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Afganistán: la pugna en el tablero internacional

Annabella Calvo

Hasta la fecha, tres han sido los grandes poderes hegemónicos que han establecido su vasto poder sobre el tablero mundial: las Provincias Unidas de los Países Bajos (1648 a 1660); el Reino Unido ostentaría supremacía durante un período algo mayor que los Países Bajos, concretamente, desde (1815 a 1848) y, finalmente, Estados Unidos se alzaría como hegemon tras el final de la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de los años 70; hoy, a pesar de su fuerza en la escena internacional, el poder de este se ve flanqueado por otros Estados o regiones que pugnan con él. Empero, las potencias hegemónicas tienen puntos débiles, que no dejan de ser sino el intento de conservar el monopolio del orden mundial, lo que también los lleva a su finitud o declive.

En este punto, otros Estados comienzan a cuestionar militarmente al poder hegemónico; en otras palabras, la historia de la hegemonía mundial ha venido acompasada por el auge y la caída de potencias, la decadencia de un hegemon vendría acompañada de alianzas estratégicas para posibilitar el relevo, tal y como pasó con Gran Bretaña tras la Segunda Guerra Mundial, que dio paso al hegemón estadounidense.

Hay que subrayar que, la escena internacional en estos momentos se está conformando por más de un hegemon o semihegemon al tiempo, con potencias de fuerte calado a nivel regional. Por todo lo cual, el fracaso de EE. UU. en Afganistán, sumado a la fuerza que impregna desde hace tiempo China, podría ser el principio del ocaso del primero y el despegue final del segundo.

Lo cierto, es que hoy Afganistán es el reflejo meridiano de un Estado fallido donde, los intereses particularísimos de algunos Estados, el caos provocado por estos señores de la guerra, los talibanes y la omnipresente esencia de una misoginia llevada a la categoría de aberración, hacen de este país un lugar donde hasta los perros han intentado huir. No obstante, y sirva como pequeña anécdota, Gran Bretaña fletó un avión con más de 500 perros y gatos, algo que, por otro lado, provocó protestas en amplios sectores de la sociedad británica.

Mientras, miles de afganos han salido de su país dejando atrás una vida bajo la incógnita de un futuro lleno de interrogantes, no son pocos los Estados que pugnan por lograr influencia en una zona marcada tanto, por la incertidumbre como, por la barbarie. Unos, buscando mejor posicionamiento dentro del tablero, otros, en aras de preservar su posición, al tiempo, evitar agitar contagios en zonas de su influencia.

China, Rusia, Pakistán e India junto a Estados como Kirguistán, Kazajistán, Uzbekistán y Tayikistán (Estados de Asia Central) son los nuevos actores, no por ellos ajenos a la situación que se ha vivido en Afganistán desde la invasión rusa en 1979, que configuran el tablero sobre el que pivota el «nuevo Afganistán». Empero, todos ellos son miembros de la Organización para la Cooperación de Shangai (Shanghai Cooperation Organization, SCO por sus siglas en inglés.) fundada en 2001. La OCS es una herramienta estratégica solidificada en aras de reforzar relaciones bilaterales.

En estas líneas analizaremos el papel de China, Rusia, la UE, y EE. UU. como grandes actores.

Grosso modo, para Pekín es de suma importancia asegurarse de que la zona no sufra grandes altercados. Y lo es por varios motivos. En primer lugar, para China es vital asegurar el proyecto de la Nueva Ruta de la Seda (UCUR, u OBOR) por sus siglas en inglés. Este titánico proyecto emprendido por China según los expertos puede producir un cambio geopolítico trascendental en este siglo XXI. De otro lado, nos encontramos con el problema que supondría para Pekin, que la agitación de Afganistán se trasladase por el norte a los países del Asia Central y por el sur hacía Pakistán, el actual beneficiario de la entrada de los talibanes en Afganistán. No obstante, fue Pakistán quien dio, de manera interesada y con claros fines geoestratégicos, refugio a los Talibán en sus horas más bajas. Todo lo cual, provoca en China un fuerte temor, y su máximo interés es el de procurar que Kabul mantenga la puerta cerrada al terrorismo.

De ahí que Pekín no reparará en utilizar una serie de herramientas que, hasta ahora, las iba compensando con otros mecanismos como, la cooperación y coordinación. La finalidad, proteger a toda costa, la región autónoma de Xinjiang de cualquier contagio terrorista proveniente de Afganistán. Sin embargo, esta región se caracteriza por estar asociada a grupos étnicos minoritarios, y territorio clave para la nueva Ruta de la Seda. En cualquier caso, la satisfacción de China se hace patente ante lo que ellos entienden como fracaso de Washington.

En el caso de Rusia, Putin está actuando con insondable cautela, no obstante, el recuerdo del colapso de la otrora Unión Soviética tuvo mucho que ver con la desastrosa retirada de los soviéticos de Afganistán en 1989. Por ello, aunque Moscú a fecha de hoy, no ha reconocido a los talibanes como señores de Kabul, de manera subliminal va tomando posiciones en un tablero disputado, la finalidad, sin duda, obtener una influencia perdida tanto en el propio Afganistán como en toda la región.

