Librepensadores

Billy el Niño

Gonzalo de Miguel Renedo

Todos hemos pasado por un mal trago a consecuencia de una discusión trivial en la calle con un desconocido o de un disturbio dialéctico tras un sobresalto circulatorio. Lo mal que se pasa luego, ¿verdad? Andamos todo el día dándole vueltas, castigándonos por no haber sabido reaccionar con más educación y pesarosos también de haber sufrido un ataque excesivo por la otra parte, la cual, como nosotros, salvo que sea una ameba, andará igualmente dándole vueltas a su lamentable actitud. Horas, días, en ocasiones semanas, padeciendo en el recuerdo aquella experiencia desagradable, hasta que se pasa.

Bien. Pues ahora imagínense a una persona que haya sido torturada a conciencia, abusando de su condición física y mental hasta apurar su resistencia, las más de las veces ignorando la razón de tanta iniquidad. El tiempo que pasa sin que se cure. La tortura es el mal absoluto. Es el ataque a la dignidad humana, sin defensa posible. En España hay torturadores sueltos, como Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño. Este personaje, calificado por sus víctimas como un chulo y un sádico profesional que disfrutaba haciendo sufrir, goza de muy buena salud económica, gracias a su jugosa pensión de inspector de policía, pero también a cuatro medallas pensionadas, una de ellas otorgada en 1982.

Represaliados del franquismo interponen la primera querella colectiva contra 'Billy el Niño' y otros torturadores

Represaliados del franquismo interponen la primera querella colectiva contra 'Billy el Niño' y otros torturadores

Pedro Sánchez se comprometió a retirárselas, pero debe costar mucho expropiar honores indebidos a un canalla. Vivimos en un país en el que resulta extremadamente sencillo desahuciar a un desgraciado por no pagar el alquiler, pero resulta casi imposible recuperar la dignidad pública quitando méritos a un torturador. ¡Cómo para sacar los despojos del dictador del Valle de los Caídos cuando ni siquiera podemos arrancar las medallas de la pechera de uno de sus sicarios!

En fin, la sociedad española padece aún los coletazos de la resaca del franquismo. Y es bueno saberlo. Al menos, piensen en ello la próxima vez que sientan la tentación de hacer un escándalo a cuenta de una discusión de tráfico o montar un pollo a alguien que se salta la cola del súper. No merece la pena sufrir por ello ni magnificar nimiedades cuando uno piensa en el dolor profundo que debe sentir una víctima de Billy el Niño cada vez que se cruza con él en su misma calle, como se relata en el documental galardonado con un Goya, El silencio de otros. Una tortura a título póstumo que permite este Estado nuestro, tan escrupuloso, en cambio, con vigilar la legalidad ajena en otros lares. _____________

Gonzalo de Miguel Renedo es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats