Librepensadores
El 'Rambo' de las letras
“Para un reportero en una guerra, territorio comanche es el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta. El lugar donde los caminos están desiertos y las casas son ruinas chamuscadas; donde siempre parece a punto de anochecer y caminas pegado a las paredes, hacia los tiros que suenan a lo lejos, mientras escuchas el ruido de tus pasos sobre los cristales rotos. El suelo de las guerras está siempre cubierto de cristales rotos. Territorio comanche es allí donde los oyes crujir bajo tus botas, y aunque no ves a nadie sabes que te están mirando. Donde no ves lo fusiles, pero los fusiles sí te ven a ti”.
Estas bellas y espeluznantes palabras fueron publicadas en 1994 por el mismo hombre que en 2017 insulta de manera barriobajera a la alcaldesa de Barcelona, por meramente disentir con él respecto a las suposiciones del escritor hacia otro personaje público, Gabriel Rufián. Aseguraba el escritor de batallitas navales, que bromas sabemos hacer todos, que al diputado de ERC debieron haberle pegado de niño en clase, lo que explicaría su actitud, yo que sé cuál, ante la vida y ante la política.
En fin, una suposición causa-efecto absurda, más fruto del desprecio innato de quien se siente por encima del resto de los mortales, que procedente de un uso razonado del seso. Disfrutamos de un amoroso Fénix de los ingenios, y ahora nos toca soportar a un belicoso Rambo de las letras, un tipo duro que gusta de ajustar cuentas, reales o imaginarias, en sus declaraciones públicas. De muestra, sus chanzas a cuenta de las lágrimas de un personaje público que abandonaba su cargo: "a la política se va llorado de casa", le recriminó, no sin antes llamarle "perfecto mierda". Con aquel exabrupto ganó dos mil seguidores en Twitter, que parece es lo que buscaba, según reacción contumaz posterior. Pues bien, siguiendo la estela literaria del héroe violento de su sobrenombre de guerra, recordaría a nuestro ya talludo personaje, periodista y escritor, que él y sus diatribas son prescindibles, al menos las inspiradas en la falta de respeto. ¡Ahórrenos sus insultos unilaterales! Que debiera saber que su carrera literaria tiene mérito, y siempre le admiré por ello, pero que va destruyendo su trayectoria con sus excesos de palabra y obra sin venir a cuento. ¿Tan mal anda de seguidores que tiene que echar de nuevo sus redes en la demagogia barata que reprocha a sus presas? ¿Nos deleitará algún día con viejos chistes sobre los defectos físicos de sus víctimas o, glub, los ha hecho ya?
Desembarcar del reporterismo de acción –nunca olvidaré aquellas escenas con las lanchas gibraltareñas de fondo y que imitábamos entre risas los amigos; o sus conexiones con balas, con el bulo de sí compradas o no, sobrevolando el directo– al mundo literario de postín supuso un reconocimiento merecido, pensé entonces, más hace tiempo que considero excesivo. Recordemos que nuestro periodista de infantería pasó del frente bélico en apenas una década a ocupar un asiento de general en el frente literario en la RAEfrente, sin contar detrás con una vasta colección de obras maestras que digamos. Ojo, es mi percepción personal. Todo ello hace que me pregunte si realmente entraña algún mérito pertenecer a este tipo de reales sitios, o dicho al revés, si realmente se atiende a méritos verdaderos para decidir sobre la admisión de sus miembros o se fijan en rasgos más prosaicos para dar mayor esplendor a la institución. Que no sé, que solo imagino.
Acabo mi filípica no sin antes aconsejar a nuestro hombre en la Academia de la Lengua que también hay un territorio comanche en la profesión del escritorterritorio comanche , un lugar que es un momento, aquél en el que un auténtico hombre de letras, respetuoso con la sociedad a la que pertenece y cuyo idioma ayuda a limpiar, fijar y dar esplendor, sabe cuándo debe levantar el dedo del teclado y darse media vuelta, so pena de convertirse en un matón de la palabra. Estoy hablando, por cierto, de Arturo Pérez-Reverte, un personaje hecho a sí mismo, pero vamos, que no siempre el hacerse uno a sí mismo entraña éxito como persona, por más que se haya conseguido el triunfo profesional y sin que esto último entrañe, necesariamente, ser excelso en lo que se hace. A los best sellers de la literatura basura me remito. ___________________
Gonzalo de Miguel Renedo es socio de infoLibre