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¿Asistimos al final del Estado Islámico en Siria?

Una calle de Raqqa destruida por los bombardeos.

No es la primera vez que se entierra a Daesh. Antes de resucitar para luchar, una y otra vez. Desde la caída de Raqqa, la capital del que autoproclamaron su califato, en el segundo semestre de 2017, soldados, políticos y especialistas han asegurado que el Estado islámico estaba viviendo sus últimos días. Sin embargo, esta vez parece ser la buena, al menos en lo que respecta a la versión de Daesh que se adueñó, a mediados de 2014, de un enorme territorio entre Irak y Siria.

Según la información facilitada por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una milicia predominantemente kurda que también incluye a combatientes árabes sunitas y que cuenta con el apoyo de Estados Unidos, el último reducto de tierra todavía controlado por el Estado islámico se limita a medio kilómetro cuadrado en la ciudad de Baghuz, en la frontera con Irak y Siria.

Esta zona no tiene valor estratégico, pero ha estado ocupada durante mucho tiempo por las fuerzas de Daesh, lo que dificulta el ataque. Se dice que cuenta con una red túneles, que está muy minada y que los últimos soldados islamistas que quedan utilizan a la población civil como escudo humano.

Sin embargo, un portavoz de las FDS, contactado telefónicamente, asegura que “es sólo cuestión de días hasta poder decir que Daesh ha sido derrotado definitivamente”. Los estadounidenses, que apoyan firmemente a las FDS, particularmente con medios aéreos, incluso consideraron proclamar la victoria el pasado fin de semana, tal y como sugirió el presidente Donald Trump en una rueda de prensa ofrecida el viernes 15.

Si no lo hicieron, es porque “todavía hay una bolsa de combatientes, principalmente extranjeros, que están dispuestos a morir y a sacrificar a todos los que les rodean”, según el portavoz de las FDS. Según él, los militantes “locales” de Daesh, es decir, iraquíes y sirios, intentan negociar su rendición, pero a veces se lo impiden los “extranjeros” de Egipto, Yemen, del Cáucaso o Europa, que no tienen nada más que esperar que la muerte, en la zona o en sus países de origen.

Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, ONG que se esfuerza por llevar el control de las víctimas del conflicto gracias a una red de informantes sobre el terreno, los vehículos han transportado fuera de Baghuz, en los últimos días, a activistas estatales islámicos, probablemente líderes que han entregado las armas.

La reconquista de esta última bolsa al este de Siria, que comenzó en septiembre de 2018, supuestamente causó la muerte de 700 personas en las filas de las FDS y 1.300 entre las tropas de Daesh, además de más de 400 civiles. Los últimos supervivientes del Estado islámico están, con toda probabilidad, al borde del agotamiento, de quedarse sin alimentos y municiones.

Si el final de esta batalla final se conoce de antemano, ¿significa eso que es el final de Daesh? Hoy en día, la mayoría de los especialistas responden afirmativamente, pero con cautela.

Cierto es que muchos combatientes islamistas, al anticipar la derrota, han logrado escapar, retornando de incógnito a sus países de origen o accediendo a otros territorios de la yihad (Yemen, Sahel, Sinaí, Libia). Algunos de los militantes iraquíes también han conseguido volver al país, donde las condiciones que habían fomentado el surgimiento del Estado islámico –simplificando mucho, la marginación de las poblaciones sunitas por parte de los gobernantes chiítas– no han cambiado mucho.

“Asistimos desde hace unas semanas a un recrudecimiento de los ataques en Irak, lo que probablemente no es ajeno al regreso de los soldados de Daesh”, dijo Juan Cole, especialista en Irak de la Universidad de Michigan. “Estos últimos regresan a sus hogares y reforman las células clandestinas con el objetivo de acabar con el control de la mayoría chiíta sobre el país. Sigue siendo la misma dinámica que desde 2003, fecha de la invasión norteamericana”.

Además de  los integrantes de Daesh que han logrado evitar los arrestos o los juicios sumarios, a menudo con sobornos, varios líderes también se han esfumado, empezando por el primero, Abu Bakr al-Baghdadi. Se suele decir que el emir del Estado Islámico ha muerto, pero según las últimas noticias permanece huido. Aunque su capacidad para dirigir una organización parcialmente destrozada y dispersa está muy debilitada, sigue siendo fuente de inspiración y de unión para sus fieles.

A pesar de ello y del riesgo de un yihadismo generalizado, que sigue siendo prácticamente una certeza, Daesh ha perdido sus dos mayores fortalezas y parece destinado a seguir el camino de Al Qaeda; sin ser erradicado por completo, pero con una capacidad muy limitada de hacer daño. La mayor pérdida para el Estado islámico es la de la narrativa de sus éxitos. Al igual que la organización de Osama bin Laden en tiempos, Daesh ya no puede alardear de una letanía de éxitos impulsada por la voluntad de Dios.

“Nunca hay que dejar que un grupo terrorista se establezca cómodamente en un territorio”

“Tras pasar de ser insignificante a convertirse, en pocos años, en una organización temida en todo el mundo, el Estado islámico ha gozado de un enorme poder de atracción entre sus reclutas, algunos de los cuales lo dejaron todo para unirse a sus filas a miles de kilómetros de distancia”, dice Juan Cole. “Esto sólo fue posible gracias a una narrativa que combinaba ambiciones realizadas y religiosidad”.

