Bruselas cede a las presiones de Trump y a los intereses de la agroindustria para rebajar la protección de los bosques

Los incendios de este verano en España no son una excepción en Europa. 350.000 hectáreas han ardido en lo que va de año como consecuencia de más de 300 grandes incendios, una cifra récord en España pero inferior a los más de 500 fuegos prendidos en Italia o casi el medio millar en Rumanía. La Unión Europea sigue quemándose con el otoño ya a sus puertas. Las llamas se han llevado por delante más de un millón de hectáreas, según las cuentas del Sistema de Información comunitario sobre Incendios, un área más grande que Chipre o semejante a un tercio de Bélgica. Pese a estos datos históricos, los 27 siguen sin tomarse en serio la protección de sus bosques y esta falta de conciencia de su clase política afecta a la proyección internacional.

La comisaria europea de Medioambiente, Jessica Roswall, acaba de anunciar que Bruselas retrasará un año la implementación de las normas contra la deforestación justo después del acuerdo de libre comercio pactado con Indonesia, que ofrecerá barra libre a las plantaciones que producen aceite de palma, y mientras en el Parlamento Europeo la derecha y la extrema derecha se alían para votar en contra de una ley tendente a vigilar la salud de los bosques. Este triple golpe mortal cuestiona la verdadera voluntad de la UE en su lucha contra el calentamiento global.

La regulación de la Unión Europea sobre los productos libres de deforestación, EUDR en sus siglas en inglés, fue calificada por la Comisión como “una iniciativa clave para combatir la deforestación global y asegurar las cadenas de valor sostenibles”. Sin embargo, Bruselas ya la había pospuesto en 2024 hasta este diciembre. Ahora, en una carta al eurodiputado Antonio Decaro, presidente del Comité parlamentario de Medio Ambiente, la comisaria Roswall informa de su intención de retrasar otro año más las normas.

Este reglamento exigiría a los importadores europeos de aceite de palma, café, cacao, carne de vacuno, madera o caucho demostrar que esos productos no proceden de tierras deforestadas antes de entrar en el mercado único. Para ello, un sistema informático desarrollado, gestionado y mantenido por la Comisión se ocuparía de supervisar las transacciones de esas materias primas. La responsable europea de Medioambiente aduce ahora las operaciones de las empresas, sus obligaciones de informar a las autoridades o un alto volumen de pequeños paquetes importados por la UE provocarían “muy posiblemente una ralentización del sistema hasta niveles inaceptables”.

Bruselas esgrime no estar preparada para aplicar unas normas contra la deforestación aprobadas en 2023, pero que ha ido posponiendo en medio de las reclamaciones de la industria agroalimentaria o maderera sobre la necesidad de más tiempo para cumplir. El retraso en su aplicación está levantando una fuerte polvareda en la Eurocámara, con los grupos parlamentarios enfrentados. Legisladores populares austríacos o alemanes bendicen el anuncio por carta de la comisaria Roswall mientras socialistas o ecologistas ponen el grito en el cielo. La francesa Marie Toussaint, de Los Verdes, acusa a la Comisión de “no esconder más tiempo las concesiones en cuestiones medioambientales realizadas a los lobbies”.

Toussaint, una de las ponentes de esta regulación en el Parlamento Europeo, se muestra terriblemente escéptica y crítica con las intenciones de la Comisión de Von der Leyen sobre la lucha contra el calentamiento global y la puesta en marcha del Pacto Verde europeo. “Pretender posponer una norma debido a problemas informáticos no tiene precedentes y es un insulto a todos los demócratas”, asegura la francesa, quien acusa directamente a la presidenta de la Comisión de realizar “un corte de mangas al planeta”.

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La coalición parlamentaria que aupó a Von der Leyen en su primer mandato, formada por populares, liberales, socialdemócratas y verdes, y que la ha sostenido en esta su segunda Comisión vuelve a peligrar. Delara Burkhardt, eurodiputada socialdemócrata, incide en la deriva del Ejecutivo comunitario y de los conservadores en favor de los ultras parlamentarios desde hace un año en lo que se refiere a las normas y la aplicación del conocido como Green Deal. “La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, debe saber que la cooperación de las fuerzas pro europeas en torno al centro político está en riesgo al inclinarse hacia el PP europeo y la extrema derecha”, clama la alemana. Burkhardt califica de “revés importante para la política medioambiental europea y la competencia justa entre negocios sostenibles” el retraso de la regulación sobre deforestación.

