SEMANA SANTA

Las mujeres pelean espacios en una Semana Santa que se resiste a la inclusión plena

Una mujer con mantilla participa en la procesión de la Hermandad de la Penas durante su estación de penitencia, este Domingo de Ramos.

A los 17 años, Ana Pedrero ya pedía en asamblea que las mujeres de su cofradía pudieran salir con capirote o ser presidentas. A los 20, fue la primera mujer en cargar un paso en Zamora. A los 23, en 1993, se convirtió en la primera pregonera. En esta Semana Santa, declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional en 1986, todavía hay procesiones en las que sólo participan hombres y sus cantos emblemáticos sólo suenan en voz masculina.

Otra periodista fue la primera –y hasta ahora única– pregonera de la Semana Santa de Sevilla, Fiesta de Interés Turístico Internacional desde 1980. Charo Padilla, de 62 años, marcó ese hito en 2019. Considera “incomprensible” que no haya habido aún ninguna mujer en ese papel después de ella. En la ciudad de Sevilla todavía no hay ni costaleras ni capataces de paso. Las mujeres siguen representando una minoría en los puestos de poder de las hermandades y cofradías. 

Zamora y Sevilla representan dos tradiciones distintas de la Semana Santa española y son dos de las más visitadas y reconocidas. Las dos reflejan los avances de los últimos años en cuanto a inclusión de la mujer y también las resistencias e inercias que impiden completarla. Ana Pedrero, de 54 años, y Charo Padilla, de 62, coinciden en un diagnóstico: lo que falta por conseguir “caerá por su propio peso”.  Es, dicen las dos, “cuestión de tiempo”.

El obispo Gregorio Martínez Sacristán tuvo que obligar en 2007, mediante estatuto marco, a las hermandades y cofradías de Zamora a aceptar mujeres. Algunas de las de más solera se resistieron durante años (la última hasta 2018) con la excusa de que se había rechazado el cambio en votación –escasamente participativa– de su asamblea. En Sevilla fue el arzobispo Juan José Asenjo Pelegrina quien firmó en 2011 un decreto por el que determinaba “la plena igualdad de derechos entre los miembros de las hermandades y cofradías, sin que sea posible discriminación alguna en razón del sexo”. Ya no hay nada prohibido sobre el papel, pero para ver los cambios en las procesiones, según coinciden todas las personas entrevistadas para este reportaje, faltan años. Y para ver algunos, esos años serán muchos.

La “trampa” de las listas de espera

La inclusión completa de la mujer ha sido este año un debate central en la Semana Santa de Zamora, espoleado por la generación de los que ahora tienen entre 30 y 45 años. La asociación cultural y gastronómica La Santa Merienda, impulsada por jóvenes de ese grupo etario, planteó en esta clave tanto su spot de 2024 como su itinerario, la guía de mano de los recorridos procesionales. En el vídeo promocional “¿Y por qué no?” cuestionan realidades como que sólo carguen mujeres en 7 de los 51 pasos que se llevan a hombros o empujados con ruedas, y que de 8 coros sólo haya uno mixto y ninguno de mujeres.

Tres de las procesiones más emblemáticas de Zamora siguen siendo sólo de hombres: la de la Buena Muerte, las Capas Pardas y el Yacente. Ya pueden apuntarse mujeres, pero saben que tardarán entre 15 o 25 años en poder desfilar. Son tres cofradías que tienen “cupo”, es decir, lista de espera. Deben irse retirando hombres para que las mujeres puedan ir entrando. Lo mismo ocurre en el grupo que carga el Jesús Nazareno al que se conoce como “el mozo”, cuyo traslado cruzando el Duero marca el inicio de la Pasión. “Siempre había querido cargar el Nazareno. Cuando mi padre se hizo jefe de paso, propuso a los hermanos meter mujeres y así me apunté yo y también a mi hija”, cuenta Lucía Pino, de 31 años, que sabe que le faltan unos 15 para poder cargar junto a Aria, que tiene 5. 

La pianista Elisa Rapado, de 45 años, pertenece a una familia con raigambre en la música de la Semana Santa de Zamora, pero al ser mujer no ha podido encontrar el lugar que le gustaría. “Ahora mismo a mí ya me daría igual si mañana me dijeran que dejan entrar mujeres al coro que canta alguno de los misereres, cosa que no va a suceder, pero si me hubieras preguntado hace 30 años, ¡claro que hubiera muerto por tener esa experiencia alguna vez en la vida!”, dice la pianista acompañante de cantantes en el conservatorio de León. Y añade: “De tanto fingir indiferencia, llega una a sentirla de verdad. Cuando lo cierto es que no poder participar de los eventos de máxima visibilidad estética y más respetados de tu ciudad por supuesto que genera la sensación de ciudadanía de segunda clase”. 

Las bandas como puerta de entrada 

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Cuando las mujeres no tenían más opciones para desfilar que ponerse una mantilla en alguna procesión dedicada a la virgen, las bandas de música eran la vía que encontraron muchas para salir en las procesiones. Ahora son uno de los papeles de la Semana Santa en los que se ve mayor paridad, algo que ocurre tanto en Zamora como en Sevilla. En Sevilla, además, el canto de las saetas otorga un lugar primordial a la mujer, como apunta Charo Padilla, que ha vivido esa Semana Santa como periodista de Canal Sur Radio toda su carrera.

Las niñas llegan a las bandas “pidiendo flauta, clarinete y saxofón”, cuenta Álvaro Lozano, de 48 años, director de la Maestro Nacor Blanco de Zamora, quien insiste no obstante en que la elección del instrumento es algo que sólo responde al gusto propio, aunque exista “el estereotipo de que los metales son más de hombres”. “Mi hijo toca el trombón y tiene muchas compañeras”, cuenta. Y subraya que en sus 30 años tocando en la Semana Santa de Zamora siempre lo ha hecho con mujeres, “que cada vez son más y con más variedad de instrumentos”. 

El presidente de La Santa Merienda, el cofrade y publicista Óscar Coscarón, de 36 años, defiende que la incorporación de la mujer no es sólo justa sino también buena para la propia Semana Santa. “Las cofradías que han incorporado a la mujer se han convertido en procesiones familiares y los que tenemos hijo e hija podemos salir todos juntos, sin tenernos que separar”, cuenta. Y subraya: “Yo defiendo que se dé la opción de elegir a todos, también si un hombre no quiere salir con capirote y prefiere ir de luto”.  La arquitecta y divulgadora de patrimonio Bea Barrio, de 31 años, es otra de las voces que ha planteado cuestiones sobre la representación de la mujer, también en la imaginería, con un vídeo en redes sociales en el que llama a preguntarse cuántas de las tallas anónimas habrán tenido como autora una mujer, parafraseando a Virginia Woolf. Un vídeo por el que, como a La Santa Merienda con su vídeo promocional, le han llegado críticas.

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