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La feria del chorizo ibérico

T. de Ío

¡Ha sido horrible! esta noche he tenido la peor pesadilla de mi vida ¡me desperté empapado de sudor! tardé bastante en reaccionar, en darme cuenta de que, afortunadamente, todo había sido un mal sueño. Curiosamente, al contrario de lo que me ocurre habitualmente en que solamente me queda un recuerdo nebuloso, una ligera sensación de bienestar o desazón, esta vez puedo recordar nítidamente lo soñado.

Me encontraba en un lugar extraño, en el reino de Pestilandia, de la que no puedo recordar nada más que el nombre y un olor especial, un cierto tufillo a podrido. Cuando me di cuenta de que todo había sido un mal sueño, la sensación de alivio fue muy relajante y, una vez ya totalmente despierto, no paraba de repetirme la inmensa suerte que teníamos los españoles con nuestras instituciones, monarquía constitucional, la Justicia, nuestro estado de derecho, de bienestar, etc.

El sueño comenzaba cuando estaba entrando a unos pabellones, tras haber pasado los correspondientes carteles publicitarios del evento, en los que se podía leer Feria del Chorizo Ibérico.

Como siempre hago en este tipo de acontecimientos, primero hago un paseo rápido para ir tomando nota de aquello que me interesa para, posteriormente, ir pasando por los seleccionados, más detenidamente. En primer lugar me impresionaron favorablemente, por la calidad de sus instalaciones y la variedad de sus propuestas los stands de las Comunidades Campechiana, Souzeares, Andapsocía, Castilla La Santa, Pujolandia y Castizadrid, donde sonaba la canción “Susanita tiene un marrón”.

Había stands de todo tipo institucionales, privados, personales, eméritos etc., todos ellos con nombres de lo más imaginativos, los había pícaros como “Tamayo el oportuno”, “Bleso el travieso” con nombre de películas “Correa, toma el dinero y corre”, o “Los siete magníficos” con el retrato de Marta Ferrusola, Jordi Pujol y su progenie, festivos “Confetis Majadahonda”, entrañables “El aeropuerto del abuelito”, pomposos “La Ciudad de las Artes y el Engaño”, con nombres de heroínas ”La lideresa del gurtelo”, racistas “Bankliando el negro”, con rima “Ere que te erre”, “Ignacito y su pisito”. “Arruinadito por un Ratito”, con nombres de animales “El canario Monaguillo”, de cuento “Corinna y el elefante”, de sagas como la empresa de mensajería “Los Bárcenas” y su lema, “Llevamos solo buenas noticias, ¡te alegrarás cuando llame a tu despacho!” de la industria del ocio “Viajes Díaz Marchans”, etc. etc. etc. etc. etc. etc. etc.

Había editoriales como “Ediciones Tocino” vendiendo su best-seller “Manual del perfecto chorizo” que solo se podía pagar con tarjetas opacas Blesak.

Entre los stands institucionales destacaba Hacienda con su lema bien presente En Hacienda somos como un… como un… comountoro, ¡si pagas te embisto! en donde te metían en el bolsillo un folleto publicitario de los diversos paraísos fiscales y las ventajas fiscales correspondientes, y el calendario de amnistías previstas para los próximos años.

La judicatura también disponía de su espacio correspondiente; aquí eran muy meticulosos con las formas, se ufanaban de tener los procedimientos más complicados del mundo, así siempre el corrupto disponía de más tiempo para acusar a algún juez que no había sido lo suficientemente filtrado y se equivocase pretendiendo imputarles; esto facilitaba a la Justicia detectar y apartar a la manzana podrida de institución tan modélica ¡la ejemplaridad ante todo! Cada año publicaban, en un ejercicio de transparencia, los pocos casos de jueces expulsados, que habían cometido el pecado de la honradez; únicamente en estos casos, debido a la necesidad de preservar el buen nombre de la institución, se permitía que la instrucción y resolución del caso se resolviese por la vía rápida.

En la relación de ponencias en el Auditorio, las que más audiencia tuvieron fueron las impartidas por exbanqueros, así fueron muy interesantes “El invento de las preferentes”, “Cómo acabar con la Banca Pública”, “Cómo hundir un banco y vivir mejor, tras el intento”, “Dar hipotecas para cogerles de los huevos” (este es un poco escatológico), “Vivir entre burbujas” etc. Uno salía de las conferencias abrumado por la gran cantidad de talentos financieros que pasó por allí.

Para finalizar, en una especie de podio elevado estaban los stands dedicados a la nobleza, entre los que destacaba “El duque Denoostado” con una pancarta que decía “Mi palacio por un Castrillo” y donde vendían ejemplares del best seller “La inocente princesita y el malvado de su marido”.

Exhausto, tras muchas horas, abandoné el recinto y cuando llegué al aparcamiento e iba a abrir mi auto, un par de chorizos me asaltan y me conminan a entregarles mi cartera, me resisto y estos rápidamente dan un paso atrás y gritan ¡policía, policía!, al momento llegan cinco coches con sus sirenas encendidas, se hacen cargo rápidamente de la situación, me rodean, me encañonan, me cachean, me quitan la cartera, se la dan a los chorizos junto con el reloj en concepto de daños y perjuicios y me advierten muy seriamente que emitirán una denuncia por resistencia al chorizeo.

El dictamen del juez fue obligarme a hacer un curso de reinserción, impartido a distancia por Aneri, “Cómo mejorar el chazineo”, aunque no tenía reloj ni cartera, aprendí mucho. A los seis meses tuvimos la ceremonia de graduación, soy llamado, me acerco al estrado y un profesor con mil caras se acerca sonriente a entregarme el diploma en forma de chorizo y, en ese preciso instante, ¡me desperté! como dije al principio, empapado en sudor.

Según la moderna teoría de los sueños, parece ser que tienen relación con el inconsciente colectivo; según mi psiquiatra hay que inferir que es un sueño-tipo, una huella astral que nos retrotrae varios siglos atrás, a la era precivilizada, ¡es impresionante la capacidad de superación y el alto grado de sabiduría y conocimiento que ha alcanzado nuestro pueblo y lo que han debido de luchar nuestros ancestros para llegar a tener lo que tenemos! me dice sonriente y compresivo el doctor, advirtiéndome que si el sueño fuese recurrente, tendré que dejar de comer chacina durante una temporada variable en función de la frecuencia, intensidad y demás parámetros medidos en los análisis correspondientes.

Por si acaso, ¡se acabó el jamón!

T. de Ío es socio de infoLibre

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