Entrevista

Almodóvar: "Los ataques homófobos son el reflejo de la política que se hace en España"

Pedro Almódovar, en un momento de la entrevista.

¿Un Almodóvar apolítico? Parece imposible. “Yo tuve una etapa verdaderamente apolítica”, tercia ya bien entrada la entrevista con motivo del estreno —el próximo 8 de octubre— de su nueva película, Madres paralelas. “Sin ir más lejos”, insiste, “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón era una película apolítica”. A sus veintiún largometrajes y tropecientos premios, el cineasta manchego es perro viejo y se permite el juego: “Pero era deliberadamente apolítica”. Estrenada en 1980, Almodóvar “no quería ni que apareciera la sombra de Franco”. Era su forma de negar la existencia del dictador. Consciente de que esa intención desposeía a la cinta de todo apoliticismo, el director insiste, sin embargo, en que siempre ha priorizado que sus personajes estuvieran vivos y que las luchas que ha introducido en sus cintas son las que encajaban en el guion.

“Hay muchas cosas que me preocupan y de las que no he hecho películas”, resume. Desde su despacho en El Deseo, la productora que dirige junto a su hermano, Agustín Almodóvar, subraya que no se debe obligar a ningún autor a hablar de un determinado asunto. Ahora bien, en Madres paralelas el oscarizado director no se ha cortado un pelo. Memoria histórica, colectivo trans, LGTBI+, distintos modelos de familia y todo dentro y, a la vez, radicalmente fuera de una trama magnética y sorprendente. Acerca de la interpretación de Penélope Cruz (galardonada con la Copa Volpi), Milena Smit, Israel Elejalde, Aitana Sánchez-Gijón y compañía ya se ha dicho todo. Tras más de cuarenta años de profesión, Almodóvar sabe de quién rodearse.

PREGUNTA. En Madres paralelas, la reivindicación aparece desde el minuto uno. ¿Cómo de importante es que el cine transporte problemas nacionales como el de las fosas comunes al exterior?Madres paralelas

RESPUESTA. En mi caso, para enterarme de la historia de un país, me baso más en las novelas y en las películas que veo, que propiamente en los libros de Historia. Sin que nosotros pretendamos contar la historia de nuestro país, a través de la ciencia ficción es el mejor modo de enterarse. Ahí el cine ocupa un lugar preponderante. Un cineasta no debe sentirse obligado a tener un discurso político, ni a hacer una película política, ni a hacer cine social, ni a representar los problemas que ve en la calle... A mí hay muchas cosas de nuestro país que me preocupan y que, sin embargo, no las he sacado en películas porque no entraban en los guiones, pero en esta película sí que es verdad que he tratado conscientemente de dar visibilidad a ciertos asuntos. Sin ir más lejos, en todas mis películas las mujeres son las grandes protagonistas y tienen los papeles más fuertes... En Madres paralelas, por ejemplo, las mujeres lo son todo y al hombre le doy el papel que se le da a la mujer en la sociedad, es decir, el de soporte de los otros. Otra reivindicación ha sido la que he hecho por la comunidad trans. He preferido que la modelo a la que se le hacen fotografías para la portada de una revista sea una mujer trans. También he querido que aparezca una deportista mujer, etc. Debo reconocer que a mí se me da mejor escribir sobre mujeres que sobre hombres. Sobre hombres me salen películas muy tristes, como Dolor y gloria.

"Debo reconocer que a mí se me da mejor escribir sobre mujeres que sobre hombres"

P. La memoria histórica ocupa un lugar fundamental en la película.

R. Sí, esta vez he intentado visibilizar parte de nuestro imaginario y de nuestra historia, supongo que también por el hecho de haberme convertido en una persona mayor y de haber hecho ya veintiuna películas. A estas alturas me voy decantando por unos temas concretos y son estos.

P. En la cinta se evidencia cómo las Administraciones no son las que se encargan de la exhumación de las fosas. Con la nueva ley, se supone que es la Administración la que va a tener que hacerse cargo de ello. ¿Qué le parece la nueva ley y qué opina de que el Partido Popular haya dicho que prefiere su ley de Concordia y que derogará la actual en cuanto pueda?

