¿Banalidad o gran negocio?

Antonio García Gómez

Hace años, un jugador del Athletic Bilbao, un tal Yeste, afamado 10 del equipo bilbaíno, al celebrar un gol que había conseguido se remangó la camiseta dejando ver que sus calzoncillos iban salpicados, sobre fondo blanco, de escudos del Athletic, con prevalencia del rojo sobre el blanco. Al día siguiente la demanda en la tienda oficial del equipo desbordó todas las expectativas y se tuvieron que fabricar a toda prisa cientos y cientos de esos modelos de calzoncillos que, naturalmente, se vendieron con rapidez inusitada. Nada nuevo bajo el sol.

Hace poco regalaron un bolso de Hermés a Chiara Ferragni, bloguera e influencer italiana, quiera decirse lo que se quiera decir con eso de 'bloguera e influencer',  ¿especialista en moda, con capacidad de influir a miles y miles de jovencitas y no tan jovencitas?, pues eso. El negocio, una vez lucido el bolso, fue redondo, entre los más de 28 millones de seguidores de la tal influencer, que se dice pronto y que da mucho vértigo.

Por otra parte, últimamente se cotizan al alza los modelos 'clásicos', quiérase decir lo que se quiera suponer que es 'clásico', al menos en cuestión de “complementos”, cuánta cursilada, y así un collar de Tiffany que hace 12 años costaba 250 euros, ahora se cotiza por 1.500 euros, y eso a la baja. Y la demanda es creciente, y sigue y no para, y la estupidez humana es infinita según cuentan los pareados de los estuchitos de azúcar que sirven las cafeterías.

Para satisfacer a los y las megarricos/as en el sector del lujo y la tontería supina, de tal modo que ese mercado de “segunda mano de lujo” haya podido facturar, solo en Europa, más de 31.000 millones de euros, que se dice pronto

En ese sentido la especialización, en cualquier caso, es buscar y exhibir piezas “raras”,  tan banales como sobrecargadas de postureo al alza, difíciles de conseguir en todo caso, para así disparar su precio hasta la estratosfera de la banalidad y el poder adquisitivo de una clientela tan vacua como pudiente.

Y de esa manera, hoy en día se puede y se logra vender un diseño de un bolso Chanel por 23.000 dólares, simplemente por el gozo y la obsesión de mostrarlo en público… ¿a personal entendido? o ¿simplemente envidiosillo?

Negocios, pues, para satisfacer a los y las megarricos/as en el sector del lujo y la tontería supina, de tal modo que ese mercado de “segunda mano de lujo” haya podido facturar, solo en Europa, más de 31.000 millones de euros que se dice pronto y que resulta un gran pelotazo.

El récord de venta en un solo accesorio está en un bolso de piel de cocodrilo de Hermés a una clienta rusa por unos 70.000 euros. Criaturas sobrantes, en todo caso, con necesidades perentorias tan absurdas como insultantes.

Y en esas seguiremos, cuesta abajo, con la inanidad por bandera y la desigualdad como seña de identidad… de una humanidad que se va al garete.

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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