El caso Salazar que estalló en el corazón del PSOE no fue una excepción. La violencia contra las mujeres, independientemente de las siglas que le den cobijo, no suele serlo. A lo largo de las semanas se han ido sucediendo otros muchos testimonios en los que distintas mujeres señalaban comportamientos machistas, actitudes degradantes y acoso sexual por parte, presuntamente, de algunos líderes socialistas de peso, pero también a manos de dirigentes políticos de otros partidos. La acumulación de casos tiene un efecto inmediato sobre las mujeres: la desafección y el arrinconamiento. Las preguntas son muchas: ¿cómo construir espacios políticos libres de violencia?, ¿cómo persuadir a las chicas jóvenes para que no se desvinculen de la militancia política?
Son algunas de las preguntas que se hace también Andrea Fernández, diputada socialista. "Ninguna mujer desea estar en espacios donde hay violencia sexual", se apresura a apuntar a preguntas de este diario. Sin embargo, la autocrítica requiere de una mirada larga: más allá de las violencias que puedan anidar en las formaciones, "las estructuras de los partidos políticos siguen siendo profundamente patriarcales". En ese contexto, "los espacios de decisión e influencia reales están copados por hombres y son esos hombres los que coptan y reparten en función, generalmente, de lógicas de lealtad", analiza la parlamentaria. Romper con esas dinámicas no sólo "es muy difícil para las mujeres", sino que además "suele llevar asociado un coste personal y político muy alto".
A muchas no les merece la pena ni siquiera dar el paso de intentarlo. El CIS publicó hace un año un estudio sobre participación política, en el que ofrece algunas nociones sobre los sesgos de género y edad en lo que respecta a la militancia e inquietudes políticas de la población. Las brechas entre los perfiles que pertenecen a un partido político y participan activamente en él, son notables: los jóvenes son quienes menos participan en formaciones políticas, con la sola excepción de los mayores de 65 años. Y los varones lo hacen en mayor medida que las mujeres.
También Cristina Hernández, militante socialista y directora del Instituto de las Mujeres, se ha puesto estos días en la piel de las mujeres jóvenes con vocación política que estén observando con desasosiego la oleada de violencia sexual en distintos partidos. "Es comprensible que las noticias sobre acoso generen inquietud", concede. La violencia machista, añade, "es estructural y atraviesa todos los espacios de la sociedad, también los partidos políticos" pero el "verdadero riesgo", a su juicio, "no es que estos casos se conozcan, sino que se oculten o se minimicen".
Beatriz Gimeno, exdiputada de Podemos en la Asamblea de Madrid, confía en que los casos no siembren desmovilización, aunque sí percibe un "derrumbe de la idea de ejemplaridad" que suele impregnar a los partidos, especialmente los progresistas. Se produce ahora una quiebra de "la idea de que los partidos son espacios ejemplares", reconoce al otro lado del teléfono, pero la exparlamentaria no cree que tenga un impacto destacable en las chicas jóvenes. "Eso que sucede en los partidos también ocurre en las oficinas, en los deportes y en la cultura", espacios a los que las jóvenes no renuncian. "Ahora hemos constatado que la política es otro mundo en el que imperan las mismas lógicas", reflexiona.
Aquello de feminizar la política
El MeToo en política que viene a evidenciar "una cuestión estructural: ese acoso forma parte de la masculinidad tradicional que sigue existiendo", clama Gimeno. Y afecta, añade, a hombres de derechas y de izquierdas. Si el año pasado cerró con la dimisión del exdiputado Íñigo Errejón, este remata con los casos de acoso en el panorama nacional, pero también con las imágenes que vinculan a líderes intelectuales y políticos como Noam Chomsky, Bill Clinton o Donald Trump con el pederasta Jeffrey Epstein. Todo ello, prosigue Gimeno, tiene que ver con "la construcción de la masculinidad" que no se ha visto "menoscabada por la teoría feminista". Porque, en muchas ocasiones, los hombres sí han sido capaces de asumir el discurso feminista, "pero siguen teniendo las mismas prácticas".
Sucede así a pesar de los esfuerzos escenificados en los últimos años por hacer que el feminismo permee en las organizaciones políticas. Lo sabe bien la propia Gimeno. Podemos fue una de las organizaciones emergentes que hace una década introdujo en la conversación el reto de feminizar la política, entendido de una forma polisémica: no sólo bastaba con una mayor presencia femenina, sino también con introducir el feminismo como praxis política. Aquello, por muy ambicioso que fuera, fracasó.
"No se ha conseguido", reconoce Gimeno. Sencillamente porque "el ámbito de la política no es diferente" a los otros y por tanto se puede asumir "un principio teórico", pero para hacerlo "estructural tienes que cambiar, precisamente, la estructura y a los hombres". Si ellos "construyen su identidad a partir de prácticas patriarcales, es imposible que haya un cambio real", afina la exparlamentaria.
Coincide Laura López, secretaria de la Federación de Mujeres Jóvenes. A su entender, la principal tarea para los partidos es la "feminización de la política, pero eso les atañe también a ellos". Para empezar, los hombres "tienen que ser capaces de perder el lugar" que hasta el momento les estaba reservado. Hoy ya no es una anomalía que los varones integren el discurso de la feminización en política, pero siguen sin renunciar a sus espacios de poder, analiza la activista.
