión del Sáhara Occidental […] de conformidad con todas las resoluciones de la ONU”. ¿Incluida la última? “Incluida la última”, asegura el ministro argelino en una rueda de prensa.
En ese caso, ¿sobre qué base podría llevarse a cabo esa mediación? ¿Sobre la base del proyecto de autonomía marroquí, tal y como prevé la primera parte de la resolución, o bien según el principio de autodeterminación “del pueblo del Sáhara Occidental”, tal y como indica la última versión del texto de la ONU, lo que supone la celebración de un referéndum? Estas preguntas siguen ahí, a la espera de respuestas menos ambiguas.
El Sáhara Occidental, ante la última batalla de la descolonización
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El statu quo que ha congelado este asunto durante más de un siglo parece tener aún un largo camino por delante, lo que, en última instancia, convendría a todos. Incluidos los “hermanos enemigos” del Magreb.
Traducción de Miguel López