Ni novela gráfica, ni tebeo: Rodrigo Cortés y Tomás Hijo nos cuentan una fábula tallada en 'piedra blanda'

Tomás Hijo y Rodrigo Cortés publican 'La piedra blanda'

La gubia es un tipo formón de mediacaña con la hoja curva que usan los carpinteros, los tallistas y otros profesionales de la madera. Puede incluso referirse a un instrumento utilizado por los cirujanos en sus operaciones, aunque quizás eso no tenga tanto que ver con el caso que nos ocupa. O sí, porque una gubia es precisamente la herramienta que ha usado el grabador e ilustrador Tomás Hijo (Salamanca, 1974) para literalmente tallar con precisión quirúrgica una fábula gráfica única a la que pone palabras el cineasta y escritor Rodrigo Cortés (Cenlle, 1973).

Eso es La piedra blanda (Random House, 2025), aunque el propio Cortés cree que es más sencillo empezar por aclarar lo que no es. "No es una novela, no es un tebeo, ni una novela gráfica, no es tampoco un libro de arte", enumera. "Ni siquiera es la suma de todo esto, pero tiene algo de todo eso", añade, navegando con comodidad en la indefinición de una obra que cuenta, eso sí, con un centenar largo de "grabados que tallan tanto la imagen como la palabra". "Incluso cada letra está esculpida", apostilla a infoLibre.

La piedra blanda es, de esta peculiar forma, el fruto del trabajo conjunto entre ambos amigos. Una novela enteramente tallada, hija de la tradición picaresca, con raíces mágicas, que es también un homenaje al origen de todos los libros, al misterio y la fascinación de que están hechos los árboles del bosque. El resultado es un libro único en su formato y contenido, que nació como proyecto un lustro atrás y que, intercalado con otros emprendimientos artísticos de los autores, llega este miércoles a las librerías como monstruo de dos cabezas y cuatro manos.

Así explica Cortés el proceso llevado a cabo por Hijo: "Todo sale inicialmente de la punta de un lápiz, pero va ganando detalle en sucesivos bosquejos, que él acaba trasladado a una plancha de linóleo inglesa a través de un calco, en el que finalmente interviene la gubia, como elemento que no permite la marcha atrás, y que empieza a herir y a arañar la plancha hasta extraer de ella una imagen. Eso se empapa después en tinta, se pega a un papel aplastado por un tórculo que aplica una presión de más de mil kilos hasta que de ahí surge la estampación, que es de verdad el grabado que Tomás ha hecho".

Un proceso desarrollado de una manera "muy lenta, laboriosa y con mucha interacción", tercia el grabador e ilustrador, hablando de algo así como "un cantar de ida y vuelta" en el que el texto genera un boceto y luego el boceto provoca una modificación del texto, que origina así una readaptación del boceto. "Un constante afán por hacer que los dos elementos del libro dialogaran", destaca, algo que han conseguido "a base de mucha poda de texto y mucha modificación de imágenes", continúa, antes de que el cineasta tercie para insistir en que todas las imágenes se han conseguido a través de planchas de grabados: "Tomás no ha trabajado ni con ordenador, ni acuarela, ni acrílico, ni pluma, sino con su gubia de excavar".

Para Cortés, este es un trabajo "cercano a la poesía" que surge de esa retroalimentación constante en busca de una "plena complementariedad" entre imagen y texto, en la que "cada letra si tiene que ganar su sitio porque va a ser tallada" y no cabe el arrepentimiento. Es así, además, como La piedra blanda se convierte en una reivindicación del libro en sí mismo "como objeto casi de otro tiempo". "A veces hablamos de este libro como una pequeña improbabilidad. Desde su encuadernación holandesa, con ese lomo en tela, ese golpe seco en la portada que remeda el relieve, el gofrado de los grabados que permite que también los dedos lean ya desde la portada. En cuanto lo abre, el lector percibe el gramaje del papel, la calidad de la tinta, el lujo casi con el que la imagen viaja por el espacio en blanco", explica el director.

Un protagonista singular que surge de la propia técnica para la elaboración del libro, que es "prácticamente la del xilógrafo medieval", según Cortés, "con esa técnica de sí y no que exige un acercamiento muy preciso a las cosas, pero a la vez con mucha apertura poética". "De ahí surgió este personaje, que no sabemos muy bien qué siente porque es inexpresivo. No ríe, no llora, y por lo tanto no sabemos muy bien qué sentimientos atribuirle más allá de los propios en un ejercicio inevitable de proyección. Al mismo tiempo, eso sí, sentimos que hay cosas ahí dentro que palpitan, que laten, aunque no se le vean por fuera, y de ahí surge el título", resume el cineasta y escritor. 

"El libro trata de abrir posibilidades, de proyectar ciertos misterios y paradojas, ciertas cosas fascinantes y aterradoras, pero en ningún momento trata de resolverlas con un mensaje", continúa Hijo. "En el momento que aterrizas el misterio, lo diluyes. La moraleja mata al cuento", tercia Cortés, para quien el hecho de que esta historia no tenga esa moraleja no significa que sea "vacua" o "superficial". "La poesía encierra mundos, las luces arrojan sombras, y el lector tiene que decidir cómo se siente respecto a aquello que ve. Porque ni las imágenes, ni el texto, ni su suma, están dándole consejos, ni lecturas, ni recomendaciones. Nadie le dice al lector cómo tiene que sentirse", argumenta en este caso Cortés, parapetado en su defensa de una libertad creativa que transmite sin necesidad alguna de explicar nada más: "Convertir estos textos en consejos mataría toda esa resonancia y toda esa evocación poética que te genera unas palabras que casi se convierten en imagen y te obligan a viajar".

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Para que ese viaje sea aún más sugerente, fluya con menos ataduras y alcance cierta profundidad onírica, buscan los autores "la plasmación de la naturaleza como elemento neutro y por tanto temible", según Cortés, "lleno de belleza y de espantos". "Un lugar en el que las cosas simplemente son y no admiten muchos juicios, porque se mueven por leyes que no son las del hombre", plantea, insistiendo en que se sienten tanto Hijo como él "cómodos en ese universo descarnado en el que hay espacio para todo, incluido el humor, porque no hay donde esconderse". 

Eso sí, concede en este punto el director que la creación puede ser de muchas maneras, más o menos libre o más o menos dirigida según las circunstancias, y aún así "crear resultados interesantes", a pesar de lo cual desde su punto de vista más personal no duda en afirmar que solo le interesa "la libertad creativa casi como un patrimonio sagrado que defender". "Ser, por lo menos, libre en la creación, con las inevitables responsabilidades que esto acarrea. Porque ser libre tiene mucho que ver con aceptar las consecuencias de aquello que uno libremente decide hacer", subraya.

Para terminar, explica Cortes que aunque sí que diferenciaría con "rotundidad" lo que implica escribir para cine o escribir cuentos y novelas, en el caso de La piedra blanda sí que hay "alguna relación" con el séptimo arte, "entre otras cosas con el manejo del tiempo, con la cadencia específica que propone al ir pasando las páginas, el modo en que el ojo tiene que viajar de página en página, a veces quedándose quieto para ver cómo un mensaje se vacía o cómo un cielo despejado recibe a un personaje que entra en él". "Este libro tiene relación con el cine porque es una forma de narrar que tiene más en cuenta al espacio y el tiempo", termina.

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