Música
Keith Richards, más ‘blues-rock’ con aguardiente
Keith Richards continúa tan gamberro como siempre a sus 71 años. El guitarrista de The Rolling Stones vuelve a provocar estupor para llamar la atención… sobre su nuevo disco en solitario, Crosseyed heart.
De nuevo se lanza el incorregible músico en brazos del blues-rock aguardentoso, el que bebe de Memphis Slim o John Lee Hooker, se cruza con los efluvios de Nueva Orleans y, por supuesto, termina de asentarse en las garras de Muddy Waters o Screaming Jay Hawkins.
Es el mismo bagaje que impulsó su reunión con Mick Jagger y que sigue corriendo por sus venas a pesar de todas las sustancias que se ha metido en el cuerpo. Tantas que resulta un milagro que aún esté vivo, como él mismo ha reconocido en más de una ocasión.
De hecho, una de sus penúltimas excentricidades tiene que ver con eso, pues ha declarado recientemente que no le importaría nada que sus hijas esnifen sus cenizas cuando muera. Más aún, él hizo lo mismo con las de su padre.
El músico Keith Richards, en una fotografía tomada en su juventud.
Al margen de semejante salida de tono, su flamante álbum vuelve a demostrar que su carrera sin The Rolling Stones no es precisamente para tirar cohetes. Aunque, ciertamente, tampoco la de Jagger, igual de enzarzado que él en una serie de grabaciones mediocres que apenas sirven para engrosar los libros de anécdotas discográficas.
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Pero está claro que sus fans lo agradecen y que podemos encontrar canciones salvables. Por ejemplo, Amnesia. O su versión del Love overdue de Gregory Isaacs. O ese Illusion en el que le acompaña Norah Jones para formar un dúo muy curioso.
Hacía 23 años que Richards no daba carnaza específica a sus acólitos: desde aquel Main offender de 1992Main offender. Otra vez el caos, evidentemente. Lo ha confesado él mismo: “No hay nada igual a entrar en el estudio sin tener absolutamente ninguna idea de lo que va a salir”.
Pero, además, Crosseyed heart se arropa con el documental Under the influence, que presentó el director Morgan Neville en el pasado Festival de Cine de Toronto. Un trabajo que nos permite captar en toda su dimensión las fuentes que inspiran a Keith. Así, uno de los mejores momentos acontece cuando le vemos charlando con el mismísimo Tom Waits.