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Los frutos del árbol

Eduardo Gotthelf

Los frutos del árbol

La noche anterior el Táifēng había soplado con tal intensidad, que barrió hojas y frutos. Lo único que aún colgaba del viejo cerezo, manos atadas en la espalda y lengua afuera, era el cuerpo del terrateniente.

A media mañana el prefecto Cheng, amante de la señora Wu, certificó el suicidio del señor Wu.

La velocidad del sonido

El hombre repasaba en silencio las cuentas del debe y el haber en su coqueto escritorio de la planta alta. De pronto, desde la cocina, llegó el grito alterado de su esposa:

— ¡¿Qué fue ese ruido?! — y gritó de nuevo— ¡¿Qué te pasó, Etelvino?!

La mujer corrió hacia la escalera, mientras repetía llena de angustia:

— ¡¿Qué te pasó, Etelvino?! ¿Qué fue ese ruido? ¡Por Dios, Etelvino!

El fortísimo de los gritos, sumado al staccato de los tacones acribillando los peldaños, asustaron tanto al hombre que sufrió un infarto y cayó de su silla.

Su cabeza, al golpear el piso de madera, produjo un ruido tan fuerte que se escuchó hasta en la cocina.

Letras impresas

Los que siempre dicen la verdad se disfrazan de mentirosos y escriben ficción.

Eleanor Glanville

Los mentirosos, en cambio, simulan decir la verdad y publican manuales de autoayuda y libros sagrados.

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* Eduardo Gotthelf es argentino, escritor e ingeniero de petróleos. Ha publicado un libro de cuentos: 'El sueño robado y otros sueños'; seis de microrrelatos: 'Cuentos pendientes', 'Principio de incertidumbres', 'Paraísos paralelos', 'Legislación urgente para el logro de una humanidad sustentable', 'Mentos y veros', 'Mientras el lobo no venga' (tres de ellos son libros-objeto); y una novela: 'Los desalmados no resucitan'. Sus textos han aparecido en varias antologías y ha coordinado diversos concursos de microficciones teatrales.

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