Los libros

‘A pesar de sus ojos’, de Javier Egea

A pesar de sus ojos, de Javier Egea

Trinidad Gan

A pesar de sus ojos. Antología poética 1969-1999Javier EgeaEsdrújulaGranada2016 

La tarea de un poeta es muchas veces, quizá las mejores, poner en manos del lector una soledad en llamas. Una soledad que, anotándose sobre las páginas y aun habitada por la contradicción, consigue escribir no pocas certezas de nosotros mismos y se vuelve así multitud, llamarada imparable en la retina, una feroz hoguera que nos acompaña largo tiempo. Y esa es la fuerza de la poesía de Javier Egea: recordarnos siempre (y más en este ahora marcado por el culto al individualismo), que vivimos aferrados a un falso "yo", nunca autosuficiente sino pura ficción tejida por un inconsciente de clase, por ello definitivamente desgajado, y que si algo somos es, en realidad, multitud fragmentada.

En las esquirlas del espejo de sus versos ("yo pondré los espejos en el fuego", dejó escrito) descubrimos tres líneas entrecruzadas: el amor y su derrota, la conciencia ideológica y ciudadana que se interroga al desmenuzarse, la pasión vehemente por el oficio de la palabra. Tres hilos que, imprevisible y magistralmente, van a convertir ese poema herido hondamente por la soledad en territorio de comunicación constante, de reconocimiento de nuestras fortalezas y límites.

Por eso damos la bienvenida a esta nueva antología publicada por la editorial Esdrújula, con selección y prólogo de Jairo García Jaramillo, bajo el título de A pesar de sus ojos (tomado de su poema-tango "Noche canalla"). Porque supone una pieza más, y muy necesaria, para el redescubrimiento de la obra de Egea, sobre todo cuando se trata de acercar su excepcional poesía, de modo iniciático y panorámico, a lectores que la desconocen aún, que así podrán reconocerse en ella y luego acceder a la lectura detenida de su obra íntegra. La antología es, de otro lado, complemento a la edición que realiza Esdrújula de sus poemarios en e-book y paso previo a la esperada publicación de la antología personal que Egea dejó anotada en sus diarios como Soledades 1970/1999, proyecto valioso que permitirá ver la mirada crítica del propio autor sobre su escritura. Y añade también el plus del enlace a la página web del autor (gestionada por Open cultura) para la descarga de varias unidades didácticas que, a nivel de enseñanza secundaria, profundizan en los poemas.

El alcance verdadero de la palabra poética de Javier Egea, quien se consideraba a sí mismo "un poeta de la calle" con el esperanzado compromiso de "hacer ficción poética con los materiales de la realidad", es ahora cuando se nos va desvelando como la de un poeta irrepetible y caleidoscópico a través de los libros que publicó: Serena luz del viento (1974), A boca de parir (1976), Argentina 78 (1983), Troppo Mare (1984) , Paseo de los tristes (1982), Raro de Luna (1990) y el libro incompleto a su muerte Los sonetos del diente de oro, publicado en 2006.

Entregas poéticas todas (y nunca más justo nombrarlas así al ser un autor que logró fundir su vida con su poesía) que construyen una voz en muchos aspectos inclasificable y difícil de cuadrar en fronteras generacionales, Todo ello a pesar de, o perfectamente articulado incluso con el destacado papel que tuvo en esa gran apuesta de regeneración del discurso poético que en los años ochenta protagonizó junto a los poetas Luis García Montero y Álvaro Salvador (teorizada en el manifiesto publicado en 1983, La otra sentimentalidad). Surgida bajo tutelaje del profesor Juan Carlos Rodríguez (con su análisis marxista de la literatura) y la reflexión ética de Machado, esta senda nueva trataba no simplemente de crear textos literarios donde convivieran emotividad y conciencia social, sino de romper desde dentro el propio engranaje de la poesía para mostrar que la supuesta autonomía de literatura frente a historia es correlato de la también engañosa dialéctica burguesa entre lo privado y lo público.

Estas y otras coordenadas imprescindibles las detalla en el estupendo prólogo García Jaramillo y anota también sus criterios como antólogo: "ofrecer en confianza al lector su propuesta como un lector más", procurando "mostrar la coherencia de una voz poética única, la vigencia de su compromiso vital y literario" y "que queden representadas armónicamente todas las facetas de su poesía, los variados registros (lo amoroso, lo elegíaco, lo declamatorio, lo satírico), así como sus preferencias métricas (romance, canción, soneto, epigrama)".

