"Ahora protestamos desde el sillón o BlueSky": la tropa trotskista de Portela y Ovejero toma las librerías

Los escritores José Ovejero y Edurne Portela publican 'Una belleza terrible'

Edurne Portela (Santurtzi, 1974) y José Ovejero (Madrid, 1958) nos llevan a cuatro manos a conocer la alucinante historia de Raymond Molinier, militante de izquierda en el epicentro de la lucha obrera en el París de la década de los veinte del siglo pasado, hombre de confianza de Trotsky durante el exilio europeo hasta que las cosas se torcieron, pero siempre con el ideal revolucionario como valor sagrado por encima de todas las cosas.

Su nueva novela, escrita de manera conjunta, Una belleza terrible (Galaxia Gutenberg, 2025) nos cuenta también quiénes fueron Jeanne Martin des Pallières, Vera Lanis, Jean van Heijenoort, Elisabeth Käsemann y tantos otros hombres y mujeres, de orígenes humildes o aristócratas, obreros o intelectuales, que compartieron sus batallas y su intimidad mientras ponían su vida al servicio de la revolución, de la transformación radical de un mundo que les parecía injusto.

Nos acerca la trama incluso al mismísimo Trotsky y al devenir de una Europa que sucumbe al nazismo, que padece la Segunda Guerra Mundial y que ve en América la única posibilidad de exilio en un mundo en constante transformación. Espía, estafador, activista y siempre revolucionario a tiempo completo, Molinier vivió durante varias décadas de manera clandestina en Argentina, un país donde incluso llegó a hacer negocios con Eva Perón (no salió bien) y del que tuvo de nuevo que escapar con la llegada de la dictadura militar.

Coincidiendo con su llegada este mismo miércoles a las librerías de semejante tropa trotskista, atiende la pareja a infoLibre para hablar de una época que ya no volverá y también de un proceso singular de creación literaria que explican y detallan incluso en las páginas de una novela por ello aún más atípica, fruto a su vez de un intenso trabajo de documentación. Así es Una belleza terrible.

¿Por qué os fascina una persona, un personaje, como Raymond Molinier, que no tiene entrada (o brevísima) en español en Wikipedia?

JOSÉ: (Risas). Efectivamente, no es una figura conocida y quizás por eso también nos llamó particularmente la atención, porque nos dimos cuenta de que este personaje del que en España prácticamente nadie ha oído hablar fue muy importante durante unos años en el movimiento trotskista, y a través de su biografía podíamos seguir las luchas de los movimientos marginales de izquierda durante prácticamente todo el siglo XX, tanto en Europa como en América. Además, alrededor de él había una serie de personajes, mujeres sobre todo, que también habían sido muy importantes y que son aún más desconocidas que él.

EDURNE: Como suele pasar siempre en la historia de las mujeres en la lucha de izquierdas o antifascista. Ha habido muchas, pero la mayoría son muy desconocidas a no ser que tuvieran un papel excepcional en el movimiento.

Esas mujeres quedan habitualmente reducidas, por así decirlo, muy entre comillas, a ser las parejas de alguien. En este caso de Raymond.

E: A nosotros nos cuesta mucho hablar de ellas como las parejas de Raymond, porque en realidad tienen autonomía propia en el espacio político. Sí es verdad que son las mujeres que en ciertos momentos de la vida acompañaron a Raymond, y no todas, porque una de las mujeres que aparecen, Suzanne, no tiene militancia política. Pero el resto sí, están muy presentes y tienen su propia autonomía.

Lo que más impresiona de Raymond y todos los demás personajes de Una belleza terrible es el compromiso vital tan brutal que tenían. ¿Ha cambiado tanto el mundo que nos hemos dejado cosas tan importantes como ese compromiso por el camino?

J: Ha cambiado muchísimo. No es tan fácil hoy en día encontrar personas así. Nosotros mismos, por mucho que admiremos a estos personajes en muchos sentidos, no tendríamos ese nivel de compromiso. Es gente que está dispuesta a perderlo todo para ganar algo para lo colectivo, y eso hoy no se encuentra. Y quizás una de las cosas que nos fascinaron también, es posible que hoy, precisamente porque el mundo ha cambiado tanto, sintamos una nostalgia de la capacidad de rebelarnos. Están pasando cosas atroces a nuestro alrededor pero ni siquiera sabemos cómo articular una protesta, mucho menos una respuesta práctica. En mí hay esa especie de nostalgia de la capacidad de rebelión, que ha desaparecido en ámbitos muy grandes de la sociedad. Miramos pasar las atrocidades del mundo sin saber qué decir y qué hacer.

