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El Partido Popular ya no viaja al centro y Feijóo tampoco

Rafael Sánchez Sánchez

Desde sus orígenes, profundamente arraigados en el Franquismo, el Partido Popular ha iniciado innumerables veces “viajes al centro” que nunca han llegado a su destino. Este es sin duda un importante lastre que aleja al Partido Popular de otros partidos conservadores europeos. Por otra parte, el centro político en España ha sido siempre un sector social e ideológico inestable por no decir prácticamente inexistente, salvo la UCD de Adolfo Suárez que en los primeros años de la democracia concitó el voto de los españoles. En ese momento existía ya Alianza Popular, antecedente del actual PP que fundó el ministro franquista Manuel Fraga.

El Partido Popular se ve afectado desde hace años por una casi endémica división interna. Sin duda, más allá de la primera etapa, liderada por su fundador Manuel Fraga Iribarne, el periodo de mayor estabilidad y fortaleza política fue el presidido por José María Aznar. Con Aznar en la presidencia del partido, el PP ganó las elecciones generales de 1996, aunque al no tener mayoría absoluta necesitó el apoyo de los nacionalistas catalanes de CiU (Jordi Pujol) y vascos, PNV, algo que olvidan los actuales dirigentes del PP. Esa necesidad de pactar con CiU provocó en plena celebración de las elecciones el rechazo de una parte de la militancia que vociferaba en la calle: “Pujol enano habla castellano” .

Es importante señalar que el ambiente que hay en el exterior de Génova en cada noche electoral ha sido siempre un “termómetro” del alma del PP, el de sus militantes y simpatizantes, los que aclaman al líder de turno, o los que –como se ha visto en tiempos recientes– expresan con espontaneidad “sus preferencias”, no precisamente por el presidente del partido.

Las elecciones del 2000, en las que los populares consiguieron la mayoría absoluta, consolidaron el liderazgo de Aznar y en esa etapa el Partido Popular fue un bloque monolítico sin corrientes ni divisiones internas. 

El gran problema que tiene el Partido Popular, y en especial Feijóo, es que ha ligado a Vox su futuro y su posibilidad de llegar al gobierno

Al finalizar Aznar su segundo mandato en 2004, entró el PP en una etapa de fragilidad o de cuestionamiento del líder. En ese momento, el presidente del Partido Popular designó digitalmente a Mariano Rajoy para sucederle en la confianza de que podría controlarlo y marcarle los pasos, pero Rajoy tuvo entidad propia, y no sin resistencias, siguió su propio camino. Esa etapa que duró siete años en la que los populares estuvieron en la oposición, e incluso la posterior con Mariano Rajoy en La Moncloa, tras ganar las elecciones de 2011, estuvo marcada por las continuas críticas y enfrentamiento con la entonces “lideresa” madrileña, Esperanza Aguirre. Es sin duda en ese momento cuando de una forma clara se puede hablar de las dos almas del PP, la más dura encabezada por Aguirre y la más moderada representada por Rajoy.

En el momento actual la todopoderosa presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ejerce un papel similar al que tuvo Esperanza Aguirre, aunque resulta evidente que ha ido bastante más lejos. En su haber está el “desalojo” de Pablo Casado de la presidencia del partido y marcar el paso a Núñez Feijóo, tarea esta última en la que no está sola porque cuenta con el apoyo del carismático ex Presidente del Gobierno José María Aznar y por supuesto con el de medios de comunicación afines al PP. 

Pero más allá de las “dos almas” del Partido Popular, resulta evidente que el partido de Génova lleva tiempo dando bandazos desde posiciones cercanas a Vox para restar votos a la extrema derecha, a planteamientos más moderados con los que pretenden, en la otra franja del arco político, crecer por el centro a costa del PSOE. Vano intento este último por doble motivo; por un lado, no son creíbles estos mensajes de moderación. Pero por otro, la ya larga trayectoria de gobiernos progresistas de coalición de los socialistas, antes con Podemos y ahora con Sumar, hace difícil que el PP pesque votos en el inexistente sector moderado o socialdemócrata del PSOE.

Pero sin duda el gran problema que tiene el Partido Popular, y en especial Feijóo, es que ha ligado a Vox su futuro y su posibilidad de llegar al gobierno. Esta relación con la extrema derecha, con la que gobierna en Autonomías y Ayuntamientos, le impidió conseguir el apoyo del PNV a su investidura tras las elecciones del 23 de julio. Sus intentos de acercarse a Junts, el partido de Puigdemont, están igualmente abocados al fracaso, en este caso porque parece claro que Abascal rompería su pacto con el PP si Feijóo busca algún tipo de alianza con Puigdemont para llegar a La Moncloa. El líder de los populares está además en una encrucijada, porque su acercamiento a posiciones de Vox no le da rédito electoral, está lejos de las mayorías absolutas conseguidas por Juanma Moreno en Andalucía y Ayuso en la Comunidad de Madrid. Pero además la imagen de moderación con la que llegó a Madrid ha pasado ya a mejor vida. Sería impensable en Feijóo un discurso como el que pronunció Pablo Casado el 22 de octubre de 2020 cuando, en pleno debate de la Moción de Censura presentada por Vox contra Pedro Sánchez, espetó a Abascal ese inolvidable “hasta aquí hemos llegado”. En ese momento, el posteriormente defenestrado líder del PP eligió de forma firme desvincularse de Vox, algo que en modo alguno puede permitirse ahora el Presidente del Partido Popular, porque su futuro político está inevitablemente ligado a la extrema derecha. Feijóo “vino del centro, pero ya no puede volver a él”. 

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Rafael Sánchez Sánchez es socio de infoLibre.

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