Estrellas sin firmamento
Hace unas semanas, la policía desarticuló dos tramas mafiosas que se dedicaban a traer niños y adolescentes de varios países de América Latina, bajo la promesa de convertirlos en estrellas del fútbol, “tú serás el próximo Messi”. Huelga señalar que la promesa nunca se cumplía, todo lo contrario. Los “incautos” padres se dejaron los ahorros de su vida y, en algunos casos, con deudas sin poder pagar.
Los estafadores requerían a los “incautos” padres un pago por adelantado de 5.000 euros y cantidades mensuales de 1.500 euros. El gancho consistía, además de ser los “futuros Messi”, en prometerles seguro médico privado, desplazamientos, educación en colegios, alojamiento y manutención. Los captadores además prometían a los chicos que tramitarían sus autorizaciones de residencia para vivir en España, de modo que pudieran alargar su estancia tanto como fuera necesario.
Una vez captadas las familias engañadas y transcurridos unos meses, los plazos legales para permanecer en España se agotaban y se veían obligados a volver a sus países con una mano detrás y otra delante y las arcas familiares en el esqueleto. El “sueño fabricado” de llegar a ser estrellas de fútbol esfumado.
No es necesario, por obvio, recalcar que esperamos que todo el peso de la ley caiga sobre estas mafias que han acabado con el sueño de decenas de niños y adolescentes. Pero la otra pregunta es: ¿Y los padres? Son los padres los primeros responsables de esta vergonzosa estafa. Son los padres los que, en un ejercicio de enajenación de la realidad, pretendían reproducir el periplo de la familia Messi para asegurarse su futuro. No son sólo estos casos que ha desvelado la prensa, son miles de miles de familias (especialmente del tercer mundo) que sueñan con ver a sus hijos como megaestrellas.
No es necesario, por obvio, recalcar que esperamos que todo el peso de la ley caiga sobre estas mafias que han acabado con el sueño de decenas de niños y adolescentes. Pero la otra pregunta es: ¿Y los padres?
Otro tanto ocurre en el vasto y preocupante territorio de los youtubers, influencers, tiktokers… y demás fauna moderna, seguidos por millones de niños y adolescentes en el mundo, cuya única “realidad” empiezan a ser los nuevos “Messi” de la frivolidad en redes. Ya no se trata como en el mundo del fútbol, en el que al menos tengas habilidades con el balón. Se trata de hacer alguna gracieta (forzada por los padres) en un vídeo casero y colgarlo en las redes… y a esperar la ansiada lluvia de likes, que te llevará al camino de la fama y al dinero fácil. Recientemente, una niña de 7 años llamada Nastya, que, al parecer, tiene un canal “Like Nastya” y, al parecer también, es la youtuber más joven que se ha colocado en el top de estas estupideces; nacida en Rusia (Krasnodar) con parálisis cerebral, sus padres empezaron a colgar vídeos de la niña desde los dos años para que se conocieran sus progresos en la enfermedad. Ante la cantidad de likes que recibieron, pronto cayeron en la cuenta de que tenían “una mina”. Cambiaron Krasnor por Florida. Nastya acaba de comenzar el cole y ya es multimillonaria con 85 millones de seguidores y 30 millones de dólares facturados.
En una reciente aparición pública de la niña rusa, miles de niños y niñas (entre 4 y 7 años) la vitoreaban y lloraban. Nuevamente la pregunta es: ¿Fueron esos niños solos al evento? Es de suponer que no. Fueron llevados por sus padres para ver si sus vástagos conseguían emular a la megaestrella.
Un amigo mío diría que “es el signo de los tiempos”… ¿Será? El problema es que, cuando se entra en estas dinámicas, ya es muy difícil la marcha atrás, y el daño a los menores, en muchos casos, es irreversible en términos psicológicos.
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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.