E: Claro, protestamos, podemos salir a la calle en momentos puntuales, pero no hay una resistencia organizada, como podía haber en aquellos momentos, la capacidad de crear vínculos políticos que tengan una acción directa en la transformación del mundo. En la novela narramos esa huelga de la Renault que fue masiva y brutal, tremenda, aunque fracasara. Pero esos fracasos no son fracasos totales, porque de esas huelgas y esas protestas masivas han surgido derechos fundamentales que ahora pensamos que se deben a la socialdemocracia, pero en realidad muchos vienen de esas luchas en las que se ponía el cuerpo. Ahora protestamos desde el sillón y desde BlueSky. Aunque a veces salgamos a la calle y haya gente que se asocia. Lo vemos por ejemplo con los colectivos que protestan contra los desahucios y que ayudan a la gente en cuestiones muy inmediatas y muy cotidianas. Eso existe todavía, hemos perdido masa y músculo. Y también esa fe ciega en que esos compromisos podían realmente transformar el punto para el colectivo, no solo para el interés individual y puntual.

J: Decíamos el otro día que han disminuido enormemente la fe y el deseo en nuestra sociedad. Nos hemos ido limitando a pequeños rinconcitos de actuación.

Protestamos, podemos salir a la calle en momentos puntuales, pero no hay una resistencia organizada, como podía haber en aquellos momentos

Edurne Portela

¿El individualismo es burgués, se desdibujó la lucha de clases y se perdió la fuerza colectiva?

J: También porque había un modelo. Quiero decir, esos modelos han ido cayendo uno detrás de otro. Las masacres y las atrocidades del estalinismo desmovilizaron a muchísima gente. A estos protagonistas nuestros no, porque también se oponían al estalinismo, eran esos grupos marginales que de alguna manera mantuvieron una cierta pureza, también porque nunca consiguieron el poder. Por eso, ese ideal se mantiene vivo a través de todos esos fracasos personales, todas esas tragedias... pero seguía viéndose una posibilidad de transformación del mundo que hoy somos incapaces de ver.

Y que Raymond hacía la revolución incluso dormido, contáis.

J: (Risas). Es que es un personaje muy divertido, dentro de todo lo trágico y de toda la historia que aglutina a su alrededor, porque está de alguna manera desafiando a todos los sistemas a la vez, convirtiéndose en un capitalista feroz al servicio de la causa, montándose ese circo delirante en Lisboa para sacar a resistentes y antifascistas de Europa... Es tan llamativo que dices 'este personaje no ha existido', pero cuando te pones a investigar constatas que no solo sí ha existido, sino que los detalles más rocambolescos son ciertos.

Ha habido muchas mujeres en la lucha de izquierdas o antifascista, pero la mayoría son muy desconocidas a no ser que tuvieran un papel excepcional

Edurne Portela

Raymond va desde la lucha obrera más pura en el París de los años veinte, hasta dejar a varios de sus hijos encaminados para ser burgueses en Buenos Aires o Barcelona. Es como que no puede detener la dirección del mundo, no sé si es significativo de la evolución propia del mundo en el siglo XX.

E: Es significativo porque, ¿quién puede seguir los pasos de un padre así? Para estas figuras revolucionarias la prioridad es la revolución y luego viene todo lo demás, por lo que va dejando mucho dolor detrás en el plano de lo íntimo. La relación de Raymond con todas las personas que le acompañaron en su vida, también sus hijos, es difícil. Es un padre difícil. No nos metimos mucho en las relaciones familiares y demás, pero claramente están en la novela y dejan esa sensación de Raymond como un padre ausente, que no es para nada ideal, digamos.

J: Pero a pesar de todo, a pesar de la separación, con una hija psicoanalista en Argentina, otro hijo profesor en la Universidad de Barcelona, digamos más burgueses que no participan en esas luchas, ella escribe un libro sobre la relación con su padre, y él también lo tenía planeado aunque murió al principio del covid. En ellos había una fascinación por ese personaje que veían como alguien muy importante a pesar de todos los conflictos familiares que pudiese haber habido.

Trotsky condensa muchas de las tragedias de la izquierda

José Ovejero

No podemos dejar de mencionar a Trotsky, una especie de motor de Raymond, también presente en la novela. ¿Qué nos dice aún Trotsky en 2025? ¿Hubiera sido muy distinto el mundo si hubiera llegado al poder?

E: No es el protagonista de la novela, pero como bien dices está siempre ahí, y aunque desaparezca de la historia va a estar muy presente para nuestros personajes y también para nosotros. Yo creo que es un personaje histórico que fascina a la izquierda, por lo menos a la izquierda no estalinista, que espero que ahora sea absolutamente mayoritaria. Nos fascina por la posibilidad, por ese pensar qué hubiera sido del comunismo si Trotsky no hubiera sido al final perseguido y aniquilado por Stalin. Y no solo Trostky, sino todo el trotskismo, que siempre fue un movimiento minoritario, pero que intentó mantener ciertas líneas que enseguida la burocracia estalinista quiso borrar. Nos parece un personaje absolutamente trágico y que también condensa muchas de las tragedias de la izquierda, con esa imposibilidad de superar derivas que se tomaron a partir de los años veinte en la Unión Soviética.

