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Cultura

C Tangana se pone el disfraz de español y tira de tradición... y un poquito del machismo de siempre

El músico C Tangana, en una imagen promocional del disco 'El Madrileño'.

Mejor debut de un álbum en español en Spotify, con cinco millones de reproducciones en un día. Cinco canciones en la lista del top 10 España de la plataforma de streaming. Más de 91 millones de visualizaciones en tres meses del videoclip de “Tú me dejaste de querer”. El éxito de El Madrileño, el nuevo disco de C TanganaEl Madrileño, es indudable, y lo es también su inevitable influencia cultural. Pero cuando la sombra de Antón Álvarez (Madrid, 1990), alias C Tangana, alias Pucho, alias Crema, se extiende por el panorama musical, surgen también algunas dudas. Por ejemplo, si en 2021 puede marcar el futuro un disco eminentemente masculino. Si se deja de escribir letras machistas por dejar de decir “puta”. Si la nueva masculinidad puede parecerse sospechosamente a la vieja. O por qué un proyecto que apela a los orígenes de su autor tira más de salsa, tango o corrido mexicano que de chotis. 

Un “curso intensivo de feminismo”

“Todos nos hemos hecho un curso intensivo de feminismo en los últimos dos años”, decía recientemente Antón Álvarez en una entrevista con la revista masculina Icon. “Éramos unos machitos que no entendíamos lo que pasaba alrededor. Creo que lo políticamente correcto es una imposición y lo odio. Pero el feminismo es otra cosa”. Quizás sorprendan estas declaraciones en un artista que tan a vueltas ha estado con el feminismo. En 2019, el Ayuntamiento de Bilbao cancelaba su concierto durante la Semana Grande después de recibir peticiones de grupos feministas que criticaban el machismo de algunas de sus letras.

Dos años antes, en una desafortunada entrevista con Cadena Ser, el músico protagonizaba el siguiente (desconcertante) diálogo:

— ¿Te consideras machista?

— Yo no, yo no me considero machista.

— ¿Feminista?

— Yo soy transexual.

Y es cierto que el historial creativo de C Tangana difícilmente puede pasar por feminista. En “Na de na” (del disco Avida Dollars, 2018) canta: “Noto que el dolor es un imán / Otra vez tu cara (puta) / Solo me quieres si te hago mal / Ya no siento nada (vete) / Follando con otra que es igual / Ojalá te mueras (puta)”. En “Bien duro” (2018): “Tirando billetes de cien / en un culo que no sé de quién / Te quiero pero yo qué sé / Cuando estamos mal, lo paso bien”. Pero también es cierto que, como señalaba la escritora Ana Iris Simón en un artículo en El Confidencial, no aguanta la prueba tampoco la discografía de Bad Bunny, una estrella del urbano que sí se ha abrazado en los últimos años como un desafío a la masculinidad clásica: “Mi bicho anda fugao' y yo quiero que tú me lo esconda'/ Agárralo como bonga / Se metió una pepa que la pone cachonda / Chinga en lo' Audi, no en lo' Honda”, rima en “Safaera”, uno de los mayores éxitos del disco YHLQMDLG (2020).

Quien quiera situar a C Tangana como referente de cantante comprometido con la igualdad de género, tendrá que hacer piruetas discursivas. Pero también tendrá que hacerlas quien quiera etiquetar su música como especialmente machista dentro de un sistema creativo —del pop al trap, del reguetón a la salsa— basado en gran medida en la sexualización de la mujer y la reproducción de un romanticismo patriarcal. ¿Es peor “Mala mujer” (“Tú lo que eres es una ladrona / Que me has llevado a la ruina / Te has llevado mi corazón, mi orgullo, mi pasta, mi paz, mi vida”) que “La Jeepeta”, la sexta canción más escuchada de España en 2020 (“Arrebata'o dando vuelta' en la Jeepeta / Conmigo una rubia, tiene grande' las tetas / Quiere que se lo meta”)? ¿Tiene sentido siquiera una pregunta como esta, visto el panorama?

No sería justo no reconocer cierta evolución en el tratamiento de las figuras femeninas en este último disco. No se escucha la palabra “puta”, lo que ya es algo. En “Demasiadas mujeres”, El Madrileño se cuestiona su relación no muy positiva con el amor y el sexo. En “Nunca estoy”, escribe desde el punto de vista femenino, que le reprocha su ausencia. En “Ingobernable” habla de un interés amoroso por encima de sus aspiraciones, y canta “Ni una escalera para poder alcanzarte / Ni una pistola para poder gobernarte”, donde el “ni... ni...” se convierte en una diferencia sustancial con respecto a un hipotético “y... y...”. Pero en un disco que parece tener el mal de amores como eje temático, la mujer sigue siendo la principal responsable del sufrimiento del artista: “En mi corazón que está muerto 'e miedo por tus amenazas”, dice en la misma “Ingobernable”; “Tú me dejaste de querer cuando te necesitaba / cuando más falta hacía / tú me diste la espalda”, entona en “Tú me dejaste de querer”; “Se ha propuesto de humillarme / Es feliz con mi sufrir”, canta en “Cuándo olvidaré”, un homenaje a Carlos Gardel. Las mujeres, hay que ver, qué malas son.

Una masculinidad no tan nueva

Pero habría que mirar no solo al historial de C Tangana, sino a su última propuesta, que se ha presentado y leído por parte del público como un cuestionamiento de las nociones clásicas de masculinidad. “Esa masculinidad, que era la ganadora y la que te enseñaban de pequeño, incluida tu madre, tus profesoras y también nosotros mismos producíamos eso, de repente nos damos cuenta de que es como un cáncer”, decía C Tangana en una entrevista en La Razón. Hablaba, sobre todo, del tema “CAMBIA!”, una revisitación del corrido mexicano junto al también mexicano Carin León y el californiano Adriel Favela, que es también un discurso sobre la pose adquirida del macho. “De niño me enseñaron a ser gallo y que un cobarde es un gallina / Que el hombre que las morras aman bravo va de a golpes por la vida”, entonan.