La selección, de cincuenta poemas (los más extensos recogidos parcialmente), hace un recorrido cronológico de su obra, aunque centra especial atención en los tres libros clave y añade en sección final algunas reflexiones del poeta sobre su relación con la escritura a modo, como titulan, de "fragmentos de una poética".

Rescata tres sonetos de Serena luz del viento donde se rastrea la primera voz del poeta: un lenguaje despojado y vitalista, de técnica clásica, con temática amorosa tornada lírica del cuerpo y esbozos de reflexión sobre el proceso creador, con toda esa deriva que denomina la crítica "neorromántica" y de "malditismo bohemio" (que parece asumir cuando dijo: "Yo accedí a la poesía por esos caminos de marginalidad rebelde") luego trascendido en análisis del imaginario ideológico. También se recogen varios poemas de A boca de parir que muestran el uso de la palabra como palanca de cambio social ("Hacia otro mar") y abren su inteligente mirada crítica hacia la propia memoria ("19 de mayo") y de Argentina 78, alegato de estupenda ironía contra las dictaduras americanas bien representado aquí por los versos de "La cena ya dispuesta".

Troppo Mare es decisivo en el viraje de nuestra poesía hacia otra literatura. Egea es ya en este libro, como decía Juan Carlos Rodríguez, "un poeta situado en un horizonte materialista, un poeta 'otro', que asume una escritura del yo ficcionado", que pasa examen a su experiencia vital y de conciencia, metaforizada en el paisaje marino. Desgrana en versos memorables ("Extraño tanto mar, raro este cielo", "El asedio tan largo, los pertrechos escasos") un viaje de metamorfosis que, iniciado desde la soledad y la certeza de la derrota, con el equipaje de distancia que dan las más afiladas palabras (dice en un verso: "Las historias se cuentan con los ojos del frío"), araña un horizonte habitable, quizá la esperanza de lucha compartida que nos llama en "Leer El Capital".

Otro viaje, pero desplegando la trama a descifrar de los sentimientos sobre el paisaje urbano, nos espera en los primeros poemas que se recogen de Paseo de los tristes. Allí, cargadas de justa ironía y ritmo, las anotaciones biográficas del libro de cuentas de un amor asediado se vuelven, en palabras de Ángeles Mora, "épica de lo cotidiano". Épica que nos toca y nos despierta a otra resistencia vital en los poemas "Sobre el papel" , "Otro romanticismo" y, sobre todo, en el fragmento final de "Paseo de los tristes", ese poema inolvidable desde el que ya no miraremos andenes y plazas sino con el dolor y la lucidez que sólo dejan "lo bello y terrible".

Como hermoso e irremediablemente envenenado de verdadera poesía es el Javier Egea que nos habla desde el agua sonámbula, traspasada de surrealismo y fuerza simbólica, que late en Raro de luna. Siete poemas trazan ahora, en soneto nocturno o con la voz erótica y oscura del vampiro (metáfora última de la pérdida de identidad), el curso de una crecida: la de la marea del inconsciente que finalmente se desborda en uno de los textos más perturbadores, hipnóticos y magistrales de nuestra poesía, "Raro de luna", del que aquí leemos el primer fragmento.

Cierran la antología diecinueve poemas no incluidos en libros o inéditos, entre ellos uno de sus Sonetos del diente de oro, las satíricas "Coplas a Carmen Romero", la primera de las "Glosas a Garcilaso", "Benedictus" y su célebre "Poética".

A la arriesgada tarea de desenmascarar el entramado ideológico de los sentimientos, el falso utillaje escenográfico que hay detrás del "yo" y la "sinceridad" poética, es a lo que Javier Egea dedicó su escritura, con una intensidad nacida de su indagación en los propios límites vitales y creadores. Esto, junto a su dominio de cualquier musicalidad clásica o popular (vueltas aparente sencillez verbal) y la habilidad con que reelabora nuestra tradición (conjugando el eco de Machado, Alberti y Lorca, Gil de Biedma y Ángel González) o incluso encarna el desarraigo de Pavese y Pasolini, nos acaba citando en el espacio más propicio a una conversación íntima: el propio poema.

Y allí, en cada poema de esos libros donde reinventaba mirada y paisaje de exploración, provoca hoy en el lector el mismo deslumbramiento, la misma constatación de cegadora lucidez e ironía contagiosa, la misma libertad en ruptura o cercanía, la misma extrañeza desolada y desnuda desde la que él eligió escribirlos.

*Trinidad Gan es escritora. Su último libro es 'Papel ceniza' (Valparaiso, 2014).  Trinidad Gan

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