J: Tiene también un cierto atractivo ese haber estado siempre en el margen, como dice Edurne, como posibilidad, y haber sido combatido de esa manera. Hace un par de días leía unas declaraciones de Santiago Carrillo de la época de la Guerra Civil hablando de Trotsky y los trotskistas como aliados del fascismo, y abriendo la posibilidad de su persecución y asesinato. Tiene por eso también ese aura de una izquierda que no participó en esas atrocidades. Por supuesto, durante la Revolución Soviética, al mando del ejército rojo Trotsky tomó decisiones que hoy cuestionamos, pero era durante una guerra, no sabemos qué hubiera pasado después. Y se mantiene así ese aura de una posible izquierda mucho más humana que la izquierda estalinista y sus satélites o que la maoísta.

En mí hay esa especie de nostalgia de la capacidad de rebelión, que ha desaparecido en ámbitos muy grandes de la sociedad

José Ovejero

Una belleza terrible es fruto de un profundo trabajo de investigación en el que incluso habéis contactado con familiares de Raymond, como su nuera Silvia.

E: Hemos trabajado muchísimo (risas). Desde trabajo de archivo, con el que hemos tenido la inmensa suerte de que lo que necesitábamos estaba digitalizado o lo han digitalizado para nosotros en su mayor parte desde la Universidad de Harvard, de la Houghton Library, donde se han portado divinamente. Ha sido mucho trabajo de hemeroteca, de buscar cartas íntimas y otras relacionadas con el partido... Todo eso nos llevó bastante tiempo, acompañado por supuesto de muchísima lectura histórica para entender bien los entresijos del trotskismo, que no es nada fácil, porque es muy divisivo, y también entender el contexto europeo y americano, porque buena parte de la novela transcurre en Argentina. Eso por una parte, porque por otra, como sabíamos que había gente ya bastante mayor que había conocido a Raymond, y que tenía descendientes, empezamos a buscar testimonios de quienes le recuerdan. El de su nuera, Silvia Soro, fue fundamental, también por la documentación que compartió con nosotros, así como el de su nieta Vera Fogwill, a la que le agradecemos muchísimo también todo lo que nos contó de su abuelo y de Vera Lanis, a la que también conoció en Buenos Aires. Sin esos testimonios hubiera sido una novela diferente, creemos que peor.

J: Además, hablábamos de que no se ha conocido el papel de las mujeres alrededor de Raymond, y precisamente por ello había muy poco escrito sobre ellas, y ellas habían escrito muy poco sobre sí mismas, por lo que solo podemos conocerlas a través de las cartas, de la correspondencia por ejemplo entre Jeanne Martin de Pallières y Natalia Sedova. En el ámbito privado hemos podido conocerlas también porque hemos conocido a familiares de Raymond o de Suzanne Demanet. Sin esta parte, esos personajes hubieran quedado cojos, porque son mujeres que prácticamente no escriben sobre sí mismas, al contrario de lo que suelen hacer los hombres que han realizado “tareas importantes”, digámoslo así, entre comillas. Necesitábamos esas distintas fases de la investigación para poder hacer una novela en la que los hechos estuviesen verdaderamente presentes, que hubiera una gran cercanía entre lo que imaginábamos y lo que sabíamos y podíamos documentar.

Y luego, todo eso, escribirlo a cuatro manos, que es lo que de primeras resulta más llamativo. ¿Cómo ha sido este proceso? ¿Mucha fricción?

E: (Risas)

J: (Risas). Es lo que nos pregunta todo el mundo, cuánto de nuestros egos se ha puesto en primer plano. Pero la verdad es que no hemos discutido.

E: Es verdad, eh.

J: Teníamos tanto interés por el texto, por el resultado, tanta curiosidad y tanta fascinación por lo que íbamos encontrando, tanto deseo de plasmarlo, que al final daba igual quién lo estuviera haciendo. Al principio, elegíamos cada uno, sin ningún tipo de plan, en función de si nos apetecía escribir sobre tal momento o personaje. Luego dijimos 'ya veremos cómo lo enlazamos todo', y desde ese reparto pasamos ya a la fase de intervenir en el texto que escribía el otro, añadir o quitar cosas, darnos esa libertad para que fuese de verdad un texto a cuatro manos. Y luego ya la prueba suprema, que era estar escribiendo el mismo texto al mismo tiempo, con dos teclados y dos pantallas, pero con el mismo texto y cada uno aportando. Eso es lo que no sabíamos si iba a funcionar al no haber esa concentración y esa soledad que se cree necesaria para la escritura.