Espero que no haya nadie que pueda derogar esta ley. En la película, que está ambientada hace algunos años, efectivamente se ve que son individualidades y no las instituciones las que se ocupan de las fosas. Son las personas, los voluntarios, las ONG… Hubo una época fatal, y tengo el gusto de mencionarlo en la película, que es la de Rajoy, quien se jactó públicamente del asunto cuando dijo aquello de: "Para memoria histórica, cero euros". A mí me parece tremebundo que un presidente diga una cosa así. Con todo, la nueva ley significa un cambio absoluto porque las fosas se convierten en un tema de la Administración y no del bisnieto que está viendo a ver qué asociación le echa una mano. Aunque a mí me parece que nunca es tarde, es cierto que han pasado demasiados años. Creo que el Partido Socialista tendría que reprocharse a sí mismo no haberse ocupado de ello cuando tenía mayorías absolutas al final de los años ochenta y principios de los noventa. Es cierto que, durante la transición, que es una época muy delicada y en la que yo participé del modo más lúdico —que fue gozando de toda la libertad que me permitía mi cuerpo— yo no pensé en las fosas, pero el arreglo que se consiguió a través de la ley de Amnistía y el Pacto de Silencio era algo que debía ser revisado con posterioridad. Franco había condenado a todas las personas que estaban —y están— en las fosas a la no existencia, además de a la deshumanización. No dudo de que esa ley nos llevó a la democracia, yo soy prueba clara de ello. No hubiera podido hacer en 1979 Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón si no hubiéramos estado viviendo en un país democrático. En resumen, bienvenida esta nueva ley, pero, una vez pasado ya el 1981, con las mayorías absolutas del PSOE en el 1982 o en el 1989, era el momento de haber puesto solución a las fosas.

Pedro Almódovar, en un momento de la entrevista. OLMO CALVO

P. Cuando usted hacía las películas visibilizando a la comunidad LGTBI+ en los ochenta, ¿esperaba que a estas alturas de la película, en 2021, España viviera una escalada de odio?

R. No. De hecho, cuando pienso en los años ochenta y en el modo en que vivíamos y en la lucha de los años setenta, por ejemplo, ni en mi peor pesadilla hubiera pensado que en el 2021 íbamos a estar socialmente como estamos ahora y que hubiera un partido de ultraderecha en el Congreso. Nunca lo hubiera pensado. O sea, creo que aquella sociedad no estaba luchando para que cuarenta años después ocurriera esto. Para mí es más que una decepción. Es una realidad muy preocupante. Yo veo ahora más ataques homófobos en la calle que nunca. No sé si antes se daban más y no se hablaba de ellos porque los medios no los sacaban, pero estos ataques evidentemente son el reflejo de la política que se está haciendo en este país y de los políticos que tenemos en este país. La gente no se atrevería a hacer tamaña barbaridad si no existieran estos partidos de ultraderecha, lo de "puto maricón" corresponde a otros períodos de nuestra historia. A mí me horroriza y por eso creo que la lucha por los derechos del LGTBIQ tiene que ser constante. Yo creo que se han conseguido muchas cosas, pero da la impresión de que, sobre todo últimamente, hay una especie de retroceso. Por eso creo que no hay que bajar la guardia. Tenemos que denunciar todo lo que haya que denunciar y no callarnos. No hay palabras para lo del asesinato de este chico [Samuel Luiz]. Creo que tenemos que hacer algo parecido a lo que fue el Me too para los americanos.

P. ¿Cuál es su opinión sobre la ley trans y sobre el enfrentamiento de ciertas corrientes del feminismo con dicha ley?

R. Me preocupa mucho y me parece horrible, aunque haya clásicas del feminismo defendiendo esa postura de no aceptación de la mujer trans. Me parece terrible porque la mujer trans podemos llamarla mujer trans, pero es una mujer. No comparto el desacuerdo Carmen Calvo en lo referente a dar libertad de elección en materia de cambio de sexo a las personas de dieciséis años. ¡Uno conoce su género desde que tiene dos años! Cuando los niños y las niñas se niegan a ponerse falda o pantalón está ocurriendo algo. Afortunadamente, ahora yo creo que hay una conciencia mucho mayor por parte de los progenitores, que ya saben cuáles son las herramientas para identificar la realidad de su hijo o su hija. A mí me parece que excluir y marginar a las mujeres trans es muy injusto, sobre todo por parte, además, de mujeres que son, básicamente, de izquierdas. El chico o la chica de dieciséis años que decide llevar a cabo la transición, la viene madurando desde hace años. No es un capricho. Eso nunca es un capricho. Nadie lo hace pensando que va a ser algo reversible. No importa la edad por temprana que sea. Y por supuesto, también estoy de acuerdo en la no obligación de consultarlo con los padres. Uno puede tener un círculo de amistades o de relaciones con las cuales ha hablado del tema y con las que se entiende más. A lo mejor los padres y las madres tienen más miedo.

