Librepensadores

Las gallinas y las horas

Fernando Pérez Martínez

Dicen que en las granjas avícolas inspiradas, mitad y mitad, en las prácticas médicas de los doctores Menguele y Moreau, no hay luz natural, para poder controlar el ciclo diurno de los animales, reduciéndolo a seis horas de luz y seis de oscuridad, de manera que al cabo de 24 horas se produce el trampantojo de haber transcurrido dos días, con lo que se espera duplicar la puesta de huevos, es decir la producción, a costa de quemar a las ponedoras , forzando sus ritmos biológicos al doble de su régimen natural, con lo que cada año real a los desgraciados animales se les obliga a un desgaste orgánico equivalente a dos años al menos, reduciendo a la mitad su vida, o lo que sea que pasa a estos desdichados animales entre que salen del cascarón hasta la muerte.

Viene esto a cuento de los horarios artificiales que los Gobiernos de España decretan para la población. Los españoles, pese al tópico al uso de pueblo anárquico e ingobernable, son un pueblo obediente y de buen conformar, al que dos veces al año se le mete en la cama una hora antes o una hora después, a toque de telediario, sin rechistar, bajo el pretexto, más que falso, de que se ahorra energía. En masa acuden a las sábanas, sumisamente, siguiendo el decreto gubernamental que domina sus horarios, creyéndose a regañadientes que la desorientación que sufren ellos y sus hijos durante los días posteriores al hágase la luz o hágase la noche del gobernante de turno, es una suerte de sacrificio patriótico que reporta importantes cantidades de ahorro energético, que practicamos aquí, porque somos más listos que nuestros vecinos, infelices, que no molestan a sus ciudadanos con el zarandeo horario y derrochan incontables recursos energéticos, por no seguir nuestro eficiente ejemplo.

Los medios de comunicación antes cantaban sólo las bondades de semejante incordio. Ahora, cada vez más, se ven en la necesidad de amainar en las loas a los prodigiosos beneficios, que nadie ve por ninguna parte, decretando que tal día se duerme una hora más o una hora de menos. ¿A alguien le han reducido la factura eléctrica por sacrificar a su prole dos veces al año como si fueran pollos estabulados?

Aquí hay gato encerrado y este humilde servidor, arriesgándose a disgustar a los master del universo del Ibex 35 español, se dispone a rebelar el ¡equilicuá!, que domina el sueño y la vigilia de los españoles, desde que el atiplado general Franco quiso sincronizar la vida de España al paso de la oca del tercer Reich nacional socialista del pequeño cabo prusiano, Adolf, en aquellos tiempos de gloria o humillación, que hay españoles que no se han enterado aún…

La verdad desnuda es que a partir de un momento del equinoccio de primavera y coincidiendo con el inicio de la temporada alta de nuestra primera industria nacional, resulta más rentable, para ellos, una hora de luz entre las seis y las diez de la noche, que una hora de luz entre las seis y las diez de la mañana. Por tanto nuestras autoridades, en procura del beneficio de la hostelería patria, deciden periódicamente cuando se plantean volver a la cordura de nuestro huso horario correspondiente, hacer caso a las tintineantes súplicas o presiones del trust hostelero nacional, suspendiendo el derecho de los españoles a que no les tomen el tupé horariotupé, desordenándoles la vida dos veces al año a mayor gloria pecuniaria del ávido imperio hostelero español, donde nunca se pone el sol.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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