Pero esa es solo la mitad de la canción. La moraleja de la estrofa es ambigua, como suelen serlo las letras de Tangana: “Ahora que vieron que andamos bateando me piden que cambie”, “Y ahora que sobran ceros en el banco me piden que cambie”, “Y ahora que saben cómo ruge el león me piden que cambie”. Es decir: no solo estamos en un sistema hipócrita que encumbra la masculinidad violenta y misógina para luego censurarla, sino que quienes eso cantan no tienen motivaciones para asumir ese cambio que le pide la sociedad. La respuesta que C Tangana da a ese “CAMBIA!” no parece ser una afirmación entusiasta, al contrario.

Pero hay elementos más allá de las letras. La periodista musical Elena Rosillo señala que El Madrileño cuenta con 16 colaboraciones especiales, desde los Gipsy Kings a Eliades Ochoa pasando por Jorge Drexler y Toquinho, pero solo uno de esos artistas es una mujer: La Húngara, que participa en la canción “Tú me dejaste de querer” junto a Niño de Elche. En el audiovisual, Antón Álvarez menciona a menudo a Santos Bacana, cineasta del colectivo Little Spain, responsable de sus videoclips. La reflexión sobre la masculinidad prescinde casi completamente de las creadoras, que están o bien ausentes o bien no acreditadas. Esta decisión difícilmente se puede defender como feminista pero no es desde luego una excepción: en YHLQMDLG, Bad Bunny trabajaba con 12 colaboradores, todos hombres, y Nesi, la voz de “Yo perreo sola”, tema leído como un giro feminista, no aparece debidamente acreditada. La inmensa mayoría de las colaboraciones que ha llevado a cabo a lo largo de su carrera el rockero Calamaro —una de las apariciones estelares de El Madrileño— han sido con hombres. Etcétera.

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El primer signo de que C Tangana había cogido el camino de la música de raíz fue “Veneno”, un bolero arrumbado que el ¿ex? rapero presentó en noviembre de 2018 en el plató de Operación Triunfo, es decir, en un templo televisivo del pop. Curiosamente, la siguiente canción del disco que lanzó como single fue “Nunca estoy”, en abril de 2020, con más influencias de balada pop que de guitarra flamenca. Pero la entrega definitiva a la música popular que se ha acabado materializando en El Madrileño llega con “Demasiadas mujeres”, un tema en el que sampleaba una marcha de Semana Santa del compositor gaditano Sergio Larrinaga, junto con “Campanera”, pasodoble popularizado por Joselito. En “Tú me dejaste de querer”, el mayor hit del disco, toca una rumba que bebe de las que llevan poblando la música española desde hace décadas, desde Peret hasta el mismo Kiko Veneno o La Húngara —colaboradores ambos del álbum—, pasando por apuestas desde el pop como las de Estopa o Melendi. En “Comerte entera” le tocaba a la bossa nova de la mano del brasileño Toquinho, en “Cuándo olvidaré” toma prestadas líneas del tango “Nostalgias”, en “Muriendo de envidia” se acerca a la salsa junto a la leyenda cubana Eliades Ochoa a partir de una letra de El Pescailla para Lola Flores... un viaje por la música popular que llega hasta el pop y el rock con Jorge Drexler y Andrés Calamaro.

En este viraje que une electrónica, autotune y guitarra española, C Tangana no está solo. Ahí están los proyectos de Rosalía, de María José Llergo, de Califato ¾ o Le Parody, desde el flamenco, ahí están las muñeiras y xiringüelus electrónicos de Rodrigo Cuevas o las jotas de Ruiseñora. Este nuevo trabajo forma parte de un despertar generacional hacia una música que ha sido barrida de las listas comerciales pero que en su momento movió el mundo. Aunque es cierto que la propuesta de Antón Álvarez tiene una particularidad: pese al título de El Madrileño, aquí hay poco chotis. El acervo regional que es el eje de otros compañeros de generación aquí está ausente. El patrimonio de Madrid, parece decirnos, es el del mundo entero: aunque la estética de los videoclips pueden remitir a una idea voluntariamente deformada de España, el disco está atravesado por la música latinoamericana, y de aquel continente vienen la mayoría de las colaboraciones acreditadas en el disco.

Mientras el proyecto de Califato ¾ bebe del flamenco y otras músicas populares andaluzas, y el de Rosalía llega de un profundo conocimiento del flamenco patrio, la visión de C Tangana llega desde el filtro internacional. Y así lo cuenta él: “Hubo un viaje natural, mi música empieza a expandirse y de repente puedo hacer conciertos en Argentina, Chile, Colombia y, sobre todo, México. El trabajo te lleva a empaparte de cosas. Luego me encuentro a Santos [Bacana, de Little Spain] en Los Ángeles, que es un tipo increíble que para mí significa una musa y una revolución”. La idea de lo español que desarrolla junto al cineasta no viene del interior, sino del exterior, con una mirada partida entre la nostalgia y el distanciamiento. Como las cantaoras y bailarinas españolas que se iban a hacer las Américas, como los cantes de ida y vuelta del indiano, pero también como las visiones exotizadas de lo español que llevaban consigo los viajeros que peregrinan a la Alhambra en el XIX. Si, en su gusto por los alter ego, C Tangana se había disfrazado ya de trapero de barrio, de ídolo pop y de rapero millonetis, ahora se disfraza de español. Una receta antigua para un ídolo nuevo.

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