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CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ

El trauma del Holocausto y la falta de herramientas para presionar: por qué la UE se muestra impotente ante Israel

Un joven palestino entre los escombros provocados por un misil israelí sobre la Franja de Gaza.

La cumbre europea que se celebra este jueves y viernes en Bruselas discutirá si los 27 piden a Israel una “tregua humanitaria”, una “pausa humanitaria”, varias “pausas humanitarias”, "corredores humanitarios" o incluso, porque puestos a ser originales pocos ganan a los dirigentes europeos, una o varias “ventanas humanitarias”. Pero como decía este miércoles una fuente comunitaria al corriente de las negociaciones para cerrar las conclusiones de la cumbre, aunque “las palabras importan”, a la vez “da un poco igual” en términos prácticos porque la Unión Europea y sus estados miembros son impotentes para presionar de una u otra forma a Israel.

Los enfoques entre los 27 no son idénticos, pero en la práctica las políticas europeas hacia Israel y en general hacia Oriente Medio se parecen mucho. Alemania y Austria, que cargan con la mayor culpa histórica de la responsabilidad del Holocausto, son apoyos incondicionales de Israel.

El canciller federal, Olaf Scholz, llegó a decir la semana pasada que Alemania estaba dispuesta a enviar en 24 horas las armas que Israel pidiera. En el partido conservador, la CDU, se mueve incluso la idea de que el país ofrezca a Israel el envío de tropas para luchar junto a los soldados israelíes, algo que ningún país europeo hizo nunca. Alemania y Austria son los principales escollos para que esta cumbre cierre una declaración que pida una “pausa humanitaria” o “tregua humanitaria” porque creen que cualquier comunicado semejante restaría apoyos a Israel.

Más allá de Alemania y Austria muchos otros países mantienen esa culpa histórica por el Holocausto porque la colaboración oficial con los nazis en las deportaciones de judíos fue la norma salvo excepciones como Dinamarca, que puso a la mayoría de sus judíos a salvo en la entonces neutral Suecia tras la ocupación nazi.

Los nazis recibieron ayuda de la Francia del mariscal Pétain, de colaboracionistas en Países Bajos, en Bélgica, de la Italia de Mussolini, de los regímenes dictatoriales de Europa central como el húngaro. Pocos países europeos se salvan de esa mancha histórica.

Otra de las razones de la impotencia europea hacia Israel es que Europa no tiene palancas con las que presionar. Algunos partidos de izquierda en Europa han hablado de la necesidad de imponer sanciones comerciales, como el Sinn Fein irlandés o Unidas Podemos en España. Pero Israel es un socio minoritario para la Unión Europea, el número 25, representando el 0,8% de las exportaciones de bienes de los 27 Estados miembro. Al revés, la UE sí es importante para Israel hasta sumar el 28,8% de su comercio de bienes. Los intercambios comerciales suman 46.800 millones de euros.

Fuentes comunitarias explican que ese intercambio comercial se centra principalmente en unos pocos sectores (equipamiento de transportes y químicos, que suman más del 60% de las exportaciones israelíes a la Unión Europea) que Israel podría sustituir sin demasiados problemas y que de todas maneras ni el embargo comercial está sobre la mesa de ningún Gobierno ni Alemania, primer socio comercial israelí en Europa, lo secundaría.

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La otra palanca que se suele citar como medida de presión para hacer que Israel luche contra el grupo terrorista Hamás sin bombardear indiscriminadamente a la población civil es el comercio de armas. Pero los europeos son un enano comercial en Israel en este sentido.

Según los datos del Stockholm International Peace Research Institute (el prestigioso Sipri, referencia mundial en comercio de armas), en los últimos 10 años Israel importó armas esencialmente de Estados Unidos (67,9%), Alemania (27,1%) e Italia (4,8%). El resto (0,2%) principalmente de Canadá.

La amenaza de un embargo de armas, como piden también esos partidos más a la izquierda en el espectro político europeo, sería un brindis al sol sin la participación de una Alemania para la que su forma de relacionarse con Israel es política de Estado que no cambia en función del color ni de los gobiernos israelíes ni de los gobiernos alemanes.

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