Nabucco/ Palestina…Yo también soy antisemita

Marcelo Noboa Fiallo

El pasado día 6 (Día de Reyes) decidí acudir a disfrutar (a medias) de la ópera “Nabucco” que “The Metropolitan Opera” de Nueva York nos ha ofrecido dentro de su programación de la temporada 2023/2024 y que, gracias a la “Fundación Neubauer”, podemos verlo en medio mundo en directo sin necesidad de desplazarnos a Nueva York. 

Era la tercera vez que me prestaba a disfrutar de una de las más afamadas obras del genio italiano Giussepe Verdi, pero esta vez en medio del infernal ruido atronador que había dejado al salir de casa (un día más) al apagar el televisor, de los miserables bombardeos sobre la población civil de Gaza por aquellos que, en su día, sufrieron el holocausto nazi y que, ochenta años después, sus descendientes pretenden otro holocausto, un genocidio sobre el pueblo palestino.

Al escuchar el bello y estremecedor “coro de los esclavos” (“Vuela pensamiento en alas doradas…”) llorado por los esclavizados hebreos, por orden del rey de Babilonia, en mi memoria no veía judíos sino palestinos. Niños palestinos que gritan de dolor y otros que ya ni siquiera gritan porque están muertos bajo los escombros de los bombardeos ordenados por el “Nabucodonosor judío”, Benjamín Netanyahu.

Sí, soy antisemita porque el ala dura del actual gobierno de Israel contempla la salida de los palestinos de la franja de Gaza hacia otros países

Hoy en día no es fácil concentrarse en la lectura o en la contemplación de cualquier manifestación cultural. Las imágenes del horror nos acompañan desde que nos levantamos y el poder del lobby judío tiene los tentáculos bien engrasados para estigmatizar (como hacían los nazis) como antijudíos a todo aquel que se atreva a denunciar tímidamente como “insoportable la muerte de la población civil”. La rectora de la universidad de Harvard, Claudine Gay, ha presentado su dimisión ante la cacería que se ha cebado sobre su persona, al parecer porque no se había “manifestado de modo lo suficientemente duro contra el supuesto antisemitismo surgido en el campus universitario de Harvard tras el atentado de Hamás del 7 de octubre”. (No es, por supuesto, irrelevante que Claudine Gay sea hija de inmigrantes haitianos y la primera y única rectora negra de Harvard).

Pues bien, yo también soy antisemita. Soy antisemita porque no soporto que los bombardeos israelitas se hayan llevado por delante, al día de hoy, a casi 23.000 ciudadanos palestinos (más de 9.000 niños). Soy antisemita porque el objetivo de esta guerra miserable es borrar de la faz de la tierra al pueblo palestino. Antes del ataque terrorista de Hamás, Dror Eydar, ex embajador israelí en Italia, declaró: “No estamos interesados en todos estos discursos racionales palestinos, para nosotros sólo hay un objetivo, destruir Gaza, la destrucción de este mal absoluto”. Sí, soy antisemita porque el ala dura de actual gobierno de Israel contempla la salida de los palestinos de la franja de Gaza hacia otros países.

Sí, soy antisemita porque Israel ha convertido la franja de Gaza en la mayor prisión al aire libre del mundo, mientras ocupaban (y ocupan) con sus colonos, territorio palestino, ante la mirada del mundo. Ante la mirada de la llamada “Comunidad Internacional”, ante la mirada de la ONU, a cuyo Secretario General actual acusan también de ponerse del lado de Hamás (lo que equivale también a ser antisemita)

En el acto IV de la ópera de Verdi, los israelitas están a punto de ser ejecutados. Nabucco anuncia su conversión a Jehová y procede a la liberación de los mismos y que regresen a su tierra natal y reconstruyan su templo (destruido por él). Israelitas y babilonios se unen para alabar a Dios (con un coro maravilloso que cierra el espectáculo operístico)… Es la magia de la ópera. Pero en la vida real, en la que se ha instalado el mundo actual desde 1948; en la que el poder del lobby judío lo mediatiza todo; en la que los EE.UU. necesitan a Israel en Oriente Próximo para pretender seguir dominando el mundo... Mundo cuyo eje de influencia ya se ha desplazado con otros actores del concierto mundial. Y EE.UU. no quiere enterarse, pero el precio son los miles de muertos civiles y la aniquilación del pueblo palestino.

El filósofo judío Theodor Adorno, tras visitar Auschwitz, apesadumbrado, señaló: “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”. Hoy, sobre las ruinas de la infamia en la Gaza arrasada debería aparecer la sentencia de Adorno… Pero me temo que no ocurrirá.

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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.

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