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Librepensadores

'Telehocico'

Librepensadores nueva.

Fernando Pérez Martínez

Son empresas audiovisuales generalistas camufladas detrás de números, pero es indistinto el guarismo de su razón comercial, trafican con los mismos datos de variopinto pelaje, chascarrillos, bulos, propaganda política, despojos de accidentes o dramas de la España profunda, con secuelas de Puerto Urraco, con el estilo de Instagram y redes similares de aromas coloristas y brillantes policromías. Negocian la fetidez ruda y la tosca sensibilidad de los Pascual Duarte y sus puñaladas siempre en la misma dirección, siempre los mismos motivos, siempre las mismas víctimas, siempre las mismas reacciones de impostada sorpresa e indignación que ya nadie se cree, expresada por estrellas mediáticas carentes de equilibrio, que abusan del lenguaje corporal y de la astucia, que no inteligencia, emocional.

Una rancia relación tóxica con colofón de sangre en la que los hijos son sólo carne útil para herir a la pareja que por regla general no quería más que soltar amarras para reiniciar su vida encallada, lejos de quien acaba por mostrar su cara real de mueca asesina que jamás albergó el amor sino ansias de posesión frustrada y dominación impotente. Para Telehocico, esta carroña es tan sobradamente jugosa que durante días y días será indiscriminadamente arrojada a los ojos de la audiencia durante muchas horas cada jornada mediante noticieros, magazines, tertulias y demás formatos del pienso televisivo que elaboran las teleempresas para adobar y engordar el colesterol más graso de la parte mórbida del cerebro del espectador medio. Cualquier imbécil puede acceder al estrellato televisivo, si está dispuesto a sacrificar a la familia del modo más venal, retorcido y psicópata. Esto es oro molido para las cadenas de Telehocico.Telehocico

Telehocico, por medio de sus empleados que gozan de estatus estelar, se conmueve cínicamente de los horrores que presenta y vivisecciona minuciosamente apurando la barbarie más atolondrada y cruel hasta el extremo, desgranando epítetos y calificativos elogiosos relacionados de forma repugnante con las mezquinas venganzas de alcoba a las que alguien se empeña en conceder rango de interés general y excelencia informativa, cuando está tratando nada más que de un miserable ajuste de cuentas en el que el ego protagonista desprecia la vida de aquellos cuya obligación natural es cuidar y proteger. Telehocico nos lo cuenta como si de ficción se tratara uniéndose al desprecio y la instrumentalización del dolor y la muerte de seres humanos, para exhibir en su casquería circense entre mohines y condolencias el producto que rentabilizan y mediante el cual hacen caja, mientras de manera hipócrita simulan que se conduelen vertiendo lágrimas de plástico mientras amasan dinero, embaucan audiencias y endurecen la sensibilidad de sus clientes para que disfruten del espectáculo que les brindan por capítulos las momias con corazón de escayola y creatividad bajo cero.

Si alguna vez has sido víctima del entretenimiento perverso servido por muchachitas y muchachitos añosos de ánimo mortecino a sueldo de Telehocico, que vocean su producto con la sangre todavía fresca y cuyas facciones marchitas manos hábiles apuntalaron su expresividad con airosos aleros capilares, y aparente humanidad juvenil, mientras anuncian que si aparecen los cadáveres los reportarán con la urgencia que otros anuncian la llegada de la primavera y la floración que pone fin al invierno, hágase un favor no cambie de canal, apague el televisor y piense si tan magnífica aportación de la ciencia ha de ser puesta al servicio de la más degradante sensibilidad psicópata que so pretexto de lo más vulgar e indecente que acontece con redundancia y monotonía pretende asimilar a Vd. y a los suyos a la multitud que se entretiene atendiendo la muerte y la tortura como el mejor espectáculo. Igual que en su día las turbas aleccionadas desde los púlpitos, aguardaban el paso de la inquisitorial burra portadora de la encorozada carne desolada que la ignorancia y la maldad condenaba al fuego y que los fieles no querían perderse y poder arrojar su improperio o su inmundicia. Telehocico te lo sirve hoy.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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