Economía

Piketty sostiene que el sistema impositivo español beneficia a los ricos

Portada de la edición francesa del libro de Thomas Piketty.

Thomas Piketty, el economista francés de moda, aborda en su best-seller Le Capital au XXIe siècle –El capital en el siglo XXI, obra que todavía no se ha publicado en España– los (dramáticos) efectos de la acumulación de la riqueza en una economía globalizada donde los mercados financieros, el mercado del petróleo y las burbujas inmobiliarias permiten el traspaso de riqueza de las clases trabajadoras a una pequeña clase social, la élite.

En su exhaustivo ensayo de casi mil páginas –anexos incluidos–, tampoco faltan las alusiones directas a la situación económica que atraviesa este país:

“En España, muchas personas fueron conscientes del rapidísimo crecimiento del sector inmobiliario y de los índices bursátiles en el año 2000. Sin tener una referencia precisa, sin embargo, es muy difícil determinar cuando la revalorización es excesiva. La ventaja del ratio capital/renta es la de facilitar un punto referencial preciso útil para hacer comparaciones en el tiempo y en el espacio”.

A lo largo de su obra, Piketty establece en varias ocasiones paralelismos entre el estallido de la burbuja inmobiliaria, que se registró en los años 90 en Japón, y lo ocurrido en España:

“Es interesante destacar que los registros japoneses de 1990 han sido superados recientemente por España, donde el importe total de capital privado neto suponía ocho años de renta nacional bruta en vísperas de la crisis de 2007-2008, un año más que en Japón en 1990. La burbuja española empezó a desinflarse muy rápidamente en 2010-11, al igual que lo hizo a principios de los 90 en Japón”.

“Una diferencia fundamental entre las burbujas japonesa y española radica en que España tiene, en estos momentos, una posición neta acreedora negativa equivalente a un año de ingresos nacionales (lo que complica notablemente la situación de España), mientras que Japón presenta una posición positiva neta equivalente”.

Asimismo, el economista francés, director de estudios de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales y profesor de la Escuela de Economía de París, alerta del incremento de las desigualdades registrado en las últimas décadas, todo ello merced al sistema regresivo de impuestos existente que, lejos de favorecer a las clases medias, permite acumular más a los que más tienen. Entiende Piketty que dicha desigualdad no puede mantenerse a largo plazo. 

“De un impuesto mundial al capital es una idea utópica. Es difícil imaginarse a los países del mundo alcanzar un acuerdo semejante a corto plazo”.

Y hace mención expresa a las "dificultades" a la  hora de gravar las rentas más altas:

“Las dificultades a las que Italia y España tuvieron que hacer frente al tratar de establecer, por su cuenta, un tasa progresiva al capital para sanear las finanzas públicas”.

Asimismo, Thomas Piketty se atreve a sugerir la necesidad de modificar los impuestos a los bienes inmobiliarios, siguiendo el modelo en vigor en Estados Unidos:

“Los impuestos sobre bienes inmuebles que se pagan en algunos países (como EEUU) están basados en una tasación compleja con ajustes automáticos que se adaptan a los valores del mercado, procedimientos que deberían generalizarse y extenderse a otras clases de activos. En algunos países europeos (incluido Francia, Suiza, España y recientemente en Alemania y en Suecia), hay impuestos progresivos sobre la riqueza”.

“El caso español resulta [...] interesante. El impuesto sobre las fortunas, similar al que existió en Suecia y Alemania, se basa en evaluaciones más o menos arbitrarias de las propiedades inmobiliarias y de otros activos. La recaudación de estos impuestos quedó en suspenso en 2008-2010, para restablecerse en 2011-2012, en plena crisis presupuestaria, pero sin modificaciones estructurales”.

“El impuesto sobre el patrimonio que pagan en España las grandes fortunas, aquellas que acumulan más de 700.000 euros (con una deducción de 300.000 euros por la residencia habitual), es del 2,5% (2,75% en Cataluña). En Suiza, los gravámenes impositivos también son relativamente bajas (inferiores al 1%), como resultado de la competencia entre cantones”.

Piketty ejemplifica de este modo que, gran parte de esa acumulación de la riqueza a la que se refiere en su obra no proviene, como se pretende hacer creer, del trabajo y del emprendimiento, sino que la riqueza se hereda, pasa de una generación a otra. Los ricos son ricos porque sus padres fueron ricos. Existe una clase social de millonarios que se ve favorecida por las políticas que favorecen las herencias y las rebajas de impuestos al capital.

“En los países en los que la población ha empezado a disminuir significativamente o lo hará pronto (por una disminución de la cohorte) –especialmente en Alemania, Italia, España y por supuesto, Japón– este fenómeno llevará a un incremento mayor de la tasa de mortalidad adulta en la primera mitad del siglo XXI, por lo que aumentará automáticamente y de forma considerable el flujo de herencias”.

“Otros países, afectados por la caída demográfica y por la menor natalidad, como Italia y España, deberían seguir una tendencia similar, aunque lamentablemente no contamos con datos históricos fiables de los flujos de herencias en estos dos casos”.

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Este escenario que el economista Piketty presenta de “descuelgue” de las grandes fortunas se da en Japón y en EEUU, pero la Unión Europea no sale mejor parada. Tampoco es las políticas económicas derivadas de la implantación de la moneda única:

"Desde la introducción del euro, en 2002, hasta el principio de la crisis, en 2007-2008, las tasas de interés fueron más o menos idénticas en Europa. Nadie consideró la posibilidad de abandonar el euro. Sin embargo, con la crisis global, los tipos de interés comenzaron a divergir. El impacto presupuestario fue significativo. Cuando un Gobierno tiene una deuda próxima a un año del PIB, una diferencia de unos puntos de interés puede tener consecuencias importantes. En los países del sur de Europa, las opciones eran imposibles. Antes de sumarse a la moneda común, tuvieron que devaluar sus divisas, lo que ahora habría devuelto competitividad e impulsado la actividad económica.  La especulación en los tipos de interés nacionales ha sido más desestabilizador en algunos casos que la especulación previa sobre las tasas de cambio de las divisas europeas, sobre todo desde que los préstamos transfronterizos crecieron simultáneamente hasta unas proporciones que desencadenaron el pánico [...] hasta afectar gravemente a países como Grecia, Portugal, Irlanda y a países más grandes como España e Italia”.

 

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