Uno de los puntos calientes y que debe cuidar Moscú son las repúblicas Tayikistán y Uzbekistán, las cuales hacen frontera con Afganistán, de ahí que el Kremlin sea muy cuidadoso a la hora de tratar a los nuevos señores de Kabul. En puridad, dos son las prioridades de Moscú en la zona, de un lado, mantener buenas relaciones con los Talibán, de otro, que estos no utilicen el territorio afgano para atacar intereses rusos. También es de suma importancia alejar el temor del terrorismo yihadista de ciertos territorios de su área de influencia. A todo lo dicho, el Kremlin espera poder resituarse dentro del tablero internacional con más fuerza que antes.

El caso de la UE es mucho más complejo, con una UE no coordinada en su política exterior, y con una PESC con demasiadas lagunas, y el freno de la regla de la unanimidad, la realidad, es la aparición de los intereses particulares de sus miembros, primando por encima del bien de todos sus Estados Miembros. En puridad, la UE, en Afganistán ha actuado en todo momento bajo el paraguas de los EE. UU. una vez que estos deciden abandonar el país, los problemas internos que la UE arrastra salen a la luz de manera vertiginosa.

Diversas son las cuestiones a las que se va a enfrentar la UE, de un lado, son varios los países que están o estarán próximamente sumergidos en la vorágine de elecciones. Alemania decide su Parlamento a finales de septiembre, tras lo cual será designado un nuevo canciller, con el hándicap de la poca consistencia de sus candidatos, a tenor de los expertos.

Francia tiene comicios a primeros del año que viene, con una ultraderecha bien situada según pronostican las encuestas y, por último, de ahí, que el temor a la misma revierta en cierta cautela respecto a los refugiados afganos por parte del Eliseo. El Gobierno de ultraderecha de Hungría también tiene convocados comicios para el 2022, allí no se esperan cambios significativos, o lo que es lo mismo, el discurso xenófobo seguirá tomando fuerza.

Todo lo cual lleva aparejado que el problema de esta crisis de refugiados se convierta en una patata caliente que ningún Estado quiera en su plato. Máxime, teniendo en cuenta que la piedra angular para enfrentar este tipo de crisis humanitarias, el Reglamento de Dublín hace agua desde 2015. Con la solución final de optar a pagar a terceros países por acoger a estos refugiados afganos. O lo que es lo mismo, dejar el problema fuera del territorio de la UE.

Por último, la administración de Biden ha sido consciente de que el tiempo de los neocons y su afán por exportar el sistema de valores que impregna a Occidente hoy, es algo baladí. Ha quedado suficientemente demostrado que aquellos parámetros que son piedras maestras en los sistemas políticos occidentales no tienen por qué ser ni, adecuados ni, correctos en otras latitudes, con culturas e idiosincrasias muy alejadas de las occidentales. En otras palabras, Estados Unidos en su afán de implementar el modelo de intervencionismo liberal, a través o, bajo el paraguas de la democracia ha resultado un estrepitoso fracaso en Afganistán. Luego, en la dicotomía, democracia, autoritarismo, EE. UU. obtiene un sonoro suspenso. Indudablemente, la paralización de Afganistán puede llevar consigo un fuerte resurgimiento del terrorismo, por ende, el fracaso de la denominada guerra contra el terror se hace aun si cabe, más patente.

A partir de aquí, se abren toda una serie de escenarios plausibles o futuribles. Que Afganistán vuelva a convertirse en santuario para el terrorismo de Al Qaeda, de hecho, esta organización tuvo su génesis en este país. Que el terror vuelva a mostrar su rostro más cruel en Occidente, lo cual reportaría consecuencias dramáticas y preocupantes. Puede ser que Estados Unidos pierda credibilidad entre sus aliados, y dejen de verlo como ese socio fuerte y creíble. De suceder, tampoco es descartable que la ultraderecha norteamericana, representada por Trump y sus acólitos regresen y con ellos, una implosión de viejas doctrinas, como: “Washington o Manifest Destiny” colisionando de nuevo, con ese multilateralismo por el que aboga la sociedad internacional.

China, procurará cual hormiguita seguir tejiendo su red de alianzas y estrategias con la finalidad última de obtener primacía en el tablero internacional. Europa se postulará como parangón de las libertades, pero, a nadie se le escapa, el auge de la extrema derecha ya en muchos de los Estados miembros, lo cual no deja de ser sino una amenaza potencial para la estabilidad europea, por ende, para la propia UE, como organización internacional.

Pero hoy lo tangible es la inversión en sangre que tanto Occidente como afganos han llevado a cabo y eso parece que es algo intrascendente en los movimientos geoestratégicos de todos y cada uno de los actores que disputan esta sangrienta partida.

Annabella Calvo es socia de infoLibre

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