Stop al fascismo. Segunda parte
Con motivo del debate para las elecciones de noviembre de 2019, escribí un texto breve con el mismo título. De ahí que añada segunda parte.
Si en 1948 el fantasma que recorría Europa era el comunismo, en 2022 el fantasma que la recorre es otra vez el fascismo. Mientras la ideología comunista es una ideología sin fuerza en la actualidad y sus políticas revolucionarias no forman parte esencial de los partidos que se denominan así, el fascismo ha avanzado tanto como para que Europa y España sientan preocupación.
No se ha cumplido un cuarto de este siglo y ya llevamos tres crisis. Y envolviendo a la crisis financiera, la pandémica y la guerra de Putin en Ucrania, la crisis climática, la más antigua y la que permanecerá, cuando acabe la guerra, cuyas consecuencias hemos padecido este verano de forma dramática en España debido a las altas temperaturas, la sequía y los incendios.
Como el sistema capitalista, que pretendía sustituir el socialismo, permanece inalterado, la mayoría de los gobiernos de Europa, dirigidos por las instituciones europeas, han sabido atajar en un tiempo récord la crisis de la Covid-19 con políticas sociales y ayudas públicas del Estado que paliaran los efectos que cualquier crisis produce en los sectores más débiles y desprotegidos. Europa iba bien y el futuro se veía halagüeño, pero entre ese futuro halagüeño y la guerra, Putin escogió la guerra. Y con ella, la escasez de productos, su carestía y la inflación. Cuando Europa se hacía más fuerte y protegía institucional y jurídicamente sus valores democráticos más avanzados, elevaba la calidad de las democracias y las políticas socialdemócratas se extendían por la mayoría de los países europeos, el fascismo ha retornado.
El fascismo se ha hecho fuerte, ha ganado porcentajes electorales, hasta poder gobernar en Italia, cuando tendría que ser al contrario. La lógica no ha funcionado. En Europa crecen o se sostienen los partidos de ultraderecha que “a pesar de esta confusión, considero que es posible elaborar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar “Ur-fascismo” o “fascismo eterno”. Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema; muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista” (Umberto Eco. Contra el fascismo).
No se ha cumplido un cuarto de este siglo y ya llevamos tres crisis
Esto es lo que está pasando ahora en Europa. La adaptabilidad del fascismo, se llame neofascismo o posfascismo, en cada país. Si analizamos las características que Umberto Eco y Emilio Gentile, uno de los principales historiadores del fascismo italiano, en su libro "Quién es fascista", describen del fascismo, (la exaltación nacionalista e identitaria, de las que derivan la xenofobia y el racismo, el culto a la tradición y el rechazo de la modernidad en las costumbres y la cultura, la defensa de la identidad religiosa y vuelta a la cristiandad, el elitismo y la necesidad de un líder carismático y fuerte), algunas, varias de ellas, están incorporadas a los programas de gobierno de Viktor Orbán en Hungría, del Gobierno de Polonia, del programa de Marine Le Pen en Francia, o las que vendrán por parte de Meloni (recuerden lo que dijo en un mitin de Vox) y Hermanos de Italia, de los partidos que han ganado las elecciones en Suecia, o de las que podrían venir de Vox en España. Porque los programas electorales están para cumplirse y se cumplen en un porcentaje mayor del que se piensa.
Contrasta la posición de Umberto Eco con la de Emilio Gentile. Aunque ambos coinciden en los rasgos que caracterizan al fascismo, Gentile niega el regreso del fascismo. “No creo que tenga ningún sentido ni histórico ni político sostener que hoy se está produciendo una vuelta del fascismo en Italia, en Europa o en el resto del mundo”. ¿Es una fantasía o una realidad el retorno del fascismo? ¿Es una alarma infundada? ¿Un supuesto virus, mutante como la covid-19, todavía presente y peligroso? ¿O tenemos que quitarnos la mascarilla y normalizarlo? Poner a los ciudadanos europeos en alerta, como a los ucranianos se les alerta de la caída de bombas, de que vuelve el fascismo, ponerles en guardia, ¿puede contribuir a debilitar al antifascismo? ¿Ayudará en la escuela o la universidad introducir el miedo al fascismo a los jóvenes, que conocen muy poco del fascismo histórico, italiano y español, a sugestionarles y abrazar los mitos del fascismo? Cuando tenía escrita esta última pregunta he visto a decenas de hombres jóvenes asomarse por las ventanas de un colegio mayor gritando vejaciones machistas contra las universitarias de otro colegio enfrente. Esos jóvenes no son todos fascistas, como no lo son los votantes de la ultraderecha, pero el machismo, y más si es grupal, es una característica de posiciones fascistas que los dirigentes fascistas proyectan en la sociedad. Indica que han pasado muchos años en la escuela sin una educación suficiente en los valores de la amistad, respeto e igualdad entre los sexos. Al comentarlo, oí a una tertuliana que decía que no eran madrileños. Hay gustos para todos los paladares y opiniones para satisfacer todas las mentes.
