Librepensadores

Renunciar a elegir es elegir

Javier González Caballero

Sentirse especial, único, extraordinario, de juicio indelegable y de voluntad e ideas firmes e indisolubles con las de los demás, adulteradas al haber sido agregadas.

Ser soberbio y a la vez humilde. Soberbio al negarse a sí mismo el ejercicio práctico de la democracia porque la pureza de su definición teórica se aleja de lo que juzga admisible y porque ninguna opción está a su altura. Humilde al remarcar lo poco que contaría su voto particular.

Creerse inconformista o antisistema y hacer de la abstención un reproche, delegando en los demás, que sí votan, el logro de la idealización política a la que aspira, que encima hay que adivinar. En el extremo, alimentar el golpismo contribuyendo a su pretendida legitimación con el argumento de una baja participación.

Criticar la periodicidad de cuatro años y protestar contra el sistema que tenemos por ser poco representativo, y mediante la abstención, promover precisamente la sobrerrepresentación de algunas formaciones y la infrarrepresentación de otras.

Echar mano siempre de la legitimidad que nadie cuestiona de su opción de no votar como principio y fin del análisis del acto en sí y de sus consecuencias.

Creer que los derechos se conquistan para siempre y que no hace falta ganarlos y defenderlos de forma permanente frente a quienes intentan menoscabarlos. Dar por sentado lo que otros con sus votos podrán cambiar. Creerse a salvo en vidas que llaman confortables acallando la voz incómoda que prefiere atribuirles medidas de resignación.

Confiar en que las sociedades siempre van hacia adelante, con independencia de quién lleve el timón y de quiénes muevan los remos. Pensar que hoy estamos donde estamos por una suerte de inercia o de fuerza civil que empuja a los gobernantes de turno sin importar quiénes sean éstos. Acabar las discusiones alegando que todos los políticos son iguales, no para así justificar su parecido con aquellos a quienes votan, pues no votan, sino para relativizar de este modo su propia dejación.

Permanecer en silencio con el altavoz en la mano cuando crece el ruido de la tiranía y se consolida la intolerancia. Tener una linterna mientras se hace de noche y elegir esperar a que otros enciendan una hoguera para tener luz.

Defender la libertad que nos hace ser personas, pero ejercerla precisamente mediante el inmovilismo que beneficia a quienes la amenazan.

No creer en el poder de las leyes para impedir al poderoso ser demasiado poderoso. No creer en el poder de las leyes para permitir que los desfavorecidos sean menos desfavorecidos.

Defender la "abstención activa", pero no la pasiva, sin ruborizarse, como si no fueran ambas estáticas y como si existiera una incompatibilidad entre la organización de los ciudadanos en sociedad y que esos mismos ciudadanos acudan además a las urnas.

Menospreciar el voto útil sin calibrar en qué consiste esa utilidad de la que despojan a cualquier papeleta, o calibrándola para después desecharla.

No tomar partido entre quienes defienden la igualdad real en derechos y oportunidades de hombres y mujeres y quienes la ponen en cuestión.

No ver que sólo aludiendo a la política, o a su ausencia, y a los políticos cuyos cargos se deciden mediante elecciones, se puede explicar que no haya dinero para la lucha contra la pobreza o para garantizar las pensiones, pero que de repente sí lo hubiese y en cantidades inmensas de miles de millones para rescatar a los bancos.

Relativizar, no darle importancia a una cosa o a la contraria. Que se paguen más o menos impuestos, o quiénes los paguen. Que haya una distribución más justa de la riqueza o que aumente su concentración. Que la sanidad pública sea fuerte para todos o que lo sea la privada para quien la pueda pagar. Que triunfe la educación humanista y progresemos como sociedades libres o que involucionemos de la mano del fanatismo religioso. Que se proteja el medio ambiente o que lo ignoremos. Que se torturen hasta la muerte animales como forma de espectáculo o que se persiga su maltrato. Que se potencie la lucha contra la violencia machista o que se cuestione su existencia.

Tener miedo o no tenerlo en absoluto. Nunca equivocarse por no arriesgarse nunca. Nunca acertar. No cambiar de actitud. Ser coherente, pero en el error.

Quedarse al margen. Renunciar a hacer.

Negarse a comer para que se joda el capitán.

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Todo esto es no votar.

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Javier González Caballero es socio de infoLibre

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