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"Mamá, ¿cómo me voy a ir, si mis amigos se quedan a luchar?": la protesta del 'folio en blanco' llega a Madrid

Concentración frente a la embajada rusa en Madrid.

El periodista Ramón Lobo convocó para este sábado una manifestación frente a la embajada rusa en Madrid en contra de la guerra en Ucrania y en apoyo de los numerosos ciudadanos rusos que están saliendo a protestar estos días dentro de su país. Allí la libertad de expresión es coartada sistemáticamente por las autoridades, que no permiten ningún tipo de oposición a la política dirigida desde el Kremlin.

Desde Rusia han ido llegando imágenes donde se muestran multitudes de ciudadanos protestando de forma pacífica en contra de la guerra. Igualmente se han viralizado a través de internet algunos vídeos donde la policía rusa reprende duramente a quienes se muestran díscolos con el gobierno de Vladimir Putin. La imagen más destacada resultó ser la de un hombre que, en actitud tranquila, salió a una plaza de Moscú con un folio en blanco.

En el vídeo se puede ver cómo un agente de policía le notifica que incurre en un delito, al entender que está llevando a cabo “un piquete de una sola persona”. A continuación, el agente le advierte de que “si no cesa su actividad ilegal, estará sujeto a sanciones administrativas”. Pero el hombre no parece amedrentarse y mantiene su actitud tranquila. “Exijo que detenga su actividad ilegal de inmediato”, insiste el agente, a lo que el manifestante contesta: “Voy a continuar”. Es entonces cuando otros dos policías agarran al hombre y se lo llevan detenido.

El delito de aquel hombre fue sostener un folio en blanco sin ningún tipo de mensaje escrito, ni símbolo político, en un lugar público. Este sábado en Madrid, decenas de personas se han solidarizado con este y otros muchos ciudadanos rusos que no pueden manifestarse dentro de su propio país. A partir de las 12:00 horas empezó a agruparse una multitud de personas frente a la embajada de Rusia, en la madrileña calle de Velázquez. Allí, un pequeño grupo de ucranianos lideraba la manifestación, enarbolando banderas nacionalistas y arrancando soflamas entre los allí reunidos.  

“Hoy es Ucrania, mañana es Europa”, coreaban los presentes, así como “no a la guerra”, “fuera de Ucrania” o “Putin, fascista, gran terrorista”. Iban llegando cada vez más personas a la manifestación, todas ellas con un papel blanco en actitud de protesta, siguiendo la pauta de quien les había citado. “Pues sí que tiene poder de convocatoria este Lobo”, comentaba un asistente, al tiempo que el periodista se movía entre la multitud, atendiendo a unos y a otros, y agradeciendo la asistencia. El ex corresponsal y colaborador de infoLibre incluso sacó tiempo para dedicar unos minutos a un estudiante de periodismo que se atrevió a abordarlo —reconociblemente nervioso— a fin de poder hacerle una rápida entrevista.

Las voces se fueron apagando, al tiempo que el grupo de ucranianos reproducía en un altavoz el himno nacional de su país. Una vez finalizado, arrancaron los aplausos de homenaje y de nuevo las protestas contra la guerra: “Putin, asesino”. “Putin, fratricida”... Las fórmulas para nombrar al mandatario ruso iban variando.

De forma insistente, algunos de los allí reunidos mostraron su extrañeza ante la presencia de una bandera rojinegra, ondeada por una mujer ucraniana llamada Nadezhda. Ella explica que se trata de un símbolo nacionalista ucraniano durante la resistencia contra los bolcheviques: “Esta bandera tiene más de 100 años. El negro simboliza la tierra y el rojo es por la sangre, la nuestra, que es la que hemos perdido”. Otras fuentes indican que esa bandera rojinegra pertenece históricamente a la Organización de Nacionalistas Ucranianos, grupo ultraderechista que luchó integrado en el ejército nazi.

Nadezhda contaba su caso particular en medio de toda la tragedia que asola su país. Hablaba de su hijo y de la decisión que ha tomado de permanecer en Ucrania, dispuesto a defenderla. “Sólo tengo un hijo, Andréi, que tiene 29 años. Cuando él tenía 16 intenté que viniese aquí a España, conmigo. Pero no fue capaz de adaptarse y echaba mucho de menos nuestro país, donde él ha crecido y donde es feliz. Hace más de un mes que sabíamos que esto iba a pasar, así que le dije que volviese, pero él no quiso. Me dijo: Mamá, ¿cómo me voy a ir, si mis amigos se quedan a luchar?”  

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Nadezhda hace su relato sin dramatismos. Casi puede distinguirse una nota de orgullo al hablar de su hijo, y de la valentía con la que ha decidido resistir frente a los invasores. Ella no puede evitar justificarlo, aduciendo que lucha "para defender su tierra”. “Hablo con él y con mi madre todos los días. Están juntos en un pequeño pueblo cerca de Leópolis”.

Termina recordando a todos los que se están alistando para defender a su país igual que su hijo: “Hay colas de espera para poder tomar las armas. Hay brigadistas de más de cincuenta nacionalidades —explica sin poder ocultar un brillo de emoción en los ojos—. No nos hemos olvidado de lo que significó el dominio ruso, y no vamos a rendirnos tan fácilmente. Ellos pretenden acabar con nosotros, borrar nuestra historia, nuestro país. Y no se lo vamos a permitir.”

Son las 13:30 horas y la multitud se ha disuelto casi por completo. Nadezhda se despide igualmente, recordándole su nombre a un periodista que aún no ha sido capaz de aprenderlo. “Me llamo Nadezhda, que significa esperanza.”

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