Hernández sí entrevé un primer paso esperanzador: "Que hoy se denuncien y se aborden públicamente” los casos de acoso “no es un signo de deterioro democrático, sino de avance”. Significa que hay mujeres que “ya no están dispuestas a callar y organizaciones que se ven interpeladas a cambiar, a ser mejores y a aprender de los errores". Hernández cree que la política "mejora cuando se señalan las violencias y se actúa frente a ellas".
Y en ese sentido, el mensaje –también para las chicas jóvenes– no debe dejar lugar a dudas: "La política también es nuestro espacio y a la vista está que necesita más feminismo y más feministas". En ese proceso, sostiene la directora del Instituto de las Mujeres, la alianza intergeneracional entre mujeres es clave: "La política es una carrera de relevos. Nada de lo que hoy disfrutamos en términos de derechos habría sido posible sin mujeres que antes dieron un paso al frente". En ese escenario, hilvana, "entrar en política es también una forma de cambiarla desde dentro" porque "quienes sobran son los machistas".
Otras formas de militancia
Si bien los partidos continúan sin ser espacios atractivos para ellas, lo cierto es que las mujeres sí han encontrado otras muchas formas –más amables, más seguras, más agradecidas– de canalizar sus inquietudes políticas. Según el mismo estudio del CIS, la situación es diametralmente opuesta en otras esferas como los espacios ecologistas, donde son los jóvenes y las mujeres quienes más esfuerzos dedican a la militancia. Las agrupaciones estudiantiles son las favoritas de los más jóvenes, mientras que las mujeres optan en mayor medida por involucrarse en organizaciones culturales, de ayuda social y de voluntariado.
Las mujeres, por tanto, no se sienten interpeladas por las formaciones políticas al uso. Pero sí sienten suyos otros frentes desde donde también es posible hacer política. Espacios que no están necesariamente libres de violencia, ni de reproducir dinámicas de poder marcadas por sesgos de género, pero que tienden a poner en práctica formas más democratizadas, horizontales e inclusivas de hacer política.
Son terrenos donde hay un "funcionamiento que tiende a ser menos jerárquico, más participativo y a reproducir unas formas donde tradicionalmente las mujeres se sienten más cómodas", concede Gimeno. Pero esas formas de funcionamiento, advierte, no afectan de manera "profunda al comportamiento masculino". "Lo hemos visto y lo hemos padecido", lamenta. "Es una cuestión casi de estructura personal", agrega al otro lado del teléfono, relacionada con la "construcción de las subjetividades masculinas" porque los hombres, al fin y al cabo, "viven en un mundo que les alimenta a ser así". El cambio, por tanto, "tiene que ser desde fuera y desde dentro", pero es ingenuo pensar que será inmediato. "Será complicado y muy lento", pronostica.
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López sugiere un punto de partida en base a la propia experiencia: los espacios no mixtos. "Es importante que dentro de los partidos haya espacios no mixtos, exclusivos para las mujeres. Todas las chicas jóvenes que quieran militar deberían poder apoyarse en otras mujeres y saber que existen redes para hacerlo", desliza.
En las filas socialistas, las mujeres feministas tienen claro cuáles son los elementos irrenunciables para ser capaces no sólo de reparar el daño, sino también para transformar la estructura desde dentro. "Democratización y transparencia", perfila Fernández. "Los partidos políticos son instituciones vitales para el funcionamiento de nuestra democracia", pero lo cierto es que "la forma en que funcionan en su vertiente organizativa" es todavía "muy cerrada y opaca", lo que a su juicio "genera dinámicas que no son positivas en muchas ocasiones". Faltan, dibuja la parlamentaria socialista, "espacios de deliberación, más participación ciudadana y una gestión del talento y de los liderazgos más igualitaria, consciente y transparente", pero también un "cambio en cuanto a la ética orgánica".
"Tenemos la responsabilidad fundamental de abrir camino, sostenerlo y hacerlo más seguro", subraya Hernández. Y eso implica "no mirar hacia otro lado ante el machismo, creer a las mujeres, exigir responsabilidades y transformar las organizaciones para que sean espacios libres de violencia". También, añade, tender la mano a las mujeres jóvenes. "Cada feminista que entra en política apuntala un poco más a la democracia", zanja.
El caso Salazar que estalló en el corazón del PSOE no fue una excepción. La violencia contra las mujeres, independientemente de las siglas que le den cobijo, no suele serlo. A lo largo de las semanas se han ido sucediendo otros muchos testimonios en los que distintas mujeres señalaban comportamientos machistas, actitudes degradantes y acoso sexual por parte, presuntamente, de algunos líderes socialistas de peso, pero también a manos de dirigentes políticos de otros partidos. La acumulación de casos tiene un efecto inmediato sobre las mujeres: la desafección y el arrinconamiento. Las preguntas son muchas: ¿cómo construir espacios políticos libres de violencia?, ¿cómo persuadir a las chicas jóvenes para que no se desvinculen de la militancia política?