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La bruja de Vik

Denise Fresard

La bruja de Vik

Babayaga

En medio del bosque habita la devastadora de almas, la dueña de las aguas de la vida y la muerte. Aquel ser oculta, bajo una desgreñada melena, una enorme nariz, de la que le cuelgan los mocos hasta el pecho. Su voz es aguda y traposa, como si estuviera borracha, y su aliento fétido puede hacer vomitar del asco. Devora a los niños, con sus afilados dientes, cuando puede atraparlos, pero sus movimientos son lentos e imprecisos y algunos escapan, despavoridos.

Siempre va oculta en la oscuridad, así que el único momento en que puede ser vista, es cuando entra o sale de su cueva. Aquellos muros están cubiertos de calaveras, y dentro de cada cráneo, hay una vela que permanece encendida a todas horas, iluminando a las almas condenadas. Por las noches, desafiando las sombras, el humo extiende, entre los árboles, la luz que emana de esas cuencas vacías. Los huérfanos son presa fácil y se acercan atraídos por el fuego, al encuentro de aquella figura delgada, de espalda encorvada, cuyos ojos amarillos no debes mirar, ni dejar que te vean. A menos que tengas una muñeca mágica, que te regaló tu madre antes de morir. Pues lo único que doblega su repulsiva existencia es la bendición de una madre en su lecho de muerte. No hay antídoto para aquel conjuro.

 

La llorona

Espanta su blanca figura de alma en pena, su presencia presagia la inminente desgracia.

─ ¿Porqué lloras, hermana?

─ Por la traición del que en mí engendró a un hijo y lo abandonó a su suerte.

Lloro porque lo amaba como a mi propia sangre, y cegada de angustia, he perdido la huella de sus pequeños pasos.

 

Medusa

El fin del matriarcado

"Ahora, oh, valerosísimo", dijo, "di, te lo suplico, Perseo, con cuánta virtud y por qué artes arrebataste la cabeza crinada de dragones"

Ovidio

Cuando, deslumbrado por la inteligencia de la joven Medusa, Poseidón la tomó por la fuerza en el templo, la cólera de Atenea cobró caro su atrevimiento. Segura del poder del que alardeaba, la diosa convirtió a la doncella en un peligroso monstruo, cuyos cabellos eran serpientes y volvía de piedra a quien la mirase directamente a los ojos.

Perseo, príncipe del Peloponeso, fue enviado en busca de su cabeza, para someter la amenaza que representaba aquel poder para los hombres. El héroe, con las sandalias aladas de Hermes y el portentoso casco de Hades, alcanzó a Medusa, acercándose a ella sin mirarla directamente a los ojos, observó su reflejo en el escudo, para evitar quedar petrificado. En vano sus hermanas intentaron protegerla y con la complicidad de los dioses, por fin pudo Perseo cortar su cabeza crinada de dragones. Del cuerpo de Medusa brotó el caballo alado Pegaso y el gigante Crisaor, hijos de Poseidón, que la fecundó en el templo. La sangre que manó de su cuello, de un lado, era un veneno mortal y, del otro, un elixir que podía resucitar a los muertos.

Los frutos del árbol

Después de ser decapitada, sus ojos abiertos seguían petrificando lo que se reflejaba en ellos. Desde entonces, Medusa adorna la Égida, convertida para siempre en un talismán supremo.

 

Denise Fresard (Santiago de Chile, 1964) ha publicado un libro de microrrelatos 'El país que huye' (2014) y varios libros de fotografía: 'Antonio Quintana 1904–1972' (2007), 'Una revisión al rostro de Chile' (2005). Algunos de sus microrrelatos han sido traducidos al inglés, francés, catalán y portugués. Colabora con el Ministerio de Cultura y la Sociedad de Escritores de Chile.

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