"Cuando los niños y las niñas se niegan a ponerse falda o pantalón está ocurriendo algo, y de eso saben mucho los padres y las madres"

P. ¿Qué papel cree que juega la ficción en este ámbito? ¿Hasta qué punto la ficción debería abrirse a este tipo de actrices o actores trans para narrar sus historias?

R. Absolutamente. Hay más trabajos que se les pueden ofrecer además de hacer de prostituta. Hay muchos papeles que pueden representar en esta sociedad. Ya está habiendo mujeres trans en muchos otros oficios. Entonces, yo creo que la ficción es útil para visibilizar y potenciar el diálogo sobre ello, y esa visibilización creo que ha aumentado exponencialmente en los últimos cinco años. Además, creo que la nueva transexualidad, según la veo yo, se lleva dentro de la familia. En cambio, la mayoría de históricas de los años setenta estaban condenadas a la calle. Es muy distinto eso, a que puedas hacer una transición con tus amigos del colegio, con tus profesores y con tu familia sin tener que salirte de ninguna de esas unidades, que son esenciales. Pero, ojo, tampoco hay que condenar a los cineastas a que tengan que hablar de determinados asuntos. Por ejemplo, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón era una película absolutamente apolítica, pero era deliberadamente apolítica. Yo no quería que apareciera ni la sombra de Franco. Era mi modo de negar la existencia. Sin embargo, en esas películas también estoy abogando absolutamente por la libertad de las personas y por la autonomía moral de las mujeres. Cada uno —y en cada época— va haciendo cine de acuerdo con las ideas que bullen en su cabeza.

P. Los cineastas tienen poder en ese sentido.

R. Cuando en los setenta y los ochenta se hacen películas sobre homosexuales, eran películas sobre el problema de ser homosexual. Yo, en cambio, los integraba como parte de la historia y no como el problema que significa eso porque, para mí, no era un problema. La ficción te da mucho poder. Te da el poder de crear personajes e imponerlos al espectador. Y ese poder lo tenemos más en Europa, que en Hollywood, donde hay veinte personas opinando acerca del proyecto. Esa capacidad de imponer tu propia realidad —tu propia visión del mundo— es una ventaja descomunal. Eso también tiene un riesgo, que es el abuso de poder... Yo no conozco casos en España, pero es una profesión que se presta a que si tú tienes un espíritu autoritario, ese autoritarismo se te escape por algún lado.

P. En otro orden de cosas, en la película aparecen un montón de modelos de familia. ¿Detrás de eso hay una intención parecida a la que tenía cuando trataba de normalizar la homosexualidad en los ochenta?

R. En Todo sobre mi madre (1999), ya hay un modelo de familia que está formado solo de madres y de un ser pequeñito al que cuidan todas. Creo que eso es lo clave: hay un ser que acaba de nacer y necesita todos los cuidados. Sobre todo, a alguien que esté dispuesto a proveérselos. Son esos los que se convierten en padres de forma natural. Naturalmente son las familias que no reconoce el Vaticano, pero creo que, además, todas las familias que después han aparecido —unipersonales o de mujeres u hombres— son la gran esperanza de la familia porque son las más deseadas. Hasta más que las biológicas. A mí me encantó, una vez, cuando leí: "El primer hombre que da a luz". Era un transexual. Un hombre que no se había tocado los órganos de reproducción y, entonces, se inseminó y tuvo una hija con su pareja. Me pareció que era como darle una vuelta a toda nuestra naturaleza y a todos los tópicos que tenemos sobre los géneros. Yo, desde siempre, he creído en las familias plurales, en que la familia sea un grupo basado en los afectos y en el amor y que no tiene que ver en absoluto con lo biológico. De hecho, la familia que propongo en el final de Madres paralelas es una que consta de dos mujeres y un hombre. El personaje de Penélope queda embarazada de nuevo del mismo hombre, pero sigue compartiendo su vida con Milena Smit y con la niña, que podríamos decir que es de las dos. Para mí ese es el modelo de familia porque son capaces de cuidar a ese ser que acaba de nacer o que reciben con muy pocos años. Las familias de homosexuales que conozco creo que son más padres y más madres que nadie porque tienen vocación de ello.

