Cultura
Serenidad, brillantez y escepticismo: lo que Zapatero aprendió de Borges
“El lector de Borges tiene una manera de ser”, dice Luis García Montero. “Desconfía de los dogmas, de ahí su escepticismo, desconfía de las certezas, es precavido”, asegura el poeta y director del Instituto Cervantes. Según esta especie de horóscopo, y aceptando que los escritores llaman a un cierto tipo de lector (o lo moldean), en esa descripción entraría el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Y no es que el socialista sea simplemente lector del escritor argentino, es que es un seguidor de sus preceptos, un connaisseur, un fanboy, haciendo el paralelismo musical. Hasta el punto de que ha decidido dedicarle un libro, su ensayo No voy a traicionar a Borges, editado por Huso y Cumbres y presentado el lunes junto a García Montero en la sede madrileña del Instituto Cervantes.
El ensayo no es académico, histórico ni periodístico, sino casi emocional: es el esbozo de una devoción. Rodríguez Zapatero recorre algunos de sus textos más famosos, pero también la evolución de sus prólogos y epílogos, los cambios de parecer de su propio autor sobre ellos. Ambos aspectos, el descubrimiento de los giros borgianos y la propia percepción de Borges sobre su literatura, los une a su propia experiencia vital. Y extrae de él algunas enseñanzas: “Él llega a un escepticismo, que es el que yo intento abrazar”, decía Zapatero, confirmando el horóscopo de García Montero. “Le apasiona el escepticismo como un estadio intelectual por el que se llegan a asumir muchas cosas con un gran sosiego, con serenidad”.
¿Puede un expresidente ser también un autor? Pedro Sánchez, todavía en el cargo, tuvo que enfrentarse a las críticas por la publicación de Manual de resistencia, el relato de su ascenso al liderazgo socialista primero y a la presidencia después. Rodríguez Zapatero tiene, claro, otras circunstancias. Primero, hace ya diez años que dejó el puesto. Segundo, este es un ensayo no del todo biográfico, sino literario. Y aun así, el líder socialista se define como “un intruso”, no quiere los galones que se le ofrecen. “En este libro hay mucha presencia de pudor”, diagnosticaba Luis García Montero. “Parece que tuviera casi que pedir perdón para escribir un ensayo sobre un escritor”.
Como para quitarle la vergüenza, el poeta se apresuraba a agradecerle su iniciativa, “un homenaje a la lectura y el mundo del libro”, porque “hay que convencer a la gente de que la cultura es un bien esencial”. Y quizás si la gente ve que un expresidente socialista ha escrito un libro sobre Borges… Toda estrategia es bienvenida. Aunque el poeta también recordaba, aprovechando que estaba allí Miquel Iceta, ministro de Cultura, que lo que da pudor es comparar “los presupuestos de un ayuntamiento, una comunidad autónoma o un ministerio español” con los de instituciones francesas y alemanas.
Rodríguez Zapatero recordaba los orígenes de su entusiasmo por Jorge Francisco Isidoro Luis Borges (nombre completo), allá en su juventud, cuando cayeron en sus manos sus primeros libros y quedó “deslumbrado”. “Mi pasión por Borges ha sido una pasión desmedida, solo superada por Sonsoles, obviamente, y por la política”, decía, arrancando alguna que otra carcajada en la mención a su mujer, Sonsoles Espinosa. A lo largo del acto, el expresidente se refirió en varias ocasiones a su relación emocional con Borges. Explicaba que el primer motivo para escribir el libro era compartir “la felicidad” que le produce leer y releer algunos pasajes del argentino. Y hablaba con entusiasmo de la vivencia de Borges de su propia ceguera.
En la portada del libro aparece un tigre, explicaba, porque al escritor le gustaban mucho los tigres: su color favorito era el oro, el amarillo, porque era el que podía distinguir con mejor claridad. Un día, recordaba, María Kodama le hace subir en globo, cuando ya había perdido casi completamente la visión, y el autor “hace una descripción maravillosa de lo que está viendo”. Parece admirar especialmente Zapatero la actitud de su maestro literario ante la enfermedad que se manifestó ya en la adolescencia y que se fue agravando con el paso de los años. En el acto del Cervantes alababa “la brillantez y la forma de asumir la vida con la serenidad de Borges”: “Es muy difícil que un ciego llegue a convertir la ceguera en la más bella literatura”.
El expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, en el centro, presenta su libro 'No voy a traicionar a Borges' junto al ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta (izq.), y el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero. EFE
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Pero si Borges puede ser admirado, también puede ser criticado. “En sus declaraciones políticas hay momentos en el que uno lo ha pasado mal, en el que muchos lo hemos pasado mal”, recordaba el expresidente. Sobre todo aquellos que tienen que ver con las dictaduras latinoamericanas: el reconocimiento que recibió en Chile de manos de Pinochet, las alabanzas a la “cordialidad” y a la “bondad” del militar; la cercanía con Videla, que les recibió a él y a Ernesto Sábato en una imagen que buscaba limpiar la imagen del régimen frente al mundo. “Es todo un caballero”, dijo Borges del hombre de mayor responsabilidad en la desaparición de miles de argentinos.
Rodríguez Zapatero explicó tales tomas de partido por el feroz antiperonismo del escritor —“Era tan antiperonista que, como la dictadura sustituyó al peronismo, solamente por eso tenía una cierta simpatía”—, y recordó que en su juventud apoyó la revolución rusa, y también que luego cambiaría su postura: en los ochenta se reunió con las Madres de Plaza de Mayo y al poco pidió públicamente, en un manifiesto, que se dieran a conocer las listas de desaparecidos y sus paraderos. “No era un hombre que las ideas políticas le apasionaran”, admitía Rodríguez Zapatero. “Alguien que se pasó toda su vida tratando de explicar todos los argumentos contra el aforismo de la tortuga y Aquiles no se iba a interesar por las ideologías”. Cabría preguntarse por qué.
Pese a todo, para el expresidente, queda la palabra. “De todas las historias que la historia conoce”, defendía, “la historia de la ciencia, la historia política, la historia de la filosofía, la más importante es la historia de la literatura, porque lo contiene todo”. Todo, incluso un poco de política.