Para ahondar en este asunto, Emilio Gentile se cuestiona (El País, 30/8/2020) si el fascismo es un virus mutante, como lo es la covid-19 y, por tanto, aún presente y peligroso, y responde con rotundidad que no. Me imagino que se le habrá preguntado ya muchas veces, después de las elecciones italianas, a qué atribuye el ascenso del posfascismo y la victoria de Meloni. En el artículo citado, lo atribuye a que "se elude la gravedad de los defectos consustanciales a la propia democracia cuando se convierte en una "democracia recitativa" que conserva las elecciones libres para elegir a los gobernantes, pero renuncia a garantizar la libertad y la dignidad de todos los ciudadanos".
Así que, dándole razón, voy a referirme a España y a la falta de lógica. Hay que tratar a la ultraderecha como lo que es: posfascismo. La resistencia, puesto que no ha llegado al poder en todo el territorio, tiene que ser al ataque, sin respiro. La democracia tiene que avanzar en derechos y libertades. No puede estancarse. Implantar las políticas socialdemócratas más exigentes es una tarea titánica. No son populistas. Por el contrario, PP y Ciudadanos quieren normalizar a la ultraderecha. Han cortado el cordón democrático. La naturaleza del fascismo se corresponde con la fábula del escorpión con la rana.
Ya ha criticado Sergio del Molino, como se merece, la columna de Fernando Savater referente al triunfo de Meloni y que enumera un porrón de socialdemócratas, "a los que sobrevivimos". "¿Europa en vilo por el fascismo? Ya será menos", termina Savater. El liberalismo de Savater, como el de Arrimadas, Villacís, Arcadi Espada, Albert Boadella, Félix de Azúa, Mario Vargas Llosa es hoy un liberalismo arcaico y trasnochado, puro neoliberalismo, aliado del fascismo, si fuere necesario.
Víctor Lapuente escribió una columna, (El País 19/11/2018) en la que, citando a Bill Clinton, afirmaba que pelear con los ultranacionalistas es como pelear en el barro con un cerdo, porque "al acusarlos de neofascistas y racistas descendemos a un terreno embarrado donde los extremistas tienen siempre las de ganar". Pensamiento débil. Madeleine Albright no pensaba así. Es verdad que las palabras se gastan y hay que usar los conceptos razonadamente, pero los neofascistas no se cansan de llamar comunistas y socialcomunistas a quienes hoy nos gobiernan. Por algo será.
Para terminar, con permiso, dos observaciones y opinión al respecto:
Primera.- Opino que Pedro Sánchez debía desdecirse del compromiso que adquirió con la OTAN para incrementar el gasto en defensa o, en su caso, empequeñecerlo. Con lo que hemos sufrido este verano de calor, sequía, incendios, puede razonarlo sin dificultad. La política también consiste en cambiar de opinión. Remedando a Samuelson: ¿cañones o aceite de oliva?. Aceite de oliva, lo prioritario. Ahora, el Presidente tiene a dos fieles, Robles y Montero, que le han seguido en el aumento, pero se lo pondrían más difícil en el recorte.
Segunda.- No he vuelto a oír, y si lo han aceptado, el ofrecimiento que ha hecho Xi Jinping a Macron, Scholz, Pedro Sánchez y Ursula von der Leyen para reunirse con él en noviembre en China. Tienen que ir. La finalización de la guerra, aunque parezca lo contrario, tiene más de diplomacia que de tiros. La prolongación de la guerra puede terminar en una escalada nuclear peligrosísima. A Europa no le interesa.
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Felipe Domingo es socio de infoLibre