Frentes, afrentas y enfrentamientos

José María Barrionuevo Gil

Hace ya bastantes añitos, pudimos leer que había gente a la que no le gustaba la palabra frente para poder denominar a una alternativa o partido político nuevo, que nos remitía inexorablemente a la memoria del Frente Popular, que tanto contribuyó nominalmente al mosqueo de los que se creían dueños del cortijo patrio. También nos mosqueó que don Julio, de feliz memoria, nos hablara de Frente Cívico. No llegamos a entender cómo no se había podido dar con otra palabrita, cuando nos podía chirriar a más de uno ese tan didáctico civismo junto con una palabra tan callejera como militarista, que nos ponía mal el cuerpo y hasta nos nublaba tanto las mentes. Hubo otros frentes.

No nos gusta el frente en nuestro andar por casa ni por la calle. Incluso el frente amplio nos puede jibarizar la frente y estrecharla, porque, por ser hija de nuestro complejo de inferioridad, nuestra mente no da grandeza a una alternativa que parece tener las afiliaciones y devociones más que reducidas y contadas, por el poder de los medios que mienten más que parpadean.

Aunque la ciudadanía sea víctima constante de tantísimas afrentas, no puede sentirse ofendida y reaccionar ni por instinto de supervivencia, porque los instigadores de los males de la mayoría están deseando que se reaccione, porque puede  permitirse también la lujuriosa respuesta de fastidiarnos con todos sus poderes. ¡Cuántas provocaciones y afrentas tuvimos que padecer y sufrir en los añitos de la transición! (Así, con minúscula, porque no tuvo la suficiente grandeza).

Además, maniqueísmos nunca más, porque el bipartidismo está otra vez a la vuelta de la esquina y luego nos da el esquinazo con el partido único, que se forja por las penalidades de los enfrentamientos y la gloriosa llegada de los salvadores patrios, que aprovechan la ignorancia y la indolencia del personal, que es alimentada por la falsa afrenta política del todos son iguales.

El desencanto no puede permitirse el lujo fácil de asumir que no se puede construir, que no nos podemos poner de acuerdo, cuando podemos más de lo que nunca hemos imaginado.

Si no queremos hablar de frentes, ni siquiera amplios, que no sea porque nos lo impide el estar armados hasta los dientes, sino porque es la unidad que necesitamos la que lima las asperezas, desoye las afrentas y evita limpiamente los enfrentamientos

Hablando de imaginación, no podemos volver para atrás y menos animarnos equivocadamente a construir entre todos nuevas trincheras, en las que nos podemos hundir y que son las que se tragan tanto trabajo, que es el que necesitamos para construir una sociedad más ecuánime, ya que los ánimos no deben estar para hacer frentes ni trincheras, sino para construir libremente una casa común que no deje a nadie a la intemperie y sin techo protector.

Hablando de casa y de común, podemos reparar en lo fríos y lo vacíos que resultan los palacios. Las dificultades que nos proponemos superar no tienen que ver con conquistas ni reconquistas. Son otros los que se enfrentan y nos tildan de traidores, lo mismo que llamaron traidores a los que defendieron la República de la traición perpetrada por verdaderos traidores y felones del orden entonces constituido.

Las afrentas que casi a diario sufrimos van buscando directamente el enfrentamiento, van buscando que nos veamos obligados a levantar una vez más la frente,  pero no nos obnubilemos constituyendo un frente al que puedan dirigir su artillería de voces, de insultos, de descalificaciones, de desprecios, de anatemas, y que vuelvan a identificar nuestros propósitos de educación, cultura y convivencia  con los mal entendidos del frente popular de hace años, que fue tan denostado y vituperado. 

Además, con esta denominación, que podríamos ofrecerles en bandeja, se simplifica la situación de nuestra nación de naciones, para consagrar el dilema del orden o el caos, como si tampoco hubiera republicanos de derecha. Ya dijimos, hace tiempo, que aquello de “quien no está conmigo, está contra mí” no se le ocurre ni a Dios. Nos sobran todos los frentes y todos los muros, aunque puedan ser los de la vergüenza o los de las lamentaciones. Desgraciadamente en el mundo hay más muros que hace años, más frentes,  más guerras, aunque estén silenciadas por unos medios que nos hablan solo de los frentes que son los más rentables para el oligopolio de los armamentos.

Si no queremos hablar de frentes, ni siquiera amplios, que no sea porque nos lo impide el estar armados hasta los dientes, sino porque es la unidad que necesitamos la que lima las asperezas, la que desoye las afrentas y la que evita limpiamente los enfrentamientos. Necesitamos algo más creador y creativo, que nos estimule a participar unidos en la calle y en las urnas.

Los otros días pudimos escuchar algo así como que “la victoria se mide en cuotas de generosidad”.

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José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre

                                                                                              

                                                  

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