E: También muy pronto, cuando empezamos a compartir e intervenir, nos empezamos a dar cuenta de que había un tono común. Eso fue fascinante, porque cuando empezamos a escribir por separado es el tono lo primero que buscamos. Fue muy interesante ver que estábamos empezando un proceso de simbiosis creativa en la que el tono se iba no unificando, pero sí creando una coherencia de ritmo, de aproximación, de mirada, de interpretación... a partir de ahí nos dimos cuenta de que podía funcionar.

La historia no se repite, sino que se supera

Edurne Portela

En otro pasaje del libro, en el que comentáis precisamente este proceso, habláis de los límites de la ficción y de la diferencia entre inventar e imaginar al contar una historia como esta. ¿Por qué habéis optado por imaginar en lugar de inventar?

E: La diferencia fundamental es que inventar es saltarte lo que nosotros consideramos una verdad histórica en beneficio de la ficción, porque cuando inventas la ficción manda, y no manda el conocimiento histórico, el archivo, la coherencia dentro del discurso histórico. En la imaginación es diferente porque se tiene en cuenta eso sobre todo. No vamos a cambiar la vida de Jeanne Martin o de Raymond, ni siquiera en un detalle que sepamos que existió de verdad para ponerlo al servicio de la ficción. En esta diferencia que planteamos en la novela lo que importa es sobre todo atenernos a esa verdad histórica, que luego igual puede cambiar porque de repente aparece un documento que lo contradice, lo que sea, pero nosotros partimos de la base de que lo que nosotros estamos contando se atiene a la verdad, y que con la imaginación lo que estamos haciendo es completar los silencios de la historia. O que esto para los dos es muy importante, rebatir una interpretación histórica que consideramos errónea por un sesgo machista, por ejemplo, en el caso de Jeanne Martin. Partiendo de los mismos documentos y los mismos hechos, damos una interpretación que quiere romper ese sesgo, usando la imaginación porque hay que rellenar ciertos vacíos de la historia.

J: Interpretar exige imaginar. En el fondo es eso. A partir de una serie de datos intentar encontrar una narración que los explique. Por supuesto, hay una zona gris entre la imaginación y la invención. Cuando estamos en la huelga de la fábrica de Renault, estamos utilizando noticias de la época y croquis publicados en La commune, que es el periódico trotskista de Raymond Molinier y, a partir de esos datos, intentamos imaginar cómo discurría todo. Hay momentos en los que solo podemos decir 'probablemente fue así pero no estamos seguros', si bien entre ese ‘probablemente’ y ‘me voy a inventar que fue así’, siempre hay un momento de tensión en el que intentamos controlarnos para no inventar demasiado.

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Una belleza terrible arranca en el París revolucionario de la década del siglo XX. Luego llegaron los años treinta, el fracaso de la revolución obrera, el nazismo, la Segunda Guerra Mundial en los cuarenta. Un siglo después, ¿la historia se está repitiendo?

J: Ese riesgo de involución existe siempre. Detrás de todo éxito en la conquista de derechos hay una reacción. Eso se ha dado siempre así. Después de la Revolución Francesa vuelven monarquías, imperios... Detrás de todos los cambios, las conquistas sociales y de derechos individuales del siglo XX ya se puede intuir que viene la reacción desde los años ochenta con Ronald Reagan o Margaret Thatcher. No esperábamos, aun con ese conocimiento, que la reacción sería tan drástica, fuerte y amenazadora como lo que está sucediendo ahora, que verdaderamente tienes la impresión de que esto no es solo una involución, sino una revolución reaccionaria que puede suponer la destrucción de muchos de los logros de la estabilidad y de la seguridad de una buena parte de ciudadanas y ciudadanos.

E: Yo creo que la historia no se repite, sino que se supera. Lo que estamos viendo ahora no es un anuncio de que podía pasar lo mismo que pasó en el siglo XX con la Segunda Guerra Mundial; yo creo que estamos a un nivel que hemos superado cualquier expectativa trágica. Me estoy poniendo muy negativa pero lo veo realmente así. ¿Qué puede hacer este libro en contra de todo esto? Absolutamente nada. Lo único, recordarnos que dentro de todas nosotras y todos nosotros hay capacidad de resistencia y de análisis de una realidad terrible contra la que tenemos que reaccionar. Es de los pocos valores que pueden tener libros como este y alguno otro nuestro anterior. Pero esto comparado con poner el cuerpo en una huelga o en la resistencia francesa contra el nazismo no es nada, aunque igual alimenta un poquito la conciencia de las posibilidades de resistencia que tenemos como seres humanos a este tipo de abuso y de peligro de violencia brutal.

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