La socialdemócrata considera que el último movimiento anunciado por Jessika Roswall cuestiona “si la presidenta de la Comisión está cediendo ante las demandas de Washington en favor de una desregulación, como exigió la Administración estadounidense durante las negociaciones para un acuerdo comercial”.

En el comunicado conjunto del 21 de agosto entre la UE y los Estados Unidos de ese pacto comercial que ponía fin a su guerra arancelaria, calificado por parte de la clase política europea como de la vergüenza al garantizar un arancel del 15% a favor de Washington, Bruselas reconoce “las preocupaciones de los productores y exportadores de Estados Unidos en relación con la Regulación de la Deforestación” y se “compromete a trabajar” para solucionarlas, declarando que “la producción de materias primas relevantes dentro del territorio de los Estados Unidos supone un riesgo insignificante para la deforestación global”, en lo que puede entenderse como un anticipo del paso dado por la comisaria europea de Medioambiente.

La francesa Toussaint coincide con la socialdemócrata alemana en denunciar que Bruselas está laminando su posición como líder global en la lucha contra el cambio climático, influida por el negacionismo climático de Washington. “Tras inclinarse ante Donald Trump, ¿está Ursula von der Leyen dispuesta a sacrificar el modelo europeo a todos los caprichos extranjeros?”, se pregunta la eurodiputada ecologista.

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Por si esta demora en la lucha contra la deforestación no fuese suficientemente polémica, los Comités de Agricultura y de Medioambiente de la Eurocámara acaban de rechazar las reglas para monitorizar la salud de los bosques europeos. Una pinza formada por populares europeos, el grupo parlamentario de los Fratelli de Giorgia Meloni o los ultracatólicos polacos, y el de los Patriotas que aglutina las filas de Vox, Le Pen u Orbán, imponía sus votos contra la regulación que permitiría la recopilación armonizada de datos sobre el estado y la evolución de los bosques del continente, con el objetivo de mejorar su gestión ante los retos climáticos.

Burkhardt advierte que “justo antes de la Conferencia del Clima de Naciones Unidas en Brasil la UE está enviando una señal equivocada” y que “en vez de liderar la lucha global contra la deforestación, la Comisión está debilitando la credibilidad de Europa y su posición como modelo”. Toussaint considera que con estas últimas decisiones la UE “hoy parece un coloso con pies de barro, incapaz de mantener sus más básicas promesas ecológicas” y lo argumenta con “la firma del acuerdo de libre comercio con Indonesia, favoreciendo el aceite de palma, lo que es aún más problemático”.

Se trata de la última gran negociación internacional impulsada por Bruselas que, según sus cálculos, abrirá al libre comercio un mercado de 700 millones de consumidores. Al mismo tiempo que las exportaciones europeas disfrutarán de una reducción arancelaria del 98,5%, 72 productos indonesios con indicaciones geográficas agrícolas y alimenticias también serían protegidas. En su bendición del acuerdo, el ministro de Exteriores de Indonesia declaró esperar nueva flexibilidad en las normas europeas contra la deforestación. Lo hizo justo un día antes de que la Comisión la oficializase.

Los incendios de este verano en España no son una excepción en Europa. 350.000 hectáreas han ardido en lo que va de año como consecuencia de más de 300 grandes incendios, una cifra récord en España pero inferior a los más de 500 fuegos prendidos en Italia o casi el medio millar en Rumanía. La Unión Europea sigue quemándose con el otoño ya a sus puertas. Las llamas se han llevado por delante más de un millón de hectáreas, según las cuentas del Sistema de Información comunitario sobre Incendios, un área más grande que Chipre o semejante a un tercio de Bélgica. Pese a estos datos históricos, los 27 siguen sin tomarse en serio la protección de sus bosques y esta falta de conciencia de su clase política afecta a la proyección internacional.

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