La portada de mañana
Ver
Los nuevos audios de Juan Carlos I elevan la presión para que la Ley de Secretos desclasifique el 23F

Librepensadores

Desfachatez

Santiago Rodríguez

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, desfachatez significa, coloquialmente, descaro o desvergüenza. A su vez, estas últimas palabras equivalen a insolencia, falta de respeto, falta de vergüenza, ostentación descarada de faltas y vicios. Una serie de definiciones que le vienen como anillo al dedo a la derecha española.

Y es que, si por algo se caracteriza la derecha española de toda la vida es por la cara dura que gasta. Son insolentes, no por acusar a los demás de aquello que ellos llevan haciendo toda la vida, sino por tener la desvergüenza de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.

No es que tengan que estar callados, en absoluto, pero que después de lo que ha llovido en este país en asuntos como la corrupción, las cloacas del Estado, la manipulación de los informativos de TVE, los masteres u otra serie de chanchullos, en los que la derecha ha estado presente, cara al sol que más calienta o se ha salido de rositas en los asuntos más espinosos, no se haya retractado, ni haya rectificado, ni siquiera haya pedido perdón, es el botón de muestra de su descaro. Pero además, el problema se agrava porque diariamente asistimos a una oleada de descalificaciones que retratan este descaro y que ahora en la campaña electoral en Andalucía aumenta hasta el paroxismo. Y es que el problema no es únicamente lo que dicen, que también, sino el cómo lo dicen.

La izquierda en general y los gobiernos socialistas en particular, han sido siempre el objetivo de todo tipo de ataques, que no se caracterizan por la crítica política, sino por el descaro, la desvergüenza, la insolencia, la descalificación y el insulto, y que componen todo un tratado de cómo la derecha hace oposición en este país. Una forma de hacer oposición en la que participa, además de los representantes políticos, todo el entramado mediático con sus portadas, titulares, tribunas, columnas, tertulianos oficiales y parlanchines a sueldo.

Vayamos por partes. Que el hasta hace poco portavoz de los populares en el Congreso de los Diputados, se permita el lujo de decir que los informativos de la televisión pública manipulan, únicamente se puede calificar, como mínimo, de descaro por no llamarlo desvergüenza. Pero hay más. La desvergüenza de afirmar que debido al acuerdo alcanzado entre el Gobierno y Unidos Podemos para los presupuestos, en este país, en pocos años, pasaremos hambre como en Venezuela. El descaro con que el líder de la derecha extrema afirma que comparte algunas ideas de las que ha expresado en un reciente mitin la extrema derecha. Por no hablar de sus afirmaciones tendenciosas sobre los hechos históricos, que cualquier persona con un mínimo de conocimientos las calificaría de ignorantes. Por no calificar su actitud en Europa de desleal. O las mentiras sobre los niveles de educación de los chavales andaluces; las sandeces sobre la emigración; la defensa de los empresarios frente al pretendido incremento del salario mínimo; su actitud en relación a la exhumación de los retos del dictador, alegando que ahora no toca; la afirmación de que la ideología que más ha defendido a la mujer es la del PP. Son sólo algunos ejemplos significativos de una actitud que no es nueva y que la derecha mantiene desde siempre.

De hecho, si echamos un vistazo al pasado reciente, nos encontramos con la misma actitud de insolencia, falta de respeto o descaro. Por ejemplo, boicotear la aplicación de leyes con las que no estaban de acuerdo, como la asignatura de Educación para la ciudadanía; jactarse de no financiar la Ley de Memoria Histórica; usar de forma partidista el sufrimiento de las víctimas de ETA o de los atentados del 11-M, consecuencia de la foto de las Azores y de nuestra participación en la Guerra de Irak a pesar de la oposición de la mayoría de la población.

Pero esta desvergüenza, este descaro, esta desfachatez de las derechas españolas y muy españolas, en tanto que representantes políticos de los poderosos, de los amos de España, expresa lo que piensan y hacen estos dueños del cortijo.

Como las manifestaciones del amo de cierta empresa de distribución de alimentos que en un congreso de la empresa familiar dijo que “los empresarios estamos acojonados” y recomendó a sus colegas “salir del armario, dar un paso adelante para comunicar lo que hacen y revindicar su papel y que somos los que creamos riqueza”. ¡¡Ja!! La insolencia no es decirlo, la insolencia es no explicar que dicha riqueza la crean para ellos los trabajadores, a costa de bajos salarios y condiciones precarias.

O como ese otro empresario que figura entre la lista de los más ricos del mundo, que hace poco se embolsó más de mil millones de euros en dividendos. Nada que objetar, salvo que sus empresas pagan impuestos en otro país, mientras que él hace caridad, aunque lo llame donación, con la Sanidad gallega. Menos limosnas y más solidaridad; vamos, menos desvergüenza.

Por no hablar del descaro de los mandamases del Banco de España que se oponen a que se suba el salario mínimo a los trabajadores, mientras que no puso ni pone el grito en el cielo por los escándalos de la banca y no estuvo atento a las desgracias que las prácticas desreguladas de la banca supusieron para parte de la población de este país.

Así se explica que estos señoritos y sus representantes políticos, desprecien no sólo las formas, sino que desprecien y no respeten ni la política, ni las instituciones, ni la democracia.

Desprecian la política como el instrumento de participación de todos los ciudadanos en los asuntos públicos.

Desprecian las instituciones democráticas y representativas cuando no están en el poder. Y cuando están en el poder, los dueños de España convierten el Parlamento, el Gobierno, las instituciones, los ministerios y los demás organismos públicos en agencias de colocación, de chanchullos, de apropiación de dineros públicos para sus amigos, sin importarles el servicio público y el fin último que es el bienestar de los ciudadanos.

Desprecian la democracia, puesto que ellos han vivido, viven y vivirán bien, tanto en la dictadura como en la democracia.

Lo dicho, desfachatez: la tez de facha que tiene la derecha española. ___________________

Santiago Rodríguez es socio de infoLibre.

Más sobre este tema
stats