"Las familias de homosexuales que conozco son más padres y más madres que nadie porque tienen vocación de ello"

P. Usted fue una de las caras del 'No a la guerra' de Irak. ¿Qué opina de la actitud de España con respecto al conflicto en Afganistán?

R. En Torrejón se ha ido recibiendo a todos los que se puede y eso lo ha ponderado Joe Biden. A mí me parece estremecedor lo que está ocurriendo. Y me parece, además, que los políticos de todo el mundo —sobre todo, los que han tenido presencia en Afganistán en los últimos veinte años— tienen que hacer examen de conciencia y atribuirse una parte de la culpa de lo que está ocurriendo. A los talibanes no les ha hecho falta ningún esfuerzo para imponerse. Una semana escasa. Me parece terrorífico. Yo he pensado mucho en eso porque, en mi casa, me sobra una habitación y he pensado que debería ofrecérsela a una mujer o a una madre [afgana] para que venga, pero no sé si mi vida es como para compartirla. Lo que pasa es que todo esto hay que tomarlo como algo personal porque nos enfrentamos a una nueva migración a la que debemos ayudar absolutamente.

P. Hablemos de una de las escenas de la película que más sorprende al público. Ese momento tan cómico que protagoniza Aitana Sánchez-Gijón....

R. Sí. Estuve a punto de no ponerlo porque me parecía un chiste fácil. En el guion tengo un paréntesis en el que pone: "O se lo digo a Aitana, o después yo lo quito en el montaje", pero lo cierto es que esa frase [que tiene que ver con un supuesto apoliticismo de los actores] yo la había oído tal cual en la televisión dicha por una actriz. La pregunta fundamental es si no nos había hecho más mal que bien el No a la guerra de los Premios Goya porque, en aquel punto, la derecha decidió que el cine español "es nuestro enemigo y vamos en contra de él". Se empeñaron, y creo que lo han conseguido o han estado a punto de conseguirlo, en acabar con nosotros. Somos lo que ellos llaman despectivamente "titiriteros". Somos la bestia negra de los partidos de la derecha. La cosa es que yo vi que a esa actriz le preguntaban si ese No a la guerra nos había hecho mal y ella dijo que sí e hizo la reflexión: "Mis espectáculos son apolíticos, tienen que gustarle a todo el mundo porque la taquilla es para todo el mundo". A mí me hizo mucha gracia porque no era una actriz de derechas, pero la frase existió. La verdad es que es bueno y se me ocurrió meterlo en el personaje de Aitana. Es cierto que el trabajo de actor —y de director, también— es básicamente de izquierdas, aunque hay excepciones.

"Somos lo que ellos llaman despectivamente 'titiriteros'. Somos la bestia negra de los partidos de la derecha"

P. ¿Se puede ser apolítico en este país con esa profesión?

R. Yo creo que no. De hecho, en los cineastas en los que pienso y que no son de izquierdas son de derechas claramente, no lo ocultan, o sea no son apolíticos, lo cual no quiere decir que no quieran gustarle también a las izquierdas para que vayan a verlos. De todas formas, yo he vivido varias épocas de apoliticismo, pero formaba parte del hecho de vivir un momento concreto. Por ejemplo, los años entre 1977 y 1985, en los que enclavo lo que se terminó llamando movida madrileña, eran, para nosotros, los que íbamos al Rock-ola todas las noches —en Madrid, digo; en Vigo irían a otro sitio—, totalmente apolíticos y hedonistas y lo importante era la frivolidad y la diversión. También es cierto que nos llegaron, de pronto, todo tipo de libertades. Éramos gente muy joven. Yo ya tenía veinticinco años, pero recuerdo que, por ejemplo, Bernardo Bonezzi tenía trece cuando escribió Groenlandia; Olvido —Alaska— tenía catorce cuando estaba ya con Kaka de Luxe vendiendo fanzines en el Rastro. Los que tenían de trece a diecisiete años no tenían fantasmas franquistas. Yo sí los tenía. Yo, con veinticinco, ya había corrido delante de los grises, pero porque me había cogido de paso. La primera vez que fui a comer al comedor de la universidad hubo una buena manifestación, yo me integré en ella y tuve que salir corriendo. 

