'No voy a traicionar a Borges'

Marcelo Noboa

En el marco de la 32 edición de la “Semana Negra de Gijón”, José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno (2004-2011) presentó su libro No voy a traicionar a Borges. Creo que más que un libro (pequeño, pequeñísimo formato de 94 páginas que se puede leer en el trayecto de León a Valladolid, quedándole a uno tiempo para reflexionar sobre el mismo) es una declaración de amor en toda regla al escritor argentino. Pero no una declaración cualquiera. Es la declaración incondicional.

No seré yo quien le enmiende la plana al expresidente del Gobierno sobre la obra borgeana, entre otras cosas porque su conocimiento de la misma supera infinitamente, como su amor al mismo, mis precarias y deficitarias lecturas del escritor argentino. Zapatero y yo coincidimos sólo en una cosa, los dos leímos El Aleph al mismo tiempo (1976). Pero para él fue “amor a primera vista”, aunque sería más exacto señalar que fue su gran amor literario, y para mí uno más de los que caían en mis manos, junto a Camus, Sartre, Cortázar, García Márquez, Vargas llosa, Benedetti, Sábato, Marcuse… Y que terminó por alejarme de Borges, ante la ausencia de novelas por su parte, que eran mi gran pasión por aquellos tiempos.

Lo primero que me sorprendió del libro de Zapatero fue su título: No voy a traicionar a Borges. Estando como estábamos, en el marco de una Semana Negra, esperaba que el cadáver y la pistola humeante hicieran su aparición en cualquier momento de la presentación o que su autor/relator fuera torturado para denunciar y/o traicionar al universal argentino por un asesinato, una infidelidad o una traición a sus principios literarios. Nada de esto ocurrió. La presentación del libro fue un mano a mano dialéctico a ratos pero, sobre todo, de compadreo, mucho compadreo por video conferencia con el director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Juan Satusrain y la lectura de textos “sagrados” de Borges que servían a Zapatero para dar veracidad al título de su libro.

El amor incondicional es lo que tiene. Se perdona todo. No hay espacio para la duda y, desde luego, el destinatario del amor goza de infalibilidad. Por ello, al abordar, era inevitable, el capítulo sobre la posición política de Jorge Luis Borges, Zapatero tiene que hacer gala y recurrir a todos aquellos recursos que le sirvieron, para salir “convincente” en los momentos más delicados de sus dos mandatos, como presidente del Gobierno de España. 

Estos “valores” que estaban en el fondo de la posición política de Borges empezaron a sustituir a los valores construidos tras la Segunda Guerra Mundial

Después de hacer un pequeño repaso sobre los pronunciamientos políticos del autor bonaerense, “escribo este capítulo con la ingenua pretensión de que se olvide cuanto antes… Es probable que esta petición (al olvido) sea un intento inconsciente de transferencia de sensaciones desde el autor al lector de estas páginas”. Toda una declaración de complicidad con los asistentes al acto, para que continúen con él, en franca conchabanza, en el amor incondicional que todo lo perdona. Incluso en aquellas etapas de la Historia en la que el mundo se jugaba su existencia. Borges: “Sólo el individuo existe: la sociedad, el pueblo, la comunidad son meras abstracciones”. Ayuso y Trump le pondrían una vela hoy.

Pero va más allá, llegando a cuestionar la propia representatividad de los gobiernos, fundamento de la democracia, para terminar refutando al Estado y denostando la política. De admirador incondicional de la Revolución Rusa de 1917 al apoyo a las dictaduras de Pinochet y Videla, y finiquitar su periplo ideológico, definiéndose a sí mismo como “un inofensivo anarquista; es decir, un hombre que quiere un mínimo de gobierno y un máximo de individuo”. ¡Si los anarquistas levantaran la cabeza!

No se me pasa por la cabeza cuestionar el derecho que el genial escritor de Buenos Aires tiene para optar por la opción política que haya considerado oportuno defender. Pero tanto él como sus lectores son conscientes, y lo eran, de las repercusiones que sus manifestaciones políticas tenían en el contexto donde la defensa de los valores democráticos y de justicia social devinieron en valores supremos a defender. En un momento donde la humanidad empezaba a ser educada en la idea de que “la codicia es buena”. En un momento donde se animaba a los estados a competir contra los otros estados y a los individuos contra los individuos. Tatcher: “No hay sociedad, sólo individuos”; Reagan: “Los árboles contaminan, no las empresas”. Por eso los estados eran vistos como el único obstáculo para las empresas. Estos “valores” que estaban en el fondo de la posición política de Borges empezaron a sustituir a los valores construidos tras la Segunda Guerra Mundial. Los valores del desarrollo, la cooperación, la solidaridad, la justicia social y el Estado o Estados como garantes de los mismos.

Muchos nos apuntamos a estos valores y luchamos por ellos (entre ellos José Luis Rodríguez Zapatero) (*), otros por sus antónimos (entre ellos, Jorge Luis Borges y sus continuadores como Vargas llosa). No se trata de traicionar al Borges literario porque no hay espacio para la traición en la buena literatura, pero no podemos dar por buenos los pronunciamientos políticos de personajes universales, ergo influyentes, que han contribuido al fortalecimiento de sociedades enfermas.

“Desde este afán, no exento de la pasión y la nostalgia que todo desenlace comporta, quiero subrayar, ante todo, que Borges es el maestro de la duda inteligente y el gran dialéctico de las inquietudes de la vida, pero que a la vez nos genera una serenidad cierta”. ¿Cabe mayor muestra de amor incondicional? No es posible, para Zapatero, traicionar a Borges. 

 

Gijón, 07 de agosto de 2022

 

(*) Desde el año 1992 no había vuelto a ver a Zapatero. Por entonces ni se imaginaba que llegaría a la Presidencia del Gobierno de España, bastante tenía (a pesar de su juventud) con intentar poner orden en la complicada y batalladora Federación Socialista de León. Aproveché la ocasión para saludarlo y recordarle nuestros encuentros en león. Compré su libro para que me lo dedicara y aproveché el momento para regalarle el mío también dedicado, Encrucijadas (en el que, por cierto, no sale bien parado). Una vez más, él salió ganando…pero no sé cuál será su reacción al leer el mío.

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Marcelo Noboa es socio de infoLibre

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