O, por decirlo de modo sencillo, a riesgo de caer en la caricatura, mientras Daesh obtuviese victorias, sobre el terreno o psicológicamente, los voluntarios acudían en masa. Cuando llega el declive, la dinámica de reclutamiento y permanencia se extingue.

En el contexto de la guerra en Siria, muchos investigadores han demostrado que muchos rebeldes contrarios al régimen de Bashar al-Assad se ofrecían al mejor postor en términos de salarios y equipamiento. Esto explica sobre todo la multiplicidad de recomposiciones de los diferentes movimientos islamistas durante los ocho años de conflicto. Desde 2014, el Estado islámico, impulsado por sus éxitos, fue el “líder del clan” principal y el que mejor pagaba . Hoy en día, ser integrante de Daesh supone recibir un tiro con casi total seguridad.

“Aunque algunos militantes se refugien en un argumento religioso del tipo: ‘Dios pone a prueba nuestra fe en la derrota y si superamos esta prueba, volveremos a crecer’, esto sólo convence al más radical, dice un experto en islamismo que colabora con el Gobierno francés. La realidad es que Daesh ha perdido su mejor argumento publicitario, su sorprendente éxito”.

Lo mismo sucedió con Al Qaeda poco después de 2001. De ser el enemigo número uno de la superpotencia estadounidense, el grupo gradualmente terminó por convertirse en una banda de fugitivos incapaces de igualar sus hazañas anteriores.

La segunda pérdida irreversible para el Estado islámico es, por supuesto, su territorio. Después de reinar e intentar gobernar, en parte por coacción, sobre una zona tan grande equivalente alReino Unido, con millones de habitantes y una fuerza de 100.000 combatientes, todo ha desaparecido.

Aunque muchas corrientes de pensamiento entre los islamistas siempre han sostenido que es más importante tener bajo control las mentes que el terreno y que la necesidad de administrar un territorio era una carga demasiado pesada para un movimiento yihadista, fue decisión de Daesh. Una decisión que permitió a la organización extender su influencia en el ámbito internacional.

Una vez más, el paralelismo con Al Qaeda es sorprendente. “El apogeo de Bin Laden y de los suyos se correspondió con el momento en que se refugiaron en Afganistán”, dice un exoficial de la inteligencia británica que ahora trabaja en el sector privado. “El hecho de contar con un refugio y una base de operaciones, a pesar de que los anfitriones eran los talibanes, les permitió entrenar a cientos de yihadistas. Lo mismo ocurre con el Estado islámico: en 2014 y 2015 se produjo un movimiento de convergencia hacia su territorio de simpatizantes que, según algunos, permanecieron allí, pero que en opinión de otros, se dispersaron por el resto del mundo, exportando la yihad y el terrorismo”.

Los temores que existían hace un año con relación al desplazamiento del Estado islámico a un nuevo refugio se han disipado en cierta medida, aunque no han desaparecido por completo. A pesar del semifallo de las operaciones antiterroristas egipcias en el Sinaí, la península no se ha convertido en un refugio para los soldados perdidos de Daesh, fundamentalmente porque los israelíes están sobreaviso, con la aprobación de El Cairo. La ramificación del Estado islámico en Libia tampoco han dado los resultados esperados por la organización.

En cuanto al traslado a Yemen o al Sahel, no se llevó a cabo de forma masiva, ya que estas dos regiones eran más difíciles de acceder y estaban fuertemente vigiladas, por un lado por Arabia Saudí y por otro por los franceses y los estadounidenses. “Podemos pensar que los países occidentales han aprendido de los dos precedentes afganos y sirio-irakí previos: no hay que dejar nunca que un grupo terrorista se establezca cómodamente en un territorio”, afirma el exoficial de inteligencia británico. “Después, es demasiado tarde y desalojarlo significa empezar guerras largas y costosas”.

Sin embargo, las disputas entre los aliados europeos, árabes y estadounidenses preocupan a los soldados encargados de la lucha contra Daesh. La retirada de Estados Unidos, anunciada por Donald Trump, –aunque matizada después por sus asesores– hace temer un escenario idéntico al de la “misión cumplida” de George W. Bush en Irak en 2003.

A mediados de febrero, el general estadounidense Joseph Votel advirtió: “La liberación del territorio ocupado por Daesh es importante, pero no significa el fin de la organización. Debemos seguir ejerciendo presión militar. Este será el trabajo de las FDS y nosotros les ayudaremos”. Antes de añadir, con pesar: “Siempre es más fácil ejercer presión militar cuando se está sobre el terreno, pero nuestro presidente ha tomado una decisión y la aplicaremos lo mejor que podamos”.

Donald Trump también ha señalado que esperaba que sus aliados europeos repatriaran a sus países a los militantes de Daesh encarcelados y detenidos por las autoridades iraquíes o por las fuerzas kurdas, “de lo contrario corren el riesgo de ser liberados”. “Hacemos tanto y gastamos tanto que es hora de que otros hagan lo que son perfectamente capaces de hacer”, concluyó el presidente estadounidense. Esto demuestra que aquellos que tienen mayor interés en derrotar al Estado islámico a veces parecen dispuestos a dispararse en el pie en el momento en que se vislumbra una forma de victoria, aunque sea pequeña. ____________

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Traducción: Mariola Moreno

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