P. Era un miedo que estaba, todavía, en la atmósfera.

R. Aunque nunca tuve que ir a comisaría, el miedo era palpable. En la movida tratábamos de hacer lo que quisiéramos del modo más inmediato y, por supuesto, con la menor cantidad de dinero posible. No hay cine que corresponda a aquella época, exceptuando Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, que la pudimos hacer gracias a un crowdfunding de mucha gente, que nos daba desde 500 a 1.000 o a 50 pesetas. Así conseguimos 300.000. Pero en aquel momento, yo creo que no había conciencia política. Unos porque no tenían esos fantasmas del pasado y otros, los mayores, porque nos habíamos decidido por la diversión. Fue un privilegio sentirse joven en un momento en que se abrieron todo tipo de libertades ante tus narices. La otra cara de la moneda es que quedaron muchos muertos en el camino. Naturalmente, aparecieron las drogas, que formaban parte de esa libertad, también, pero yo estoy muy contento de haber vivido esa época y de haberla vivido así: cantando, con bata de guata, como una ama de casa, haciendo todo lo que me parecía apetecible.

Pedro Almódovar, en un momento de la entrevista. OLMO CALVO

P. No hubo mucho cine, pero sí música.

R. Si alguien tiene intención de hacer un estudio sobre la movida, hay un cancionero excepcional. Había cientos de grupos —algunos solo grabaron un single porque salía baratísimo— y emergieron, ya en ese punto, casas independientes. Por eso, lo que más se hizo fue música. Y es esa música la que habla de todas las vidas y de las historias de la juventud de ese momento.

"Para mí el cine es el de gran pantalla. No concibo una película si no la veo en una gran pantalla"

P. Cambiando de tercio, muchas películas se están estrenando en plataformas en lugar de en las salas de cine. ¿Cree que esa va a ser la tendencia de cara al futuro?

R. Estamos en un punto medio, pero ya se van viendo muchos aspectos de lo que nos temíamos hace unos años. Por ejemplo, en España, el espectador, de momento, ha decidido no moverse de su casa y que cuando sale, que sea para irse a un botellón o para irse a una terraza, pero no para ir al cine. Eso era algo que se veía venir, pero que la pandemia ha multiplicado exponencialmente. De todas formas, es cierto que la gente ha entendido más que nunca que necesita de la cultura, aunque sea sin salir de casa. Ese es un efecto que está por ver si es reversible o en qué nivel es reversible. Por otra parte, el hecho de que el cine pierda toda la parafernalia que tiene la gran pantalla —incluso la parafernalia más banal— no es bueno para las películas. Para mí el cine es el de gran pantalla. No concibo una película si no la veo en una gran pantalla. No concibo que la película no cumpla con su naturaleza de ser, que es el hecho de que uno sea minúsculo frente a un universo que le absorbe y que arrebata. Sin luz y rodeado de desconocidos. Eso lo decía Susan Sontag cuando llegó a hablar de los cines domésticos. Decía que ir al cine es sentarse en un lugar a oscuras, rodeado de desconocidos y dejarse arrebatar. Solo de ese modo, decía, la película puede arrebatarte.

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P. Eso no ocurre cuando uno ve la película desde casa.

R. Yo creo que se minimiza mucho el efecto. También hay que decir que en España nunca ha habido una industria audiovisual y ahora la hay gracias a las plataformas. Eso es buenísimo... Ahora mismo, si buscas un equipo para grabar tienes que empezar a hacerlo con seis meses de anticipación porque no hay. Está todo el mundo trabajando. Por esa parte, las plataformas son positivas, pero me da la impresión de que los autores, si hacen una película que se va a ver en televisión, incluso sin darse cuenta, adoptan una forma de narración y si es para cine, otra.

En definitiva, yo creo que estamos condenados a que la mayoría de las películas se vean a través de las plataformas y de que solo determinados autores, casi en plan museístico, estrenen en el cine, aunque muchos van a desaparecer. Los pocos que quedarán serán lugares de culto. Es lo que parece que indican las circunstancias, aunque a mí me ha animado mucho este último Festival de cine de Cannes porque había verdadera efervescencia por el cine. Hay ganas de enfrentarse al cine de autor.

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