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Brexit

Por qué la frontera entre las dos Irlandas condiciona el 'Brexit'

Carteles de protesta contra la hipotética división entre las dos Irlandas en la carretera que conecta ambos países.

El texto que fija las condiciones del Brexit, negociado durante meses entre Bruselas y el Gobierno de Theresa May, suscita divisiones en el Parlamento y la ciudadanía británica en torno a una cuestión concreta: la futura relación comercial entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda.

El próximo 29 de marzo acaba el período de transición para que el Reino Unido deje de formar parte de la Unión Europea y, después de múltiples reuniones con los organismos europeos y de litigios internos en el Parlamento británico, esta cuestión fronteriza puede ser el elemento que separe un Brexit ordenado y convenientemente pactado de uno abrupto y mucho más convulso.

Aquí algunos de los puntos por los que esa hipotética frontera está suponiendo el escollo más complicado para cerrar definitivamente las negociaciones del Brexit entre May, la Cámara de los Comunes y Bruselas:

¿Cuál es el punto de partida?

El Brexit es la apuesta del Reino Unido para  desligarse completamente de la Unión Europea y, por tanto, de su mercado común, de su unión aduanera y de su espacio comunitario. Sin embargo esta separación centra todos los quebraderos de cabeza en la isla donde coexisten Irlanda del Norte —que forma parte del Reino Unido— y la República de Irlanda —un país independiente integrado en la Unión Europea—.

Hasta ahora, y tal y como estipula la Unión Europea, entre Irlanda e Irlanda del Norte hay total libertad de circulación para personas y mercancías. El problema radica en que, una vez fuera del mercado común, habría que regular dicha libertad y establecer algún tipo de frontera o aduana porque Irlanda del Norte, a diferencia de su vecina, ya no estaría en la UE.

¿Cómo aborda el problema Reino Unido?

La falta de consenso en el Parlamento sobre qué tipo de Brexit se quiere (uno pactado con Bruselas u otro unilateral y brusco) complica la solución al puzle territorial. Dublín y Londres desean que continúe la ausencia de barreras, algo que rechazan los partidarios de un Brexit duro, ya que la libre circulación supondría automáticamente que Reino Unido continuase aceptando los acuerdos comunitarios de los que quiere desprenderse.

El Brexit duro, en consecuencia, acarrearía la imposición de una frontera física en Irlanda del Norte, con la inclusión de aduanas, controles fronterizos, etc. Precisamente la supresión de obstáculos entre los dos territorios fue uno de los logros derivados del acuerdo que, en 1988, acabó con décadas de enfrentamientos entre separatistas y unionistas, que causaron en torno a 3.000 muertos.

¿Qué propone Bruselas?

Si se produjese un Brexit duro, la UE ha previsto la aplicación del backstop (salvaguarda), una excepción legal de urgencia para evitar que se erija una separación tangible entre las dos Irlandas, y que habla de un convenio especial que otorgue garantías a Irlanda del Norte —una especie de arnés de seguridad— por si el futuro acuerdo comercial entre Reino Unido y la UE no elimina la necesidad de acuerdos fronterizos. El pasado junio, Theresa May propuso que, al menos durante un tiempo, el Reino Unido siguiese alineado con la unión aduanera.

¿Cómo lo ven en las Islas?

Los norirlandeses se oponen a instaurar el backstop, ya que entienden como injusto un trato distinto a Irlanda del Norte del que tendrá el resto del Reino Unido. La propia May, aunque respalda este arnés de seguridad, no está de acuerdo con los procedimientos para llevarla a cabo y quiere garantías de que su país no quedará atrapado sine die en la unión aduanerasine die. En resumen, Bruselas especifica que si se aplica una frontera dura se activará el backstop e Irlanda del Norte seguirá comercialmente formando parte del bloque comunitario, y Londres evita a toda costa esa situación para no incurrir en inestabilidad constitucional.

¿Qué pasa en Westminster?

Desde hace meses, y a raíz de esa dicotomía entre Brexit pactado y Brexit repentino, Theresa May se encuentra en un frágil equilibrio político cuestionada por un Parlamento en el que no tiene mayoría absoluta y por su propio partido, donde muchos reniegan del texto pactado con la UE —incluso varios de sus ministros dimitieron en cadena—.

Después de que hace unos días, temerosa de que no saliese aprobado, May retrasara la votación del Brexit acordado con Bruselas, este miércoles superó una moción de confianza impulsada desde su propio partido, que buscaba desbancarla como líder tory (conservadora) y como primera ministra. Aunque May salió políticamente viva del trance (200 apoyos frente a 117 negaciones), el partido sigue roto —un tercio de sus diputados no la respalda— y la votación parlamentaria en el aire.

Llegar al consenso encuentra otro impedimento en el Partido Democrático Unionista de Irlanda del Norte (DUP), que es el apoyo político de May en Westminster —es primera ministra gracias a él— y que no consiente que ninguna disposición separe a Irlanda del Norte del Reino Unido.

¿Qué pasará a partir de ahora?

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Ahora May se encuentra en plena ronda de encuentros con los principales líderes europeos y Bruselas espera a la votación de los Comunes. Precisamente los movimientos de la primera ministra por el continente están dirigidos a atraer la simpatía de los diputados indecisos o que ahora están en su contra.

Para empezar, May ha viajado este jueves a Bruselas para, en el contexto de la cumbre europea, estudiar medidas que consigan convencer al Parlamento británico —sobre todo centrándose en el tema de la frontera irlandesa—. La UE ya se ha mostrado contraria a renegociar las condiciones de la secesión y varios de los líderes comunitarios han renegado de volver a revisar el Tratado de Retirada que se tardó casi año y medio en fijar.

El presidente del Consejo europeo, Donald Tusk, ha manifestado la voluntad de la Unión para “facilitar” que el Parlamento británico valide el texto del Brexit, pero reconoce que la dificultad reside en “cómo hacerlo”. En su carta de invitación a May a la cumbre, Tusk ha asegurado que la “gravedad” de la situación requiere que se discuta sobre ella y se consideren alternativas por si se rechaza el Brexit pactado y se elige el duro.

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